viernes. 19.04.2024

Soy usuario casi diario (nocturno, noctámbulo o noctívago, para hablar con mayor propiedad en mi caso) del aparcamiento subterráneo del antiguo Parque Islas canarias (el “parking”, como mal dicen los falsos políglotas y verdaderos papanatas anglimemos). Como a la fuerza ahorcan, y el espacio para dejar el coche en la caos-pital lanzaroteña es el que es (nulo), voy siempre a tiro hecho y dejo allí la imprescindible máquina de contaminar. Luego, pago la multa de turno sin rechistar y a otra cosa. Pero una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas, si las matemáticas no engañan.

Una cosa, en efecto, es la evidente utilidad actual de ese aparcamiento y otra cosa es el respeto que le deben a las leyes las instituciones públicas, que al menos en buena teoría son las primeras que están llamadas a predicar con el ejemplo. O sea, justo lo contrario de lo que ocurrió con todo lo relacionado con esa megaproyecto capital. Los tribunales de Justicia se empeñan en sentenciar que la obra de marras se hizo de forma y manera irregular, por decirlo diplomáticamente.

Ahora, el alcalde capitalino es el indolente Enrique Pérez Pachorras, al que tanto le da ocho que ochenta, como es triste fama. Pero verdad es también que otros compañeros suyos de partido ya se venían cubriendo de gloria de antemano con respecto al macroproyecto desde aquellos tiempos de la infumable nota de prensa que años atrás hacía pública para contrarrestar las ya por entonces razonadas y razonables denuncias de la Fundación César Manrique sobre aquel aparcamiento subterráneo que debió quedar aparcado o abortado en su día y momento. Ahora, claro, el remedio (el derrumbe del edificio) puede ser incluso peor que la propia enfermedad. Pero es que la enfermedad había que atajarla cuando había lugar para prevenir en lugar de curar la gangrena.

Con aquella recordada y malhadada nota de prensa, el P$OE lugareño se quitaba otra de sus múltiples caretas. Porque el P$OE insular, desde que se inventó el engañoso palabro, habla constantemente de la sostenibilidad, de la defensa de los espacios públicos por encima de los intereses urbanísticos y especulativos de unos pocos, del respeto a la opinión ciudadana y otras cantinelas en las que no cree ni en broma, y luego va y sale diciendo lo mismito que decían los líderes de su odiada Coalición Canaria: es decir, aquello tan democrático de que si la Fundación o cualquier otro colectivo social quiere opinar sobre asuntos de la importancia del aparcamiento del Parque Islas Canarias, que se presenten a las elecciones. Todo eso está escrito. No me lo invento. Las hemerotecas (y no digamos ya las videotecas, porque le dedicamos varios debates monográfico en televisión al polémico asunto que aún colea) no me dejarán por mentiroso.

Aquella patética nota de prensa del P$OE conejero no nos cogía en fuera de juego a quienes ya andábamos más que desengañados de este infrasocialismo de pijos y renovadores de la nada, pero es cierto que el deleznable comunicado le acabó abriendo los ojos a los que hasta entonces se negaban a ver la más palmaria y lamentable realidad de un partido/rajado que ya no es ni sombra de lo que alguna vez quiso ser. La ideología, la ética y la honradez pública la debieron dejar aparcada definitivamente, puede que bajo los escombros del propio aparcamiento subterráneo del parque Islas Canarias. ([email protected]).

Aparca como puedas
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