viernes. 29.03.2024

1.- Por razones familiares tengo que ausentarme más de dos semanas a Andalucía. No descuidaré la cita con ustedes, pero posiblemente les hablaré de esta tierra en la que viví de joven. Siempre me ha apasionado Andalucía, por su color, por su olor y por lo que tiene de misterio. Yo viví en Sevilla, en La Palmera (inicio de la carretera de Cádiz), cerca del estadio "Benito Villamarín " y del Puesto de los Monos. Es verdad que Sevilla tiene un color especial, como cantan Los del Río . Nunca he podido olvidar esta ciudad, que llegué a conocer como la palma de mi mano, empaparme del humor extraño de su gente y consumir más cerveza que cualquier mortal en una venta que se llamaba "Baturone", cerca de La Macarena. Ya nada de eso existe, aunque sí las dulcerías y cafeterías de la calle Sierpes, como "Ochoa "; y el "Kiosco Oliva ", en Reina Mercedes , del que ya les he hablado, al que por razones más que obvias llamábamos los estudiantes "El Coño de la Bernarda".

2.- Han cambiado muchas cosas en Sevilla, donde por menos de tres euros de hoy yo me compraba un jersey en la Plaza Nueva, allá por 1968. Como soy un tipo que lo guarda todo, conservo aquellas facturas. Siempre fui un manirroto, pero don Evaristo , que representaba a mi abuelo en el Mercado de Entradores, me entregaba puntualmente 4.000 pesetas de la época para pagar el colegio mayor y cubrir mis gastos de bolsillo. Entretanto, mi abuela me enviaba de vez en vez 200 pesetas, en dos billetes de cien metidos en un sobre, entre dos postales escritas con sus recomendaciones, que me llegaban puntualmente. Siempre he confiado en Correos: nunca me ha fallado.

3.- Ahora vuelvo a Andalucía, esta vez por otras razones que no tienen que ver con el turismo, sino con la salud. Y volverán a mí los olores de las ciudades: de Jerez, que huele a manzanilla; de Cádiz, que huele a mar; de Sevilla, que huele a azahar; de Córdoba, que olía a cuero y a oro, si es que el oro huele, que ya no me acuerdo; de Málaga, que huele a pescaíto frito; de Granada, que huele a los moros; lamento no conocer el olor de Almería: nunca he estado allí. Y Jaén me recuerda a un castillo, parador de turismo, donde habita un fantasma que rueda muebles por la noche. Yo lo he escuchado. Una vez estaban rondando al fantasma unos tipos tan pesados que me vi obligado a regarlos con baldes de agua para que cejaran en su empeño. Ay, me olvidaba de Huelva: jamón serrano del bueno en la sierra de Aracena; coquinas en Punta Umbría. Y, después de Ayamonte, Portugal. Vuelvo a Andalucía. Vuelvo a mi antiguo hogar.

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