martes. 23.04.2024

1.- El lunes, día 19 de este mes, pronunciaré una conferencia en el Real Casino de Santa Cruz. Voy a hablar de "Las tribulaciones de un cronista de provincias". Agradezco la invitación que me ha hecho el presidente de la institución, el doctor José Alberto Muíños , y me referiré al agradable drama -¿hay dramas agradables o se trata de una expresión perversa?- del escritor de todos los días. La escritura es algo mecánico, propio de gente con oficio e imaginación. Pero lo difícil es encontrar de qué escribir. Que es otra habilidad, pero mucho más difícil que el puro oficio de escribidor. Nosotros, los cronistas de provincias, no aspiramos a los premios que se reparten entre ellos los periodistas de Madrid, una ciudad con galardones literarios colonizados entre una reducida elite que tiene orejeras puestas y parches en los ojos que no los dejan mirar para el extrarradio. No les interesa. Ellos se premian a sí mismos y se alternan en los jurados para que las recompensas no salgan del ámbito de la capital y no recaigan en otros mercenarios que en los habituales.

2.- A mí me han concedido pocos premios, o ninguno, pero me siento muy feliz de ello porque cuando repaso mis artículos, cuidadosamente coleccionados en tomos semestrales, me doy cuenta de que sí he hecho lo que otros no quieren o no pueden: contar lo que pasa por ahí y contar lo que me ha pasado a mí por ahí. Pueden ser dramas locales o anécdotas, la mayoría de las cuales no sucedieron como uno las cuenta, porque la distancia las magnífica. Pero, al fin y al cabo, ustedes ya saben que las historias nunca son como ocurrieron, sino como las contamos.

3.- Pues de todo eso hablaré en el Real Casino, ahora que cumple 175 años. Voy a aprovechar la conferencia para citar y glosar la figura de un amigo que se fue, un periodista de raza que tanto me enseñó y a quien algunos desalmados no trataron con el respeto que se merecía. Me acuerdo de él todos los días; lo comentaba, en el propio casino, con Jorge Espinel y Ricardo Peytaví , compañeros y amigos. En fin, que tiraré también de anecdotario y citaré a Crespo , que tenía un cine en el que hacía de taquillero, de recoge entradas, de acomodador y de operador. Un día en que todo salió mal y se quemaron los rollos de película, en medio del abucheo del público, salió al escenario y dijo: "Ella muere". Después bajó el telón.

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Las tribulaciones de un cronista de provincias
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