jueves. 18.04.2024

Por J. Lavín Alonso

Dice Alexis de Tocqueville en su libro El espíritu de las Leyes: “Todo hombre que falte al honor queda sometido a la censura, aun de los que no tienen ningún honor”. Estas afirmaciones, viniendo de un paladín de la democracia como este jurista y político francés del siglo XIX, suenan a admonición terrible, sobre todo en lo tocante al honor, sustantivo que el DRAE define, en su primera acepción, como “Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo”. Naturalmente, esta cualidad es deseable en todas y cada una de las personas que conforman una sociedad o una nación, aun a sabiendas de que en ocasiones, y por diversas causas, dicho empeño constituye una formidable entelequia.

Cabe ahora preguntarse si, efectivamente, la conducta de algunas personas, sobre todo aquellas ubicadas en el terreno de las actividades publicas o políticas, se ajustan escrupulosamente a tal norma de conducta. Mucho temo que la triste realidad no enseñe que no. El diario acontecer de la cosa publica nos indica que, de vez en cuando, se dan casos en los que ciertas conductas hacen que el honor quede un tanto maltrecho. No hace al caso nombrar al pecador – ya se encargan de eso los medios – pero si nombrar el pecado: corrupción en sus diversas variantes, y que cada palo aguante su vela.

Añade Tocqueville: "Cuando la religión de un pueblo es destruida, la duda adquiere tal fuerza que paraliza parcialmente el resto del intelecto. Tal situación no puede sino enervar el alma, relajar las fuentes de la voluntad y preparar a la gente para la servidumbre. Cuando ya no existe un principio de autoridad religioso aparte del político, el hombre se va rápidamente asustando por la apariencia de su ilimitada independencia. El despotismo puede gobernar sin fe pero no así la libertad. La religión es mucho más importante en repúblicas democráticas que en cualquier otra. ¿Cómo es posible que una sociedad pueda escapar de la destrucción si su vínculo moral no es reforzado en proporción a relajamiento del vínculo político?". Un político y humanista norteamericano, Thomas Jefferson afirmaba preferir una prensa sin gobierno a un gobierno sin prensa. Mas claro, agua.

El espíritu de las leyes
Comentarios