sábado. 20.04.2024

Por INA

Hoy he vuelto a subir, no sé exactamente que es lo que me atrae a este lugar en concreto pero vuelvo una y otra vez siempre que puedo, pueden pasar días, semanas, meses incluso años hasta volver a sentarme sobre esa piedra que se ajusta a mi forma como si así estuviera dispuesto de antemano, era yo el que tenía que encontrarla (ella siempre a estado allí), algo, hace tiempo, me atrajo a este lugar donde me siento para dejarme llevar observando el horizonte al ocaso, siempre al ocaso (las mañanas son muy frías aquí) viendo como se funden la esperanza con la nostalgia, cuando no hay brumas que empañen mi visión puedo decir ha sido perfecto, pero no siempre es así, más bien casi nunca; incluso entre la luz aún puedo verme arropado por un manto de nubes que sube buscando cobijo entre los picos que se suceden discontinuos y pelados, se ven puros, mostrándose como son, indefensos y frágiles a pesar de su gran tamaño.

Si esto lo repitiera todos los días, cada día sería diferente al anterior y al que está por venir, cada día sería nuevo, un nuevo horizonte se mostraría ante mi pero no con tanto poder como cambiar la idea que tengo de él cuando no estoy allí, en cualquier lugar y cualquier hora puedo cerrar los ojos y evocar su recuerdo, recuerdo que vale por todos, los que fueron como los que vendrán, porque lo tengo grabado, porque en realidad es uno, se puede mostrar mejor o peor, puedo estar para verlo o no, pero en definitiva siempre será el mismo, mi horizonte, mi futuro.

Allí sentado se desvanecen las dudas entre las brumas dando paso a la claridad, organizo los pensamientos, me surgen nuevas ideas y propuestas, es un lugar regenerador, es mi lugar, un lugar igual al de todos, porque todos tenemos ese lugar secreto donde sentir abiertamente, donde nos ausentamos temporalmente de lo cotidiano para preparar y organizar, para prepararnos y organizarnos para continuar.

Horizontes
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