jueves. 18.04.2024

1.- Me ha llegado la carta negra; la terrible carta de Hacienda, en la que la Agencia Tributaria te comunica que eres un delincuente o un fiel cumplidor de la norma. Me dice el cartero que cada vez que entrega una de esas misivas se le quema la mano. La incertidumbre me embarga, la abro con cuidado, con pavor. La literatura que contiene está llena de citas de leyes y decretos, que no entiendo, y hasta que llegas al meollo hay un mundo; una terrible frontera. La vas leyendo con un temblor; te suda la mano. Nunca he comprendido el porqué de la película negra e inútil que abarca casi todo el sobre. El cartero ha huido, como si te hubiera entregado una carta bomba. Los que tienes alrededor escudriñan tu expresión con una mezcla de alegría y de pena en sus rostros: quieren saber si vas a llorar o a reír. El sudor se hace más caudaloso; y al final, nada. Una nimiedad. Una diferencia de criterio, resuelta -como siempre- a favor de la administración. Hacienda somos todos, se decía antes. Pero más unos que otros, claro. Mucha gente no recibe esa carta negra y abultada que el cartero te entrega con ademanes de autoridad: firme aquí, ponga allí el DNI; no, no, escriba sus dos apellidos; no olvide la fecha. Han dado a los carteros presunción de certeza, como los notarios. Este es un país en el que la autoridad la tienen los carteros y los del 15-M. Los notarios han muerto.

2.- Junio y julio son los peores meses del año. El tráfago de sobres negros es terrible. Van de lado a lado, cruzando barrancos y montañas, hasta aterrizar en tu mano desvalida. Ennegrecen el cielo con su viene y va. Los ciudadanos los esperan, aterrorizados. Viaja su futuro en ellos. Penden de un hilo sus vacaciones. La Agencia Tributaria es la dueña de nuestras vidas. Y, total, ¿para qué? Para que Zapatero y la pandilla aumenten los subsidios a los vagos y para que los ricos sigan pagando menos que los pobres. Menos mal que han trancado a Botín , que no dudo va a salir de ésta tan bien como de otras. A Botín no le asustan los sobres negros. Él también los envía, para comunicar a los pobres que o pagan la hipoteca o les quita la casa.

3.- Misivas de la negra y puta suerte. Tan negras como el propio destino del país en el que vivimos, que no levanta cabeza. Pero la Agencia no descansa, ni tampoco sus francotiradores con cabeza de computadoras, que escudriñan tu existencia y que saben hasta cuando compras un helado. Del cartero/notario, ni humo ni pelo. Yo odio esas cartas negras, odio los burofax y acabaré odiando al cartero.

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La carta negra
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