miércoles. 24.04.2024

[Dedicado a Pedro Hernández, que me sugiere que me pronuncie sobre el asunto, aunque la última vez que me mojé casi me ahogan]

Fue cosa de resucitar la recurrente, sobada y cíclica noticia-Guadiana sobre las prospecciones o futuras extracciones petrolíferas en las costas de Lanzarote y Fuerteventura y, al momento, todo el mundo acordándose del querido y vecino país marroquí, a cuyo monarca tiene y quiere el nuestro, Juan Carlos el campechano, como si fuera o fuese un primo... y no añado más al respecto.

Una de las últimas veces que dedicamos esta humilde columna a los planes nucleares de Marruecos, algunos periodistas del vecino país tuvieron a bien hacerse eco de la misma en sus medios. Para el director del influyente “Aujourd'hui Le Maroc”, desde esta otra orilla exageramos cuando ponemos el grito en el cielo cada vez que nos enteramos -un suponer- de las intenciones del Reino alauí de disponer de la misma energía nuclear con la que llevamos años contando en España, Francia y en otros países teóricamente más civilizados que, hipócritamente, se alarman cuando en el teórico tercer mundo pretenden acceder al mismo nivel de desarrollo tecnológico. El paternalismo de los más ricos hacia los más pobres crea situaciones que en ocasiones pueden resultar hasta cómicas, de puro cínicas. Hasta ahí estamos de acuerdo.

Empero, una cosa no quita la otra. Que en Canarias, y sobre todo en las islas más cercanas geográficamente a Marruecos, estemos siempre con la mosca detrás de la oreja cada vez que tenemos noticias de centrales nucleares justo ahí al ladito, a un tiro de piedra de Lanzarote y Fuerteventura, parece inevitable. La geografía es la que es, y además tenemos las corrientes marinas que tenemos y estamos en una zona de especial sensibilidad sísmica, como es triste fama. O sea, más leña al fuego. Eso por no hablar de lo que supondría para las islas, cuyas economías penden y dependen de los vaivenes de una industria tan poco estable como el turismo, que anda de capa caída de último (como toda la economía en general), una alarma nuclear como las que ya se han vivido en otros puntos del planeta, incluso en países técnicamente más avanzados -como de aquí a China- que Marruecos. El mosqueo insular, por lo tanto, tiene su razón de ser, y no es caprichoso ni arbitrario.

La intención de Marruecos de construir una planta nuclear para la producción de electricidad en Sidi Boulbra, a 400 kilómetros de Lanzarote va viento en popa. La denominada hoja de ruta del Gobierno marroquí para los próximos diez años apuesta decididamente por la energía nuclear como complemento al gas natural y a los denominados recursos nucleares. Son 200 kilómetros más de distancia de nuestra isla que Tan Tan, donde habían pensado inicialmente los vecinos marroquíes, a finales de la década de los noventa del siglo pasado, levantar una planta desaladora, muy distinta a las de Inalsa, utilizando tecnología nuclear china. Precisamente china, y no es un cuento. Tan Tan en serio iba la cosa, que el entonces consejero de Industria del Gobierno canario, Lorenzo Suárez, viajó por aquellas fechas a Rabat para ofrecer una alternativa: levantar una desaladora que funcionara con energía eólica. Ninguno de los dos proyectos salió adelante, y de lo eólico sólo conocemos de último lo del caso judicial que lleva el mismo nombre.

Los canarios podemos terminar pensando que el Rey Mohamed VI no nos tiene en muy alta estima cuando se empeña una y otra vez en colocarnos la central nuclear de marras justo detrás de nuestros cogotes. Pero eso son receles infundados e injustificados. Manías nuestras. Boberías bobas, como dice el canario viejo cuando se pone a hacer arte de la redundancia. ([email protected]).

Desde Marruecos, con amor
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