Por Tomás J. López González
Jornadas postelectorales (I): Coalición, “des-hecho” en Canarias.
Jorge Coll se deshacía en el plató, y no era ni por el calor ni por los focos. Yo, que siempre me lo había imaginado en lo más alto del Gran Hotel defendiendo desde allá arriba fortunas aun más altas, lo veía hacerse cada vez más chiquitito. El batacazo que predecían casi todas las encuestas para Coalición se hacía superlativo. Y digo casi porque hubo un sondeo que, al parecer, Pepe Torres hizo entre sus familiares; y los muy ruinitos también le mintieron y fueron a votar otra cosa.
Lo de C.C. ha sido de manual. De manual de lo que no se debe hacer. Es difícil haber estado tan alto y caer tan bajo. Como ya escribí hace unos días lo tenían todo: casi todos los ayuntamientos, casi todos los cabildos, todo el gobierno, casi todos los medios. Por si fuera poco, en las últimas semanas reforzaron su ofensiva. Pero de nada les sirvieron los canales 24 horas, las millonarias inversiones en publicidad, las inauguraciones múltiples, los carteles en los que cambiaron el “Hecho en Canarias” por un vergonzoso “Hecho por Mª Isabel Déniz”, ni parece que vaya a cambiar mucho la cosa el “cuasi-pucherazo” de Maracay, en el estado venezolano de Aragua. El balance de bajas para Coalición incluyó, finalmente, el ayuntamiento de Arrecife, el de Teguise, el de San Bartolomé, el Cabildo y cuatro parlamentarios autonómicos en el conjunto de Canarias. Faltó Tinajo y Haría, este último por poco, para hacer pleno.
Lo que en Canarias se hizo, efectivamente, hace 13 años, se ha deshecho ahora como un terrón de azúcar. A Coalición no se le puede negar, haciendo balance de lo que ha sido y ya no es, su capacidad durante una década larga para convocar el voto de los canarios que creían -creíamos, y seguramente creemos- que las decisiones se deben tomar aquí, y no desde fuera. Además, ha contado con en el apoyo de los indicadores económicos del país, que han mejorando durante su gobierno.
Es por eso que los que se dicen nacionalistas estarán esta noche -escribo en la madrugada del 27 al 28 de mayo- preguntándose cómo han podido fallar esas dos máximas -independencia de Madrid y desarrollo- que les hacían revalidar victorias. Muchos, al tiempo, se preguntarán qué harán en las afueras del poder, con lo calentito que se estaba dentro, y lo acostumbrados que estaban.
Lo cierto es que los canarios y canarias que en este 27M se han acercado a sus mesas electorales -no muchos- iban buscando algo más. No sólo cambio, que también. Los canarios han comenzado a ver cómo la bonanza económica de la que ha presumido Coalición pierde fuelle; los canarios han visto cómo la riqueza no se repartía lo suficiente; los canarios no han caído en la trampa de creer que se puede continuar con el modelo desarrollista de piche y cemento al tiempo que se cierran las puertas de la inmigración, porque la segunda es efecto de lo primero. Los canarios han votado por el cambio, sí, pero también contra una supuesta corrupción que parece enquistarlo todo, contra los chaqueteros, contra los que toman como última medida de la legislatura la aprobación de 50000 camas turísticas “extra”, con la excusa de que son “de interés general”... Los canarios no podían dejar ganar a un partido que no tiene representación en Gran Canaria, que se llenó de tránsfugas en Lanzarote y que se cree que el tranvía de Tenerife soluciona el futuro a las siete islas, cuando en el mismo Tenerife hay hospitales colapsados y facultades que se caen a trozos. Los propios tinerfeños, siempre fieles a ATI, empezaron a juzgar lo de Vilafror, lo del puerto de Granadilla, lo de las Teresitas, lo del eterno apagón tras el Delta...y quizás hasta el bochorno de la “gala Amargo”. Y terminaron por retirarle parte de su apoyo histórico. En Gran Canaria, por su parte, Coalición ha desaparecido. Y con ella desaparece también la oscura figura de Jose Carlos Mauricio, a quien habían vendido el proyecto nacionalista en la mayor ciudad del Archipiélago. En nuestra isla, María Isabel Déniz se ha adjudicado el dudoso honor de personificar el hecho, sin precedentes históricos, de que el partido en el gobierno de la capital pase a ser la cuarta fuerza política municipal. Y aun con todo han tenido suerte. La división del voto nacionalista que estaba fuera de la hegemonía de ATI -P.N.L, Nueva Canarias, P.I.L. y, en menor medida, CCN- y la injusta ley electoral han hecho que 5 posibles escaños de esas formaciones se quedaran en cero.
Había demasiadas cosas que a los canarios nos olían mal, y estábamos cansados de andar diciendo ‘¡foh!' allí a donde fuésemos. Quizás no sabíamos del todo de dónde venía la peste, pero teníamos claro que había que desinfectar. Y hacía un tiempo que Coalición había dejado de merecer el apoyo que los isleños le daban, y por eso decidimos deshacer lo que una década antes contribuimos a fabricar.
CC es una formación solapada al poder. Nació poderosa y sin él no se entiende. No será difícil, pues, que si no alcanzan el Gobierno autónomo, la formación se deshaga del todo, al menos tal y como hoy la conocemos. Se deberían abrir, entonces, nuevos caminos en el ámbito del nacionalismo canario para que otra formación, o una CC profundamente renovada, vuelva a merecer la confianza de los canarios y canarias.
Jornadas postelectorales (II): PP, el peligro de gobernar desde Sol.
Al PP de Canarias no creo que le sirva su ascenso en Arrecife o Tías. El golpe ha sido tan fuerte donde más duele que la tirita de Cándido Reguera no habrá servido para mucho, máxime cuando, con sus cuatro concejales, se quedará en la oposición en la capital de esta isla.
El PP ha perdido la alcaldía de la primera ciudad de Canarias -Las Palmas-, de la segunda de Gran Canaria y tercera del país -Telde- y la mayoría absoluta en la presidencia del cabildo de la isla capitalina.
Aparte de CC, la jornada de 27M ha dejado a un claro fracasado en Canarias, que más que el PP es José Manuel Soria. Soria ha dirigido a la sucursal canaria de este partido como los virreyes gobernaban en Indias. No esperaba, en cambio, Soria, que la puñalada se la diesen en palacio. El golpe se lo han dado los canariones a los que colocó en la plaza de la Fuente Luminosa una bandera del tamaño de su insularismo. Soria ha sido el representante del insularismo grancanario y de la derechona española en las Islas, dos aspectos que casi siempre convergen. Pero no ha rentabilizado el batacazo del nacional-insularismo tinerfeño y habría que preguntarse porqué. En la isla redonda no sólo querían cambio, como en toda Canarias. Además, unos cuantos de aquella isla viajaron a Madrid y se dieron cuenta que el invento del banderón no era una genialidad isleña, como el chorizo de Teror o el pan de Agüimes. El gran trapo, con distintos colores pero la misma carga ideológica, lo habían plantado ya en la Plaza de Colón de la capital de España desde hacía años. Tenían los palaciegos de la Gran Canaria la mosca detrás de la oreja cuando llegó ya no el virrey, sino el monarca, y les empezó a hablar de cosas que a ellos les tocaban de lejos. El Partido Popular ha creído que se podían plantear unas elecciones locales y autonómicas como si fueran una primera vuelta de las Generales. Y al menos aquí, en Canarias, y sobretodo en Las Palmas, los ciudadanos le han pedido respeto para nuestras pequeñas pero cercanas instituciones. La historia de De Juana y Batasuna da votos en la Villa y Corte, donde el PP ha ganado con mayoría absoluta y, visto lo visto -llevo un año viviendo en Madrid-, gobernará de manera absolutista. Pero aquí no, aquí nuestros problemas son otros, y no nos suelen saltar las lágrimas, como allá, cuando decenas de miles de personas se manifiestan en la calle de Alcalá con ‘rojigualdas' al viendo y el “chan-chan-chan-chan” del himno en las gargantas. Aquí, por el contrario, y sobretodo en Gran Canaria, caló más el mensaje que el PSOE lanzaba a nivel estatal. Lo de la corrupción sí nos resultaba familiar, y al PP canario le afloraban casos por todos lados. La ‘operación góndola' de Mogán, el ‘caso faicán' de Telde y el ‘eólico' en el Gobierno canario salpicaron de lleno al PP insular y a su presidente.
Además, no se puede ser abanderado de los intereses de Gran Canaria y pactar con el tinerfeñismo del tranvía, el auditorio multimillonario y el periódico ‘El Día', que les quería quitar hasta el ‘Gran' del nombre.
Rajoy, monarca del que dependía nuestro virrey, salió en la madrugada del 27M celebrando su victoria, por unos cuantos votos, con respecto al PSOE en el conjunto del Estado. Se olvida el gallego de que hay lugares donde la pretendida primera vuelta no tiene sentido, porque los parámetros de la Castilla profunda no sirven, y los partidos se multiplican. Su victoria fue fundamentalmente la de los millones de madrileños que le dieron su apoyo. Pero otros, como nosotros, los canarios -también los navarros o baleares- negaron su apoyo a un partido que es de centro no porque no esté en la derecha, sino porque piensa en y desde Madrid. Pensar desde la Puerta del Sol da votos para ocupar la Presidencia que está en aquella plaza, la de la Comunidad de Aguirre, pero es nefasta para este territorio de ultramar que, les guste o no, también decidirá quién gobierne España de aquí a menos de un año.
Jornadas postelectorales (III): PSC-PSOE, haciendo sonar el río.
En algunos casos casi se demostró. En el resto sólo fue un rumor, pero un rumor muy bien explotado. El ex ministro de la Justicia regresó al paralelo 28º para contarnos que esto se estaba convirtiendo en una cueva de ladrones. Quizás ya lo era desde hacía tiempo, y el PSC-PSOE era uno de los ‘Alí-Babás'. Pero esta vez el presidenciable tenía en su mano a la Fiscalía y fue a por los que más sombra le hacían. En el curso del año preelectoral la Justicia llamó a la puerta del hermano del candidato del PP a la presidencia del Gobierno y hasta enchironó a parte de su equipo en la Consejería de Industria, a raíz de las investigaciones del ‘caso eólico'. El PP terminaría por emporcarse del todo en Telde, con Toñi Torres como personificación de la Marbella que desayuna gofio, y Mogán. Tocados los conservadores, había que extender la sospecha de la corrupción al otro gran partido del país, Coalición. Ya he escrito en otro lugar que tanto el batacazo de los nacionalistas como el golpe recibido por el PP, sobretodo en Gran Canaria, responde más a sus irresponsabilidades y dinámicas internas que al daño hecho por otros. Pero eso no significa que Juan Fernando no pusiera toda la carne en el asador.
Efectivamente, faltaba Coalición. Por aquel entonces la formación no contaba con candidato a la presidencia autonómica. Pero había un personaje que, si no era al Gobierno, sí que iría a alguna de las grandes instituciones del Archipiélago. Miguel Zerolo, hasta este domingo alcalde de Santa Cruz con mayoría absoluta, ocuparía con total seguridad la candidatura de CC al Gobierno, al Cabildo de Tenerife o, en el peor de los casos, al ayuntamiento capitalino que ya regía. El periódico ‘El Día', el más leído de la “isla picuda”, y portavoz de la ATI más combativa e insularista, se deshacía en halagos hacia el que ya consideraban presidente de todos los canarios. Y fue entonces cuando la Fiscalía denunció el supuesto ‘pelotazo' de Las Teresitas. Zerolo se venía abajo y se conformaría en adelante con intentar revalidar su alcaldía en un clima en el que Coalición veía peligrar incluso sus feudos más fieles.
Por otra parte, el PSOE era de los pocos partidos que no había hecho del ‘pleito' su bandera, y eso le hacía contar con buenos pronósticos en el conjunto de las Islas. Este punto debería hacer reflexionar, a estas alturas, visto el éxito socialista, sobre la necesidad de “hacer patria” desde la tribuna política, para lo cual tampoco es necesario demasiado golpe de pecho, sino un poco de responsabilidad. Coalición era -y es, si no se han echado a correr- ATI: era Tenerife y sólo Tenerife, era el diario ‘El Día', era el gobierno del insulto para las islas orientales. Era un partido insularista con seis corresponsalías, unas más potentes que otras. El PP, Soria -que han sido durante demasiado tiempo la misma cosa-, era Gran Canaria, era el banderón de la Fuente Luminosa, era el insulto hacia lo que llegara de Tenerife, siempre que ellos no participaran del ‘pastel'. El asunto de la ‘gestora' en Lanzarote demostró hasta qué punto todo el PP canario estaba maniatado desde la casa-cabildo grancanaria. El PSOE, en cambio, no tenía sede fija, y llevaba tiempo siendo la segunda fuerza política en la mayoría de los territorios insulares. Los socialistas siempre han sido fuertes en Lanzarote, en Fuerteventura, en Gran Canaria y en Tenerife. En La Gomera ni hablemos, donde no gana CC, sino CCC, que no es una empresa cervecera, sino el Cacique Casimiro Curbelo.
Así las cosas, el PSOE solo debía esperar a que se completara el autodesgaste de CC y PP para saborear la victoria en Canarias, en islas como Lanzarote, y en ciudades como Las Palmas y Arrecife, donde parece que regresan los históricos Jerónimo Saavedra y Enrique Pérez.
Pero, sin duda, el gran acierto del PSC-PSOE ha sido el de insistir en el fantasma de la corrupción, achacándosela a la derecha popular y ática. Para ello contó no sólo con los resortes del poder que el Estado pone en manos del partido en el gobierno, sino también con grupos mediáticos afines como PRISA. El diario ‘El País', el más leído en España, insistía día tras día en colocar los supuestos casos de corrupción de Canarias entre la lista de los ‘escándalos' estatales, junto a Marbella o el Levante ibérico. Una mañana España se enteró de que Adán Martín era presidente de esta tierra porque su nombre se llevó a la portada de ‘El País' y de los informativos de la ‘Cadena Ser'. Se le relacionaba con el empresario Santiago Cazorla, uno de los imputados del ‘caso góndola' de Mogán. Poco después la Justicia demostró que el presidente estaba ‘limpio' -al menos por esa parte-, pero la sospecha ya estaba sembrada, y tocaba de lleno al máximo dirigente de la nacionalidad. Adán se apresuró a hacerle la “contracampaña” al grupo PRISA, y con ello al principal beneficiario de aquel descrédito, Juan Fernando López Aguilar. Pero los canarios seguimos con la mosca detrás de la oreja. Todo nos olía a corrupción. En la mayoría de los casos esta no estaba probada. Pero cuando el río suena... y a ese ruido Juan Fernando le había colocado altavoces. Sólo había que esperar al 27M para que los isleños votaran cambio.
Jornadas postelectorales (IV): PIL, tradición y mesianismo.
La gran sorpresa del pasado domingo la protagonizó, sin duda alguna, el PIL. Aunque crucificado, muerto y sepultado, supo resucitar de entre los muertos y convertirse en la segunda, y a pocos votos de la primera, fuerza política de Lanzarote.
Para ganar, el PIL volvió a sacar al mesías Dimas Martín Martín que, aunque en prisión, reapareció en los carteles de campaña. Y por si quedaba alguna duda de que el santo de Tahiche estaba detrás -y delante, y a un lado, y al otro-, dos de sus hijos se presentaron como cabezas de lista a dos de los grandes “fuertes pilistas”: Teguise y el Cabildo. Con la “victoria” del partido cobró sentido aquello de lo que muchos veníamos sorprendiéndonos, por incomprensible, desde hacía unas semanas: se entendió lo del cuadernillo electoral con la Dimas-portada, la propaganda con Dimas-carteles y hasta la Dimas-carta “desde la fría celda compañera de mis [sus] pensamientos”. Al tiempo, primeras páginas como las de ‘Lancelot', titulando “Dimas, el fin de una era”, se convertían en papel mojado.
La ciudadanía que votó al PIL lo hizo para demostrar a los tránsfugas de CC que los votos eran del partido y no suyos, y que nunca les perdonaron que no abandonaran el acta. Pero también muchos votaron al PIL para demostrar que los votos eran de Dimas, y sólo de Dimas, y que lo que no perdonaron fue que esta vez no acompañaran al líder a las puertas de la cárcel; que lo abandonaran a Él. No sabría interpretar cuántos votantes lo hicieron por lo primero y cuántos tenían como argumento el segundo. Lo cierto es que, ya sea en un caso o en el otro, si las cosas fueron así, habría que preguntarse la verdadera validez de las palabras de quienes hablaron en la fiesta montada por el PIL en la noche del victorioso recuento. El mensaje que allí se lanzó fue que había PIL para rato, que era aquella una apuesta de futuro. Pero ¿qué tipo de futuro? ¿hasta cuándo? Dimas va para 60; si en 2031 el líder no tiene el cuerpo para campañas ¿de dónde sacará el PIL los votos que Dimas, y solo Dimas, consigue? ¿Y más adelante? Suponiendo que Dimas sea mortal... ¿habrá PIL tras su desaparición física? ¿habrá herederos por derecho de sangre, como en una monarquía, o se recurrirá a la ‘güija'? Demasiadas preguntas. Lo cierto es que el PIL tuvo la oportunidad durante esta campaña de dejar a Dimas en un plano más discreto, pero no la aprovechó porque prefirió los votos que éste convocaba. Y no les defraudó.
La victoria de los independientes también nos hace plantearnos en qué tipo de sociedad vivimos y cuan larga es la sombra del pasado, no sólo la proyectada por Dimas, sino también por nosotros mismos, por nuestro pueblo, portador aun de una serie de valores que nos devuelven al ayer. Pensábamos que Dimas y el PIL estaban finiquitados porque creíamos que un determinado Lanzarote había recibido la extremaunción. Pero no, en pleno siglo XXI, por muy modernos que nos creamos, el pueblo, en el sentido minimalista del término, sigue vivo. Creíamos que Lanzarote había dejado de ser pueblo y se había convertido en ciudad, pero el PIL nos ha vuelto a recordar que no es así, o al menos no del todo, y que los valores del pasado siguen rigiendo las decisiones de buena parte de esta sociedad presente que, aunque distinta, en realidad, en su esencia no lo es tanto.
Ese pueblo conserva sus valores, y por eso votó al PIL. A este Lanzarote tan urbano en el aspecto como pueblerino en gran parte de las conciencias le importa más la fidelidad que lo que digan los tribunales de justicia. Se mueve más por lo que dicta el corazón y las pasiones que por lo que aconseja la razón. Ese Lanzarote perdona ilegalidades, si haces cosas para el pueblo, pero no soporta que traiciones a quien te dio de comer. Ese Lanzarote cree en la palabra dada. Ese Lanzarote valora más la amistad que la democracia y tiene a la devoción por encima de la legalidad. Ese Lanzarote no lee los programas, sino que mira los carteles y busca a la persona que hay detrás. Ese Lanzarote esperó durante largos años calladito, dijo otra cosa a quienes les hicieron las encuestas. Se hizo el despistado esperando que llegase la hora. Y cuando llegó, ese Lanzarote votó a quien les construyó los tele-clubs, a quien escuchó el problema que el vecino tenía con su madre enferma, al que compró la cebolla -aunque no la terminara de pagar-, a quien trajo las escuelas universitarias para que el chiquillo estudiara turismo y no saliera de la isla. Ese Lanzarote de pueblo con aspecto de ciudad esperaba al 27M para fraguar la venganza en nombre del líder. El pueblo puso a los tránsfugas en la calle. Muchos interpretaron el hecho como señal de que “la ciudadanía quiere cambio”. Ignoraban que una gran parte de éste quería todo lo contrario; quería tradición, quería valores “de toda la vida”, quería seguir siendo lo que siempre fue.
Jornadas postelectorales (y V): Los demás. Alternativas y personalismos, el CCN-Coca-Cola y los hijos pródigos de Dimas.
Las caras en la sede de Alternativa Ciudadana el domingo de las elecciones, a eso de las 12 de la madrugada, eran las de un funeral. Al principio del recuento proyectaban sobre la pared los resultados que les iban llegando. Cuando observaron cómo no subían en Arrecife y cómo perdían su representación al resto de municipios, optaron por apagar el ordenador y el proyector. Barreto encendió un pitillo esperando la llegada de la peor noticia de la noche: no entraban en el Cabildo.
Nadie entendía nada en aquella sede; muchos apostaban por tirar la toalla, culpabilizando a una ciudadanía a la que hacía pocas horas decían querer poner voz. Según Ginés Quintana, candidato a la alcaldía de la capital, en declaraciones a una ‘tele' local, otros habían rentabilizado el trabajo hecho por la formación en los últimos cuatro años, su lucha por los vecinos, contra el Plan General y contra las corruptelas. Y ni siquiera había sido Perico, fundador de ‘Isla Alternativa', que quedaba fuera de todas las instituciones. Tuvo que haber sido el PIL y, sobretodo, el Partido Socialista.
Los de Alternativa llevaban trabajando sin medios económicos los últimos cuatro años. Se habían pasado los ‘sangineles' preparando y sirviendo papas, carne de cochino y salpicón de pulpo en el ventorrillo; se habían reunido en el ‘garajito' semana tras semana; habían leído toda la letra pequeña de cada acuerdo, de cada plan y cada decisión gubernamental... Lo que estaba ocurriendo no podía ser verdad, la gente se había equivocado. Estaban demasiado cansados y en caliente para reflexionar, hacer autocrítica y analizar lo que de verdad estaba pasando.
La gente no se equivoca porque para votar no hay que tener más razones que las de uno mismo. La política es un asunto en el que, por suerte, no existen las verdades absolutas -y que Dios nos libre de quienes las crean tener. Las razones que habían empujado a tanta gente a votar por Alternativa en 2003 se podrían resumir en dos: eran distintos y capaces de ilusionar. Alternativa se ganó el voto del descontento, pero no cayó en la cuenta de que éste es especialmente fácil de descontentar. Y Alternativa descontentó por enésima vez al descontento cuando se produjo su crisis interna, de la que nacería ‘Isla'. Si esto mismo le hubiese pasado a otro partido quizás la factura a pagar hubiese sido algo menor -aunque hacer estallar la crisis a pocos meses de la campaña era mucho arriesgar. Pero “los alternativos” hicieron en aquella ocasión lo peor que podían hacer de cara a su particular electorado: ser idénticos a los demás. La ciudadanía no sólo se quedó con aquello de que se pelearon. La ciudadanía, y sobretodo el exigente sector de los descontentos, observó cómo los personalismos se ponían por delante del proyecto político. Como casi siempre en la política insular, las figuras ganaban una triste partida a las propuestas. En aquel momento sus dos grandes bazas, originalidad y capacidad de ilusionar, se iban al traste.
Los miembros y allegados de aquella Alternativa unificada se dividieron entre ‘Ciudadana' e ‘Isla' y tomaron partido por Perico o contra él. Pero el resto no; el elector ajeno a aquella lucha no dividió su voto, sino que se pensó que, sencillamente, eran iguales a todo lo que ya se conocía. Y se quedó en casa, u optó por el que llaman “voto útil”.
Aun con todo, Alternativa Ciudadana se la juega en los próximos cuatro años. Si piensan que ya se la jugaron en estas elecciones es que están precipitando su desaparición. Es ahora, tras el duro revés, sin las pilas cargadas como quedaron en 2003, cuando “los alternativos” tienen que demostrar si son un grupo político maduro o, por el contrario, constituyeron un bonito pero inconsistente capítulo de la historia política insular. A Alternativa le toca ahora, si quiere sobrevivir, plantear su proyecto en positivo. No basta con decir ‘no' a casi todo, no vale sólo con denunciar. Además, haciendo honor a su nombre, tiene que construir alternativas viables y originales. Esas alternativas terminarán por definirles, y si se definen ‘a priori', mejor que mejor. ¿Definirse como qué? Todos allí saben que constituyen la rama lanzaroteña del movimiento canario de izquierda, ecologista y nacionalista. Su pacto a nivel autonómico con Alternativa Popular Canaria reforzó esa idea. Pero aun no lo dicen explícitamente. Prefieren seguir siendo el partido de descontentos que plantea una acción fiscalizadora en vez de un programa. Eso sirvió en 2003, pero en 2007 se ha observado la fragilidad del planteamiento. Tras descontentar y desconcertar a los descontentos sólo les queda volver a ilusionarlos, esta vez no sólo diciendo que los demás son “unos golfos” -que también-, sino además explicando de qué manera van a gobernar, sin golferías. Ahora solo depende de ellos. Si siguen creyendo que la culpa es del elector, ni serán Alternativa ni serán ciudadana, los dos únicos términos que les definían.
En las antípodas de AC está -o estaba- el CCN: nunca ilusionó a nadie y las cantidades de dinero que gastaron en campaña fueron ingentes. En ese sentido, esta campaña ha constituido un desafío para el capital y el arte del ‘merchandisig': quienes más gastaron -CC entre los grandes y CCN entre los pequeños que querían dejar de serlo- menos han ganado. El CCN creía que podía lanzar un partido político mediante una campaña de ‘marketing', como quien lanza un nuevo formato de botella de Coca-Cola. En este sentido, la ciudadanía ha dado una lección a Ignacio González, a quien le pagase -quizás su propio padre, jefe de la patronal tinerfeña- y a los fichajes de última hora llegados de la derecha ‘popular' -del PP, vamos- y afiliados a un extraño tipo de nacionalismo que omite la palabra pero mantiene la sigla. El CCN de Nacho González es la reproducción canario-venezolana del GIL de Marbella: altas dosis de populismo, dinero, propaganda mediática y poca vergüenza, combinada con la aparente ausencia de ideología, que no tarda en manifestarse a poco que se les deje hablar. Por suerte los canarios dimos una cachetada el 27M a estas formas de hacer política, y en el bofetón hasta el PIL sintió el golpe, habiendo realizado un nefasto pacto con una formación cuya fuerza no va más allá del capital del que disponen.
El PIL pudo haber pactado con PNL-Nueva Canarias, y juntos hubiesen logrado con creces tanto el 30% del voto insular en Lanzarote como el 6% del autonómico que exige la injusta ley electoral canaria. Hubiesen podido colocar 5 diputados en el Parlamento autónomo y configurarse como la llave del cambio. Pero una vez más primaron los personalismos entre iguales. Iguales no sólo porque se definan como un nacionalismo alternativo a CC, sino porque ambos son hijos del mismo Dimas. Los cartelones del PNL, con idéntico tamaño y ubicación que aquellos en los que Dimas aparecía junto a Juan Carlos Becerra y Cándido Armas, nos hace recordar que no sólo Fabián y José Dimas son hijos de Martín. Lo que ocurre es que este último tiene repartidos una ingente cantidad de hijos pródigos.
En definitiva, creíamos que habíamos elegido cambio, pero miremos a donde miremos veremos la sombra del señor de Tahiche. Lanzarote podrá haber duplicado su población, podrá tener más de un tercio de sus ciudadanos llegados desde fuera, podremos haber abandonado definitivamente el sector primario, podremos haber avanzado en desarrollo económico y en destrucción del territorio... Podrá haber cambiado casi todo, pero es muy difícil entender cómo no ha cambiado nada.