martes. 16.04.2024

Por Marcial Frías (Chalo)

Estimado Francisco Martínez:

Te escribo esta carta que quiero hacer pública para expresarte la admiración y el respeto que siento hacia ti, después de haberme demostrado no sólo que eres una gran persona sino un gran empresario. También quiero que sepas que mi familia te está muy agradecida por los muchos esfuerzos que has hecho para garantizar su bienestar y su felicidad. Todos están muy contentos contigo, aunque ahora no te encuentren por ningún lado para agradecértelo personalmente. Me cuenta la gente que no somos los únicos que te debemos cosas, que hay más personas a las que les gustaría agradecerte tus muchos desvelos, tus ansias por conseguir que todo el mundo esté bien.

No te imaginas lo contento y lo feliz que estoy después de que pudiera, con tu ayuda financiera y tu apoyo moral, poner en marcha uno de mis grandes sueños, una cafetería cuya rentabilidad estaba garantizada, una cafetería distinta, diferente, ubicada a muy pocos metros del nuevo centro de salud de Titerroy. Como sabes, invertí muchas horas de esfuerzo, me tuve que mover mucho para conseguir que el sueño se hiciera realidad, para lo cual impliqué a otras personas, que como yo, vieron la posibilidad cierta de que el negocio prosperara. Todo ese esfuerzo mereció la pena en el momento en el que abrimos al público y comprobamos la inmediata respuesta de la gente, a la que también agradezco su fidelidad. De la noche a la mañana todo cambió. Tú decidiste tomar otro camino. Supongo que la decisión no es tuya, ni tiene que ver con una persona honrada y cabal como entiendo que eres.

Estoy convencido de que se equivocan aquellos que aseguran que has cambiado, que te has convertido en una persona diferente. No creo que sea verdad que tu intención sea la de dejar a su suerte un negocio que acaba de empezar a echar a andar, que te pliegues a las exigencias de una tercera persona que nada tiene que ver con esta historia, que ni puso dinero en el proyecto ni tuvo arte ni parte en su gestación, en la idea original. No lo creo, sinceramente.

Antes de conocerte la gente me hablaba bien de ti. En seguida comprobé que lo que se decía era cierto, que eras una persona inteligente, generosa y con talento para los negocios, siempre dispuesto a echar una mano a los demás. ¿Es cierto que todo eso era fachada, es cierto como me cuentan que en realidad eres un lobo con piel de cordero? No lo creo, la verdad es que no lo creo.

Supongo, imagino, que lo que te está pasando ahora no es más que un mal pasajero, una especie de hechizo como los que hacen los indios del Amazonas utilizando todo tipo de hierbas y brebajes extraños. Supongo, imagino, que todo volverá a ser como era antes de los atropellos cometidos contra la rectitud de las cosas, que serás fiel a la palabra dada.

Por mi parte poco más te digo. Eso sí, te cuento, amigo, que los combates de boxeo tienen muchos asaltos: los hay de ocho, de doce y antiguamente hasta de quince. Este, en el que ambos debemos luchar contra el lado oscuro que se quiere apoderar de las cosas, no ha hecho más que comenzar. Muy pronto tendrás más noticias mías, aunque yo haya dejado de tener noticias tuyas.

Se despide afectuosamente tu “amigo” Chalo

A mi gran amigo Francisco Martínez
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