sábado. 20.04.2024

Vecinos, trabajadores de los Centros de Arte, Cultura y Turismo, consejeros del Cabildo insular y políticos de otras instituciones asistieron este viernes al cementerio de Haría para honrar la memoria del más universal de los artistas lanzaroteños, César Manrique. Ya se han cumplido 17 años de su muerte pero la impronta que dejó César en Lanzarote es imborrable. En el cementerio volvió a escucharse la pregunta de todos los años, una inquietud que circunda el pensamiento de la sociedad insular: ¿Cómo sería Lanzarote hoy si César estuviese vivo? Su nombre y obra son evocados como un antídoto sin igual a los desaguisados que siguen produciéndose en la Isla de los Volcanes. Lanzarote no olvida a César.

En las biografías de César se recuerda que desde su regreso a Lanzarote, en 1968 y después de recorrer el mundo estudiando y produciendo, su tierra natal pasó a ser el centro fundamental de su producción artística, enriquecida con la integración de su obra escultórica y arquitectónica en el marco de la naturaleza, lo que le obligaba a recuperar elementos de la arquitectura tradicional. Ejemplo de esta tendencia son sus proyectos de los Jameos del Agua (lugar de visita obligada en la isla, en que sacó todo el partido posible de unas cuevas naturales cercanas al mar), Las Salinas, la Casa del Campesino, el Mirador del Río, el Jardín de Cactus en Guatiza o su propia casa en Tahíche.

Además, dirigió un ambicioso proyecto desde 1977 para crear un lago artificial en el Puerto de la Cruz. Esta curiosa simbiosis entre arquitectura y naturaleza (con apoyo principal en la presencia del agua como elemento integrado en el conjunto) se puede ver también en la ejecución como director artístico del centro comercial La Vaguada de Madrid (1981-1983).

Lanzarote no olvida a César
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