viernes. 29.03.2024

Ayer saltaba a todos los medios de comunicación la noticia de que el personal docente y administrativo de la Escuela de Hostelería no cobraba su sueldo desde el pasado mes de octubre. Una noticia que se viene repitiendo cada cierto tiempo desde hace ya bastante sin que se le ponga un remedio definitivo, sólo parches que cada dos por tres se caen de la herida.

24 horas antes los afectados trabajaban mañana y tarde en las Jornadas de Puertas Abiertas, como si de una huelga a la japonesa se tratase. Querían mostrar a los lanzaroteños lo que aprenden en la Escuela a través de los ciclos de restauración, turismo o técnicas de alojamiento. Los alumnos y profesores de la Escuela quisieron hacerlas coincidir con los actos que desde hace días están llevando a cabo para denunciar la situación de precariedad en la que se encuentran.

Además, los 16 docentes, 4 administrativos y 68 alumnos emprendieron ayer una marcha desde la fábrica de Garavilla hasta el Cabildo vestidos de camareros y cocineros para llamar la atención, especialmente a los políticos, que a pesar de las promesas hechas por los diferentes representantes de los partidos que han gobernado el Cabildo, nunca se han llevado a efecto.

Lo próximo será la huelga prevista para el próximo 18 de abril ...

Casi 20 años han pasado ya desde que se creó esta Escuela, polémica desde un primer momento, ya que a pesar de considerarse necesaria en una isla como Lanzarote donde el Turismo ocupa más del 90% de la actividad de la Isla, existía ya, dependiente de la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, un módulo de Formación Profesional donde los alumnos lanzaroteños podían estudiar las mismas materias que en la Escuela de Hostelería.

Este ha sido desde el primer momento el argumento esgrimido por el Gobierno de Canarias para no hacerse cargo de un centro que con el tiempo y a pesar de las dificultades con las que han tenido que lidiar sigue siendo ejemplo del buen hacer. Está claro que a lo mejor en su momento no tenía que haberse hecho sin contar previamente con el consentimiento del Ejecutivo canario, pero una vez realizada, lo que no parece de recibo es que se abandone hasta el punto de llegar a cerrarla.

Pasado este primer capítulo escabroso, hubo un acuerdo entre el Ayuntamiento de Teguise, corporación donde está ubicada dicha Escuela y al que están adscritos los trabajadores de la misma, y el Cabildo, mediante el que el segundo aportaba a través de subveniones el dinero necesario para pagar a los trabajadores de la misma. Pero tampoco fue adelante, porque cada cierto tiempo, como si de un lapsus estacional se tratara, el Cabildo se olvidaba de que había que pagar los salarios de los trabajadores. Unos trabajadores que tienen familia y unas obligaciones económicas que cumplir.

El tercer paso en esta interminable historia fue la constitución del Patronato de la Escuela de Hostelería, integrado por las patronales turísticas, Ayuntamiento y Cabildo, pero nunca pasó de ahí, de la presentación y de las buenas intenciones.

Las reivindicaciones de los trabajadores son elementales: seguridad salarial y continuidad en el tiempo. Casi 20 años han pasado y todavía los políticos de Lanzarote no han sido capaces de darle una solución a una escuela que la demanda desde hace tiempo.

Da igual quien haya hecho esa Escuela, es irrelevante también cómo se distribuye el dinero a aportar por cada entidad, ni siquiera son importantes las personas que tendrían que colaborar, que serían todos aquellos relacionados con la hotelería y el turismo, incluido los empresarios hoteleros que son los que demandan principalmente ese tipo de profesionales, lo importantes es que hay muchos profesores desilusionados y cansados de luchar y otros tantos alumnos inseguros sin saber si el año que viene podrán continuar con sus estudios.

Es necesario poner fin a esta situación y darle una solución definitiva a esta Escuela que es tan necesaria para Lanzarote. Es fundamental la voluntad y el compromiso político en un tema tan necesario en nuestra isla como es la educación de nuestros jóvenes.

Casi 20 años después
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