sábado. 20.04.2024

La bobería de eso que el actor y director teatral catalán Albert Boadella llama “epidemia provinciana del nacionalismo” no tiene fin. Ahora, los afectados por la misma pasean una momia guanche. Muermo de memos. ¿Cuándo acabará tanta simplonada en nombre del entontecedor etnocentrismo? Hubo un tiempo no tan lejano en la memoria (hablamos de hace apenas unos años) en el que para ser "buen canario" (como el buen salvaje del libro de Rousseau o la posterior película de su paisano Truffaut) era obligado fumar “Krüger” (no es publicidad, Alcorán/Alcorac me libre) o meterse al menos en un grupo folklórico para darles la vara y la tabarra a los turistas y ahuyentar a los nativos con buen gusto. Ni siquiera era necesario saber cantar o tocar algún instrumento, porque lo que contaba era la (mala) intención y el estar a la moda endogámica. Todo eso es lo que aquí hemos dado en llamar, desde hace tiempo, como la pose. Pose ridícula, por cierto, como todo lo que es forzado.

Menos mal que, boberías muy típicas de cretinos aparte, todavía quedan personas con más juicio y menos prejuicio. Es el caso de la hoy casi centenaria María Rosa Alonso, una tinerfeña a la que la edad tan avanzada no le robó nunca su reconocida lucidez mental, y que guarda en su memoria el mayor y el mejor conocimiento de toda la literatura insular. Hermana, por cierto, de un nacionalista y folclorista tan afamado como Elfidio Alonso, que esta misma semana escribía un artículo en el que llama “vosotros” -tócate los nísperos- a los hispanoamericanos. Años atrás, María Rosa, que sigue escribiendo en la prensa tinerfeña, hacía unas declaraciones sin desperdicio alguno, sobre todo en estos momentos de interesada confusión necionalista. "Los hay que ahora vienen hablando guanche -dejó dicho-, cuando el guanche no existe, es prehistoria, y el guanche tiene su base bereber, que está contra el árabe. Y a base de mentiras como ésas quieren hacer una Historia. En serio no sabemos casi nada, porque casi todo se lo han inventado". Pero algunos totorotas incapaces de escribir su propio nombre sin cometer alguna falta de ortografía han llegado incluso a grabar canciones "en guanche" (la ignorancia es muy atrevida, como es triste fama). A su edad, claro, no está ya doña María Rosa como para apuntarse a mercenaria intelectual, al estilo de los vergonzantes estómagos agradecidos que todos conocemos por estos lares insulares. Y precisamente por eso habla desde la total independencia personal e intelectual, pues no tiene necesidad alguna de autoengañarse. No está pidiendo ningún carguito. Sólo quiere ser honesta con ella misma, con su memoria y con su riguroso, que no fantasioso, conocimiento. Así de claro lo dejó dicho tiempito atrás: "A mí que no me vengan con boberías. He cumplido muchos años estudiando a mi tierra. Ya tenemos cinco siglos de cultura, que la hemos sacado adelante con gente meritoria. Un país no se improvisa diciendo bobadas y falsedades; nuestra tradición es europea y española, nos guste o no. La jota se suaviza en isa, la folía es portuguesa y la malagueña andaluza. Nuestra lengua se matiza, se llena de diminutivos, se llena de ternura. Nadie es puro; eso es un disparate propio de locos como Hitler". El filósofo Gabriel Albiac asegura que él no conoce nada más tonto que un nacionalista. Pero se equivoca el pensador: más tonto que un nacionalista son dos nacionalistas. Y cuando la enfermedad se convierte en plaga, ni les cuento. ([email protected]).

María Rosa
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