jueves. 28.03.2024

Por J. Lavín Alonso

“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo, circunstancias de donde surgen la usurpación y la tiranía”. Estas palabras fueron pronunciadas por Simón Bolívar al convocar el Congreso de Angostura, el 15.02.1819. Palabras, sin duda, llenas de sentido común y visión política del futuro que habría de corresponder a los piases que iban a surgir del Imperio Español en el Nuevo Mundo, tras los diversos procesos de independización que comenzaban a gestarse entonces.

Durante buena parte del siglo XX, especialmente a lo largo de la Guerra Fría, Washington fue muy criticado por la progresía occidental dado el apoyo que prestaba a una serie de gobiernos dictatoriales, antidemocráticos y, generalmente, de corte militar, casi todos ellos en el Cono Sur del continente americano. Se trataba entonces de la misma progresía escorada a babor que hizo la vista gorda con el bloque antagonista en dicha guerra fría, liderado por el Kremlin, que venía siendo, si cabe, aun más totalitario y antidemocrático. Pero la memoria colectiva suele tender a la amnesia o es fácilmente manipulable, y para este último menester, los totalitarismos se pintan solos, como es fácil comprobar, aun hoy día.

A finales de los 50 apareció una novela de dos autores norteamericanos titulada “The ugly American” - El americano feo - en la que criticaban ácidamente la arrogancia y prepotencia de la que hacían gala los diplomáticos y empresarios de la época en un país asiático imaginario, pero fácilmente ubicable ahora en función de los acontecimientos posteriores. Pues bien, según afirman o escriben en la red periodistas y comentaristas de diversa índole, en Hispanoamérica comienza a hablarse de lo que se podría definir como un correlato del mencionado “americano feo”. Se trata del “español feo”, en su variante carpetovetónica. Ello se debe, al parecer, a las connivencias de tipo político y económico que los sucesivos gobiernos españoles han venido manteniendo y mantienen con gobernantes de Hispanoamérica a quienes resultaría algo excesivo aplicarles el calificativo de demócratas o respetuosos con los derechos más elementales de sus gobernados.

El gobierno actual está haciendo exactamente lo que los progresistas del pasado siglo tanto criticaron al americano feo - cuando veían nítidamente la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio , pero con el signo cambiado - que no es otra cosa que tratar consideradamente a dictaduras vergonzosas o a quienes se hallan en franco progreso hacia ellas. Así de sencillo, intentando favorecerlas en los foros internacionales y desoyendo las demandas de las víctimas. Se criticaba antes a Washington por tener buenos tratos con elementos como Somoza, Franco, Pinochet o Batista, y ahora resulta que Madrid hace tres cuartos de lo mismo con Castro o su fiel epígono Chávez, por no citar unos cuantos elementos más de su entorno doctrinal. Eso por no hablar lo que está ocurriendo en el ámbito interior con el terrorismo o los separatismos más disolventes. En cuanto a lo de la milonga esa de la Alianza de civilizaciones, curiosa mistificación que imagino producto de una ignorancia enciclopédica de la Historia, cuando no de un revanchismo irredento, me viene a la memoria una frase de Benjamín Franklin: “Los que están dispuestos a renunciar a la libertad para comprar un poco de seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad”.

El carpetovetónico feo
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