martes. 29.04.2025

- “Mi receta para volver a tener unas buenas fiestas y para que todos

podamos disfrutarlas, es reconvertir el turismo y contar con

unaagricultura fuerte, pero para eso vamos a tener que volver a madrugar

mucho, quizá para tener casi lo comido por lo servido, y no mucho más”

- “A pesar de que antes de la crisis hemos vivido muy bien, Lanzarote no es

una isla rica, no tenemos industrias y ni siquiera somos capaces de

producir nuestros alimentos. Hemos de ser rectos y honestos, trabajar bien

y guardar para mañana”, destacó el pregonero de los sangineles

- El alcalde de Arrecife, Cándido Reguera, calificó a Juan Rosa Perdomo como

“un gran ejemplo para todos, pero fundamentalmente para las nuevas

generaciones. Para que nuestros jóvenes conozcan las penurias que se

pasaron en esta tierra y reflexionen”

- Víctor Sanginés señaló que Rosa "cumple todos las condiciones que se le

exigen a un pregonero, la edad, -pues en estos casos la experiencia es un

grado-, la vinculación afectiva con el pueblo o ciudad que le invita a

ocupar la tribuna y un trayectoria profesional y vital que sin duda ha

beneficiado a su comunidad".

Las fiestas patronales de San Ginés se iniciaron este viernes por la noche, con la lectura

del pregón a cargo del conocido empresario Juan Rosa Perdomo. La consejera

de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, Inés Rojas; el presidente

accidental del Cabildo de Lanzarote, Marciano Acuña; el director insular

de la Administración General del Estado, Orlando Suárez; el alcalde de

Arrecife, Cándido Reguera; los tenientes de alcalde José Montelongo y

Nayra Callero, así como el concejal de Festejos, Víctor Sanginés, además

de diputados nacionales, parlamentarios y otros consejeros y concejales de

la isla de Lanzarote, acompañaron a su numerosa familia, amigos y vecinos

de la capital, que abarrotaron el salón de plenos del Ayuntamiento

capitalino en este emotivo pistoletazo de salida de los sangineles.

Durante la lectura del pregón, que leyó su nieta, Mónica Salces, Juan Rosa

Perdomo recordó la escasez de los tiempos vividos durante su niñez y

juventud en la isla de Lanzarote, “en los que casi no supimos lo que era

ir de fiesta, ni de niños, ni de jóvenes, ni ya mayores”. “Nos faltaba de

casi todo, sólo pensábamos en levantarnos todavía de noche, trabajar un

día sí y otro también, y en acostarnos con la caída del sol. No había nada

más que trabajar para vivir y vivir para trabajar. A las 3 de la mañana en

planta y a la faena, incluyendo sábados y domingos, y a las 9 de la noche,

a la cama”.

El apreciado arrecifeño recordó sus orígenes humildes, y cómo gracias a

las enseñanzas de su padre, Anselmo Rosa, “que me inculcó que hay que ser

previsor y guardar para mañana. Y que lo ajeno, ajeno es”, consiguió,

superar con creces las dificultades económicas a base de trabajo. “Lo

único que sé hacer es trabajar, que es lo que he hecho toda mi vida desde

que era un niño”, dijo.

El pregonero de las fiestas patronales de San Ginés 2011 no pasó tampoco

de largo por sus recuerdos sobre estos festejos y señaló que “como mucho,

tengo algún lejano recuerdo de la infancia relacionado con las Fiestas de

San Ginés, en alguna tarde de domingo, dando una vuelta alrededor del

desaparecido Quiosco de la Música, en el Muelle de la Cebolla. Y creo

recordar que si alguna vez estrené una camisa, ese día no estrenaba

pantalones”.

Juan Rosa Perdomo hizo alusión también en su pregón a nombres importantes

de la historia de Arrecife, como el artista César Manrique o el ex

presidente del Cabildo José Ramírez, y no quiso terminar su alocución sin

recordar su evolución personal junto con la de la isla de Lanzarote, y

advertir a los presentes que “a pesar de que antes de la crisis hemos

vivido muy bien, Lanzarote no es una isla rica… Que no tenemos industrias

y que ni siquiera somos capaces de producir nuestros alimentos. Que hemos

de ser rectos y honestos, trabajar bien y guardar para mañana”.

“Mi receta para volver a tener unas buenas fiestas y para que todos

podamos disfrutarlas, es reconvertir el turismo y contar con una

agricultura fuerte, pero para eso vamos a tener que volver a madrugar

mucho, quizá para tener casi lo comido por lo servido, y no mucho más”,

concluyó.

Un ejemplo para las nuevas generaciones

Tras la lectura del pregón, tomó la palabra el alcalde de Arrecife,

Cándido Reguera, quién destacó que el pregón de Juan Rosa Perdomo “nos ha

servido para recorrer, a través de sus vivencias, el Lanzarote del siglo

XX. Los pasajes que ha relatado de su vida nos sirven para mirar al

futuro”.

Tanto el primer edil capitalino como el concejal de Festejos, Víctor

Sanginés, tuvieron palabras de agradecimiento para el pregonero, a la vez

que confesaron no arrepentirse en absoluto “de haber insistido tanto para

que usted fuera el pregonero de nuestras Fiestas Patronales de San Ginés

2011, porque, sin duda, hemos acertado plenamente en la elección”.

Cándido Reguera calificó al pregonero como “un gran ejemplo para todos,

pero fundamentalmente para las nuevas generaciones. Para que nuestros

jóvenes conozcan las penurias que se pasaron en esta tierra y

reflexionen”.

“Un arrecifeño que se ha hecho a sí mismo y que ha demostrado, como tantos

otros isleños, que con mucho trabajo y sacrificio se puede salir

adelante”, añadió el primer edil.

Por su parte, el concejal de Festejos, Víctor Sanginés, señaló que Rosa

"cumple todos las condiciones que se le exigen a un pregonero: la edad,

-pues en estos casos la experiencia es un grado-, la vinculación afectiva

con el pueblo o ciudad que le invita a ocupar la tribuna y un trayectoria

profesional y vital que sin duda ha beneficiado a su comunidad".

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*A continuación reproducimos íntegramente el Pregón de las Fiestas de San

Ginés 2011:

"Señor Alcalde de Arrecife,

Señoras y señores miembros de la Corporación,

Dignísimas autoridades,

Amigas y amigos,

¡No saben ustedes lo mal que lo pasé cuando recibí la llamada del Sr.

Alcalde de Arrecife, proponiéndome leer el Pregón de las Fiestas de San

Ginés!

La verdad es que dudé mucho y estuve a punto de rechazar la invitación.

Después de darle bastantes vueltas a la cabeza, decidí aceptarla animado

por mi familia.

Piensen ustedes que nunca me había expresado en público. Hasta hoy. Y la

razón es que soy hombre de pocas palabras. Durante la mayor parte de mis

84 años de vida he estado centrado en mi trabajo y en mi familia,

procurando conducirme con sencillez.

Lo único que sé hacer es trabajar, que es lo que he hecho toda mi vida

desde que era un niño.

Guardo recuerdos de mi infancia, algunos relacionados con largas

convalecencias, pero sí me acuerdo con claridad de la fecha del 18 de

julio de 1936 porque estaba haciendo una cometa. Tenía 9 años. Mi padre le

dijo a mi madre que estaban bombardeando y entendí que estaban baldeando.

Pensé que estaban baldeando la cubierta de un barco... y dejé de hacer la

cometa.

También he de confesarles que no me veía de pregonero. Muy pronto dejé la

escuela y don José Suárez Déniz, un maestro nacido en Gáldar, ya no pudo

hacer más por mi en aquel almacén en el que más tarde impartió clases el

pregonero de las Fiestas de San Ginés del año pasado, don Pedro Hernández

Cerdeña, casi enfrente del Muelle de la Pescadería.

El caso es que aquí estoy, pasando un mal trago, para pregonar que no sé

nada de las Fiestas de San Ginés. Ni de las Fiestas de San Ginés, ni de

ninguna otra fiesta.

Pregono que muchos lanzaroteños de mi generación casi no supimos lo que

era ir de fiesta, ni de niños, ni de jóvenes, ni ya mayores. A quienes nos

faltaba de casi todo, solo pensábamos en levantarnos todavía de noche,

trabajar un día sí y otro también, y en acostarnos con la caída del sol.

No había nada más que trabajar para vivir y vivir para trabajar. A las 3

de la mañana en planta y a la faena, incluyendo sábados y domingos, y a

las 9 de la noche, a la cama.

Como mucho, tengo algún lejano recuerdo de la infancia relacionado con las

Fiestas de San Ginés, en alguna tarde de domingo, dando una vuelta

alrededor del desaparecido Quiosco de la Música, en el Muelle de la

Cebolla. Y creo recordar que si alguna vez estrené una camisa, ese día no

estrenaba pantalones.

De Arrecife siempre me gustó el muelle de Puerto Naos, el que

desenterraron hace unos años. Para mi, una de las imágenes más bonitas de

Arrecife era el trasiego de barcos entrando y saliendo en la bahía, y las

salinas de Naos. Pero siempre soñé con una ciudad que tuviera de todo:

industria, comercio y cultura.

Así que tengo muy poco que pregonar. Solo puedo recordar que en aquella

época no había sino mucha pobreza. Nada que ver con la vida más cómoda

que, gracias a Dios, se encontraron otras generaciones posteriores, sobre

todo después de los años sesenta del siglo pasado. Así que, llegados a

este punto, o doy por terminado el Pregón, les deseo felices fiestas y me

levanto, o les cuento algo.

Como difícilmente puedo hacer un discurso elogioso para anunciarles la

celebración de las fiestas grandes de Arrecife, invitándoles a participar

en ellas, me inclino por decir en voz alta algo que es bueno que todos

sepan.

Lo único que puedo contarles es que a pesar de que antes de la crisis

hemos vivido muy bien, Lanzarote no es una isla rica. Que hasta hace bien

poco, no vivíamos, sino que sobrevivíamos. Que jamás se ha podido vivir en

Lanzarote sin esfuerzo, salvo en las últimas décadas. Que no tenemos

industrias y que ni siquiera somos capaces de producir nuestros alimentos.

Que hemos de ser rectos y honestos, trabajar bien y guardar para mañana.

Así que lo que puedo pregonar no es el momento de las fiestas, sino lo que

pasaba y pasa el resto del año a través de mis propias vivencias, que son

idénticas a las de tantos y tantos lanzaroteños.

Creo que mis orígenes son de sobra conocidos.

Nací en 1927, en el barrio de La Destila, justo detrás de la Sociedad

Democracia. Toda mi vida he vivido en Arrecife, casi siempre muy cerca del

mar.

Mi padre era pobre, trabajador y serio. Era de tierra adentro y tenía

espíritu de comerciante. Conservo el recuerdo de sobrellevar la pobreza

con mucha dignidad. Comíamos poco, comíamos lo que podíamos y comíamos

barato. No había otra manera de salir adelante.

Por eso creo que, quitando el turismo, lo mejor que le ha pasado a esta

tierra fue contar con industrias de pescado, permitiendo a muchas familias

mudarse a Arrecife y, poco a poco, tener una vida mejor. A mi manera de

ver, la creación de las factorías de pescado es uno de los mayores

acontecimientos que ha vivido la isla.

Siendo yo todavía un niño, mi padre compró un carro que tiraba un burro,

con el que hacíamos los mandados, y que, más tarde, era tirado por mulos.

También recuerdo que mi padre alquiló un cuarto en La Destila y montó una

tiendita en una época en que los alimentos estaban racionados. La familia

Guerra nos vendía a crédito, y sacábamos para pagar a los albañiles para

construir las primeras casas para la gente que venía del campo y se

instalaba en Arrecife.

Comprábamos pequeñas piezas de terrenos en los que construíamos las

casitas y las pagábamos a medida que podíamos. Nada más que una habitación

y la entrada. Luego, poco a poco se hacía el baño, la cocina...

Fue mi padre quien me inculcó que hay que ser previsor y guardar para

mañana. Y que lo ajeno, ajeno es. Me enseñó que la vida es trabajo duro y

me enseñó a economizar. Aquel carro cargó batatas desde Tiagua, lo que una

vez casi me cuesta un disgusto con la Guardia Civil. También hacíamos cal

y la transportábamos para la construcción, como traíamos agua de los

aljibes de los pueblos del interior y la servíamos por cacharros. Desde

Teguise, Tías, Tahíche...

Confieso que tengo un remordimiento. Al servir el agua, muchas veces

evitaba pasar por algunas calles donde vivían algunos vecinos porque sabía

que no podían pagarla. Y cogía por otra calle... Alguno de ustedes

recordará que, en aquel tiempo, hasta se prestaba el agua del sancocho...

Traíamos cantos de La Majada, por encima del Aeropuerto, unos 25 o 30 en

cada viaje, los labrábamos y los repartíamos labrados. O, si no, traíamos

arena para hacer terrazos en la fabrica que hubo en la Plaza de la

Iglesia. Y los domingos, a plantar batatas. Las recogíamos, las vendíamos

y ahorrábamos lo que ganábamos.

Recuerdo que llegamos a hacer 10 viajes diarios de escombros para el

Ayuntamiento de Arrecife, y que las piezas grandes de hormigón y piedra

del espaldón del Muelle Comercial también los cargamos nosotros, desde

Tahíche.

Aquel carro nos dio la vida, hasta que, más tarde, adquirimos un camión.

A los 27 años quise independizarme: “Padre, me caso”, le dije. Compré un

mulo torcido, me prestaron el carro y ya me había hecho mi casa trabajando

los fines de semana. Fue así como empecé a caminar solo, aunque siempre me

gustó tener socios. Con mi hermano Anselmo estuve muchos años juntos.

Anselmo siempre fue muy trabajador y un gran colaborador.

En aquel tiempo yo era muy activo: quería acabar pronto con lo que estaba

para empezar con otra cosa, por lo que pronto compré la fábrica de

terrazos de la Calle Gómez Ulla, produciendo pavimentos con piedras

pequeñas aglomeradas con cemento, y cuya superficie pulíamos después.

Incluso llegué a tener un barco, dedicado a la pesca de la langosta en la

Costa, pero nunca me embarqué. La primera fábrica de bloques de la isla la

montamos nosotros. Fue el final del canto y el inicio del bloque, hecho de

picón, cemento y jable, y todavía recuerdo como los primeros bloques los

hicimos mi hermano Anselmo y yo con mucho esmero. La compra del Hotel Los

Fariones fue nuestro primer salto hacia el turismo. Se lo compranos a don

Vicente Calderón y a sus socios.

Y así, con mucho trabajo, salimos adelante, mientras la isla prosperaba y

sus fiestas eran cada vez más lucidas.

La pesca y las factorías de pescado las viví como un avance, hasta que el

aeropuerto abrió la puerta al turismo. Recuerdo el antiguo Parador de

Turismo porque hacía viajes para su cocina en el carro, desde el Muelle

Comercial, cuando llegaba el correíllo.

La potabilizadora fue otro gran paso adelante. Ver salir el agua corriente

del grifo fue una de las cosas más grandes que ha tenido la isla, pues el

agua corriente permitió que llegara el turismo. De hecho, el primer hotel,

el Hotel Los Fariones, pudo construirse cuando se llevó el agua hasta

Puerto del Carmen.

Otra gran herramienta para la isla fue la creación de los Centros

Turísticos. César Manrique siempre me pareció un hombre respetable y un

gran promotor que aportó muchas cosas buenas. Don José Ramírez y él

trajeron grandes beneficios para la isla. A

César Manrique lo recuerdo como un hombre sencillo y amigo de todos que

miró mucho y bien para la isla. Tenía la capacidad de colocarlo todo bien

puesto y le quedaba muy natural. Lo de toda la vida, las cosas propias de

la isla, como en su casa de Haría. Gracias a él, Lanzarote dio un vuelco

tremendo, para bien.

Nunca me ha interesado la política. Soy amigo del que trabaja, sea de

izquierdas o de derechas, pero, sin querer ofender a nadie, me gustaría

ver más seriedad y que se trabaje más para el pueblo.

La vida me ha enseñado que todo consiste en trabajo y honradez. Y ser

serio y cumplir con todo el mundo.

Mi mérito, si alguno tengo, ha sido trabajar duro, tener el ánimo

dispuesto y pasar sacrificios, como tanta gente en esta isla. E ilusión

por emprender y tener gusto por el trabajo, el que fuera, con alegría. En

aquella época nos acostumbramos a eso, a estar pendientes del trabajo por

lo fea que estaba la vida.

Después de muchos años de pico y pala, de sudar mucho para salir adelante,

creo que en eso consiste la vida, donde también hay lugar para la

generosidad y la solidaridad. Porque cuando uno tiene un poco de corazón,

era muy duro no ser generoso en aquellos tiempos de miseria. En este

sentido, tengo la conciencia tranquila y me siento bien por dentro, aunque

reconozco que siempre he tenido dificultad para decir 'no'.

A lo largo de mi vida he sentido aprecio por muchas personas, a pesar de

que he tenido poco tiempo para la amistad. Aunque lo mío siempre fue la

faena, no creo que nunca haya tenido problemas con nadie. Y si causé daño,

y no me di cuenta, aprovecho y pido público perdón.

Para mi, la felicidad es tener salud y mucho trabajo, aunque éstos no son

buenos tiempos para el trabajo.

He tenido la suerte de contar con una familia unida mientras me esforzaba

en salir de aquella tremenda pobreza. Mi preocupación fue darles escuela a

los chicos, pero de su educación y de ellos siempre se ocupó mi mujer.

Veía a mis hijos por la noche, de vuelta del trabajo, y no tenía tiempo ni

de jugar con ellos. Ahora, de viejo, he podido estar con mis hijos y

recuperar el tiempo. En esto, no me considero distinto a muchísimas

personas de esta tierra.

Hoy, aún trabajo. Por las mañanas voy a la empresa, acompaño a mis hijos y

les doy mi parecer sobre las cosas, pero les dejo hacer. La recompensa me

llega ahora con ellos y mis 16 nietos, pero les confieso no hay día que no

me acuerde de mi hija, Luz Severa.

En momentos difíciles como los presentes, se resiente la economía de las

familias y las empresas, y eso se nota hasta en las fiestas. Ahora vivimos

una situación difícil, con muchas personas sin empleo y muchas empresas

que no consiguen salir adelante. Por eso, no es fácil pensar en fiestas y

diversiones cuando no se tiene lo más básico y, por eso, creo que tenemos

que volver a poner de nuestra parte, como hicimos los mi generación.

La isla siempre ha sido pobrecita. No tenemos industria y no tenemos

agricultura. La verdad es que no soy optimista y creo que esto se pondrá

más duro. Ojalá nuestros chicos no tengan que marcharse, aunque pienso que

siempre se aprende de las crisis, sobre todo para que los jóvenes que han

tenido de todo sepan lo que cuestan las cosas y aprendan a guardar para

mañana.

Sinceramente, desde que despegó el turismo, nunca pensé que la isla

tuviera techo, pero hoy reconozco que se nos fue la mano con el

crecimiento turístico, porque se ha construido demasiado. No veo claro el

futuro que se nos presenta, porque los precios que ofrecemos son ridículos

y hay mucha incertidumbre.

Lo ideal es que vuelva la situación en la que había más demanda que

oferta. Pero, para eso, pienso que hay que centrarse hoy en rehabilitar y

reconvertir plazas turísticas, a ser posible con menos plazas para

aumentar la calidad. Y eso solo funcionará si el Gobierno se implica y

ofrece créditos blandos y a intereses razonables, y que se cobre luego de

los beneficios futuros. Así, la construcción volvería a tener actividad y

daría vida al comercio, generando 4 o 5 años de trabajo hasta ver si esto

se compone. No veo otra salida.

Creo, además, que otro de los desafíos de la isla es contar con una

agricultura moderna y tecnificada, que nos dé de comer, porque hasta los

alimentos vienen de fuera. En definitiva, mi receta para volver a tener

unas buenas fiestas y para que todos podamos disfrutarlas, es reconvertir

el turismo y contar con una agricultura fuerte, pero para eso vamos a

tener que volver a madrugar mucho, quizá para tener casi lo comido por lo

servido, y no mucho más.

No veo otra salida que ser innovadores y emprendedores, y trabajar mucho y

con coraje, como en el pasado. Pero también necesitamos gente honrada,

seria y trabajadora en los puestos de responsabilidad.

He aprendido que un país rico, por muy rico que sea, sin gente preparada

no es nada, no tiene nada. Espero que llegue una generación, bien formada,

que grite y reivindique para Lanzarote.

Sé que sabrán disculpar que este pregonero no haya podido detenerse en la

celebración de las fiestas, sino en lo que acontece el resto del año,

cuando lo importante es trabajar para vivir.

Les deseo felices fiestas, pero, sobe todo, les deseo salud y trabajo para

todos.

Muchas gracias".

Juan Rosa Perdomo: "Lo único que sé hacer es trabajar, que es lo que he hecho toda mi...
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