sábado. 20.04.2024

Juan Jesús Bermúdez Ferrer,

Presidente de Canarias ante la crisis energética.

Son varios miles los ciudadanos africanos que, arriesgando sus vidas, han arribado ya a las costas canarias, reproduciendo como si de un espejo histórico se tratara la emigración que un día nuestros abuelos y padres hicieron a América. Sin embargo, en ese reflejo algunas cosas han cambiado: la población del planeta se ha duplicado desde entonces, a un ritmo sin precedentes históricos y, sin embargo, los recursos naturales que abastecen a la misma están mostrando síntomas visibles de agotamiento: han desaparecido el 90% de los peces del mundo, el desierto y la urbanización elimina miles de hectáreas de terrenos fértiles al año, básicas para alimentar a la población; el agua dulce se contamina o se sobreexplota; el clima anega costas y altera las condiciones climáticas necesarias para los grandes cultivos, y el petróleo - base energética de nuestras sociedades - llega a su máximo histórico de producción, para comenzar su declive posterior: cada vez menos energía para más personas. Diversos científicos consideran que hemos superado definitivamente la capacidad de carga del Planeta y que, si no se actúa de inmediato, será inevitable un dramático ajuste poblacional, de dimensiones también históricas.

Canarias asiste a este “fin de fiesta de los recursos naturales” con una práctica amnesia histórica. Sólo hace cinco décadas la mayoría de la población de las islas - un tercio de los que hoy la pueblan - subsistía con una dieta pobre en proteínas, y tenía escasos recursos, no sólo por el injusto reparto de la riqueza, sino por la escasísima existencia de recursos propios.

Sin embargo, hoy vivimos una época de excepcional y, se puede afirmar, fugaz abundancia, en un archipiélago que da de comer tres veces al día a casi 2.000.000 de personas. Eso sí, importando la práctica totalidad de sus alimentos y la energía que mantiene la producción industrial de agua, la economía turística, el sector de la construcción, y un largo etcétera. Canarias es hoy una “burbuja energética” que consume más de 100.000 barriles de petróleo al día. Cada canario dispone de 200 veces más energía al día que un inmigrante de Malí, o de otros países del entorno, aunque Ghana, Guinea, Nigeria o Angola exporten petróleo. Y por eso vienen en cayucos, porque no consumen el petróleo que producen. Lo consumimos nosotros.

Seguirán viniendo. Mientras no disminuyamos nuestro ritmo de consumo, la injusticia que provoca este desigual reparto de recursos moverá cada vez más a los africanos a llegar a las islas o a otros destinos. Las migraciones son fruto del reparto injusto. El mundo no puede producir muchos más millones de barriles de petróleo al día (los mismos cuya combustión está provocando el cambio climático), por lo que sólo cabe un reparto justo de los recursos existentes. Esa es la verdadera cooperación, la que consiste en dejar de beneficiarnos de repartos crueles de recursos que otros necesitan para lo básico. Lo demás, superchería.

Claro, que no todo es tan sencillo. El petróleo que nosotros consumimos, que pasa o sale de las costas africanas sin atracar en sus puertos, es el que mantiene nuestra economía turística, de importación de todos los bienes esenciales, la alta movilidad, empleo en la construcción, incluyendo el empleo del inmigrante, etc. ¿Cómo resolver este dilema? ¿Qué ocurrirá en Canarias, en África, cuando el barril de petróleo llegue a los 100 ó 150$, debido a su descenso en producción, en fechas más bien cercanas? Canarias debe empezar a preguntarse estas y otras cosas, con urgencia. El planeta no es infinito, y urge un cambio de las reglas que tanto dolor hoy producen. Los tremendos viajes de los cayucos no los recuerdan todos los días.

Cayucos y petróleo
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