sábado. 20.04.2024

Ustedes no se habrán enterado, ni yo tampoco, pero me acaba de recordar una sufrida redactora, mediante correo electrónico dirigido a la misma dirección que aparece justo al final de esta columna, que el pasado día 3 del presente mes de mayo se volvió a celebrar (es un decir, y más por aquí abajo) el pomposamente denominado Día Internacional de la Libertad de Prensa, efeméride por la que me felicito, incluso cínicamente y aunque sea ya con efectos retroactivos.

En hablando de libertad de prensa, si la hubiera o hubiese, siempre recalco que llama especialmente la atención que sea precisamente la isla canaria con más medios de comunicación de todo el Archipiélago (y puede que del resto de España, del mundo entero y hasta del extranjero) la única en la que, casualmente, nunca se conmemora, ni de pasada ni en broma ni por equivocación, la efeméride de marras. Como mucho, por aquí algunos se dedican a organizar botellones para elegir -por lo que me cuentan- a la reportera con mejor culo o al presentador más simpático. Así está el oficio, con la mayor parte de sus integrantes soñando con ejercer de funcionarios antes que de periodistas y acabar enchufados en algún gabinete de prensa y desinformación, para pervertir así su propia vocación (si la hubo, “in illo tempore”) y acabar trocando el trabajo más hermoso del mundo, según Gabriel García Márquez -que anuncia nueva novela- en el más humillante.

Con la que está cayendo, no es menos verdad, puestos a contarlo todo, que no están ahorita mismo los medios ni sus actores principales o secundarios como para andar de festejos y celebraciones, con tanta crisis económica y tanta marejada mediática. El futuro es incierto... aunque no sé si tanto como el presente.

Escribía este miércoles Raúl del Pozo en la contraportada del diario El Mundo, en la columna que le cedió a su muerte el maestro Francisco Umbral (otro ilustre intruso de la profesión más vieja del mundo), sobre los que no dan el perfecto perfil de los periodistas que se incluyen en los cuatro oficios de la “p”: putas, políticos, policías y periodistas.

No les voy a descubrir a quiénes se refería Raúl. Al que le pique la curiosidad, que compre el periódico de papel (no lo busquen en internet, que para leer a los columnistas de la edición digital de El Mundo hay que pagar). Habíamos quedado en que hay crisis, y no sólo local, en la prensa (mira lo del “Le Monde”, fíjate en lo del “The New York Times”; los colosos se tambalean). Dejando de comprar los periódicos no ayudamos mucho a combatirla. ([email protected]).

Malos tiempos para la prensa
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