viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- En la madrugada de un día que no recuerdo, hace muchos años, sonó el teléfono de mi casa y una voz me amenazó de muerte. Fue la primera vez. No hice demasiado caso, aunque sí llamé al entonces gobernador civil, Julio Pérez, y le conté mis sospechas. Julio me aseguró que tomaba buena nota de la amenaza y de la sospecha, pero yo no solicité escolta ni nada de eso porque me parecía entender que si alguien me hubiera querido hacer daño físico no lo anuncia, sino que se acerca a mí y actúa. En las últimas semanas he recibido varias amenazas de muerte a través del e-mail, lo cual me extraña porque no me meto con nadie y me he convertido en un profesional de corte, y ya era hora, que practica periodismo de salón. Quiero creer que quien envía las misivas es un loco, obsesionado con mis escritos, que por otra parte se han convertido en muy suaves.

2.- No he denunciado tampoco estas amenazas porque me parecen pueriles y fuera de lugar. No las puedo comparar con las que han sufrido dos juezas en ejercicio en Tenerife, una destinada ahora a un juzgado civil y otra en una Sala de la Audiencia Provincial. Estas magistradas llevan escolta porque unos desalmados han amenazado con atacarlas. A las dos las conozco y me parecen excelentes profesionales, trabajadoras y honestas. Una de ellas, quizá con la intención de quitarse de la carrera judicial algún día, ha comenzado a estudiar medicina. Es terrible que todavía haya gente que acuda a la amenaza y a la intimidación de profesionales de distintos campos. Actuamos a veces como un pueblo de bárbaros.

3.- Tengo un buen filtro en la Internet para no recibir lo que no me interesa. Quiero decir que las cartas que me envían, insultándome, jamás las leo. Sólo respondo a aquellas en las que se me trata con respeto. Estoy bastante harto de los desalmados que se creen con derecho a ponerte de chupa de dómine tan sólo porque discrepas de lo que ellos piensan u opinan. No se han dado cuenta del siglo en que vivimos -el XXI- en el que la libertad se ha consagrado como un don sagrado. No me asustan las amenazas; en realidad jamás han hecho mella en mi ánimo, ni las recibidas por correo ni las pocas que me han dirigido personalmente. Y, como es lógico, voy por ahí sin nadie que me proteja, sólo con un spray de pimienta; eso sí, muy eficaz.

[email protected]

Amenazas de muerte
Comentarios