jueves. 25.04.2024

Se ha colado otro palabro imposible en los medios de comunicación, que van de mal en peor. Tiene que ver con el mundo de la moda, que es la cultura de los que no tienen cultura, como es triste fama. No leo nunca, ni loco ni borracho ni por una apuesta, las páginas que dedican los periódicos a asunto tan trascendental, excepto las que vienen firmadas por Rosa Belmonte, la niña de la prosa deslumbrante del diario ABC. A pesar de su excesiva querencia por los malditos anglicismos, que en su caso casi se le puede disculpar porque también ejerce de crítica de televisión (con lo que eso entontece), incluso cuando habla de trapos nos deja ella unos párrafos y unas sentencias (es abogada, a la sazón) que son para enmarcar. Me quedo con algunas del pasado sábado, sacadas de su artículo dedicado a eso que los que no saben lo que dicen llaman triquini (hasta el corrector del ordenador se niega a aceptarme el tonto neologismo). Primera perla: “La moda será idiota o no será”. Segunda: “Si el sentido común hiciera su desembarco en el mundo de la moda, ésta no tendría el menor sentido”• Son frases dignas del mejor Oscar Wilde, que dejó dicho también que la moda es un esperpento tal que nos vemos obligados a cambiarla cada seis meses. Antes que él, Molière ya había caído en la cuenta de la evidencia: “Todos los vicios, cuando están de moda, pasan por virtudes”.

Pero les venía a hablar del palabro imposible: triquini lo llaman. Ni como chiste o elemental juego de palabras tiene un pase. Rosa lo explica con mucho más conocimiento de causa, no sin antes advertir que en realidad se trata de un mito, porque nadie lo ha visto en la playa (como tampoco vemos nunca por la calle lo que pasa por las pasarelas, valga la pasada): “Es más difícil de encontrar que un trébol de cuatro hojas, un audímetro o una estría de color rosa, de esas que dicen que se quitan con las cremas (y tanto que se quitan, como que no se ven)”. Véase por qué no tiene sentido hablar de triquini: “Su nombre en español es un absurdo. Triquini no sólo suena a triquinosis sino que es una denominación que parte de un supuesto falso: que la bi de biquini es el prefijo latino que significa dos. Cuando todo el mundo sabe que su gracia proviene del atolón Bikini, situado en las Islas Marshall, en el Pacífico. Biquini viene de Bikini, ya con asimilación total al léxico español. No hay ninguna correspondencia etimológica entre las dos piezas y el bi. No son dos quinis los que nos ponemos para ir a la playa. Ni tres quinis el protragonista de nuestra historia. Tal despropósito es parecido al de aquel bar llamado Legis y situado al lado de un juzgado. El dueño lo vendió y con el tiempo el nuevo propietario amplió el negocio con otro bar por la zona al que bautizó como Cerquis”.

A juicio de Rosa Belmonte, el triquini de la traquina es muy sensual, “aunque con su punto hortera, como una telenovela venezolana. Es lo mejor para resaltar la figura. O lo peor. Prenda ideal para tapar la cicatriz de la cesárea. O te sienta como un guante o como un guantazo”.

Pero en las playas ya sólo se ven monoquinis, soloquinis o uniquines... e incluso, por ciertas zonas nudistas de la isla, ningunquinis, que son los más baratos. ([email protected]).

La leyenda del triquini
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