martes. 16.04.2024

Como ciudadano de tercera, de cuarta o de quinta me sentí esta misma semana en una de las tantas colas que se forman diariamente en la Comisaría de la Policía Nacional para algo tan simple, a la vez que necesario, que expedir el carnet de identidad de mis hijas. Y es que muchas veces cuando me pasan cosas como éstas me revolotea por la cabeza una y mil veces dónde van a parar los impuestos que pago anualmente a la administración. Cómo es posible que con la cantidad de dinero que pagamos todos los españoles a ese ente arcaico y lleno de funcionarios aburridos y malhumorado -muchas veces, con toda la razón del mundo porque no es de recibo trabajar en esas pésimas condiciones- que se llama administración, nos den unos servicios totalmente tercermundistas. Ya decía alguien que no te dabas cuenta de lo que es aquello hasta que no lo vives, y es verdad, hay que vivirlo para ‘maldecir' todo lo que te rodea, sobre todo cuando después de toda una mañana perdida te dicen sin inmutarse que necesitan otro papel y que repetir nuevamente la operación. Lamentable.

Sucedía que yo, ilusa de mi, creyéndome que lo conocía todo acerca de la administración, y aprovechando los días de vacaciones de las niñas, me presenté desde las siete de la mañana en las puertas de la Comisaría para pedir número con el objetivo de sacar el carnet de identidad a mis hijas. Mi intención no era otra que aprovechar las fechas de Carnaval para que mis hijas no perdieran horas de clase. Pero ¡oh!, sorpresa, había algo con lo que no contaba, con el papeleo y la burocracia de la administración, además de la ‘mala gana' de los funcionarios para buscar soluciones a los pequeños problemas.

Pues bien, como decía anteriormente, aproveché el 'miércoles de ceniza' para ir a Comisaría a coger mi número. Me dieron los números 11 y 12 y comenzaba a las nueve con el 50. Pregunté al policía a qué hora podría venir y los papeles que necesitaba y me dijo que volviera sobre las 12 con el libro de familia y el carnet de la madre que acompañaba a las menores, insistiendo en que con eso era suficiente.

Me confié, sobre todo porque a esa hora no te dejan subir al interior de la Comisaría donde supuestamente están los papeles informativos con los documentos que necesitas y porque yo, al contrario que los funcionarios que te hacen esperar horas y horas para hacerte una gestión, no tengo esos días de los que ellos sí disponen para asuntos propios.

Sobre las doce pedí permiso en el trabajo e hice que mi madre, una señora de 70 años, se acercara a la Comisaría para que una vez que finalizadas las gestiones, pudiera llevarse a las niñas mientras yo regresaba al trabajo. Pero cual fue mi sorpresa que después de estar allí casi una hora más cuando entro por segunda vez a la oficina donde te expiden el carnet de identidad, porque la primera me echaron literalmente ya que según el funcionario había mucha gente a pesar de haber pasado el número, me dicen que todo mi tiempo estaba perdido y que con el libro de familia no podían hacerme el carnet.

A pesar de que casi le imploré a la funcionaria que me lo hiciera y que yo al día siguiente le traía las partidas de nacimiento, -que me expliquen a mi qué diferencia hay entre una partida de nacimiento y el libro de familia, estando además acompañadas de su madre y con el carnet original de ésta-, sobre todo para no tener que sacar a las niñas del colegio y que tuvieran que perder horas de clase, el ‘no' fue la única respuesta que recibí. Deprisa me hicieron salir de allí, desentendiéndose del problema y diciéndome que si había recibido una información errónea, el culpable era el policía y no ellos, cerrándome la puerta en las narices.

En fin, toda una odisea que me costó un enorme ‘cabreo', el mismo que a los miles de usuarios que pasan diariamente por esa Comisaría de Policía. Es inaudito que paguemos unos impuestos regularmente y que recibamos ese trato vejatorio y sesgado de la administración. No hay derecho a que en una isla con el crecimiento que ha tenido Lanzarote, tengamos unos servicios tan mediocres y tercermundistas. Es hora ya de exigir y de exigir que se nos trate como ciudadanos y no como números.

Sí, me sentí una ciudadana de tercera, al igual que todas esas personas que día tras día esperan pacientemente esas colas interminables convencidas de que van a perder toda una mañana de trabajo para hacer un papel si es que finalmente lo consiguen. No, señores, ya está bien. Pagamos suficientes impuestos como para tener un servicio digno y si para ello hay que contratar a más personas, pues lo hacemos. No se puede tratar a las personas como números. Basta ya de mediocridad.

Ciudadanos de tercera
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