martes. 23.04.2024

Por Miguel Ángel de León

Leyenda negra haberla hayla, pero no existe maldición alguna en torno a la regia mansión de La Mareta, allá en Costa Teguise. No creo en casas encantadas, aunque sí en mujeres encantadas de tener casa como la citada. Y en el mal de ojo -no confundir con tener el ojo malo- sólo creen los toletes y los que hacen como que creen para forrarse los bolsillos a costa de la ignorancia ajena. No espantemos más a los pocos turistas que nos van quedando, que para eso ya tenemos el piquete de huelga permanente en el Aeropuerto y la amenaza constante de otros colectivos que viven también -aunque parezcan ignorarlo en ocasiones- del negocio turístico. Dicho y aclarado esto, para evitar posibles suspicacias lectoras, hay que hacer constar igualmente que el simple hecho de que en aquella antigua Casa del Rey jordano se haya dado la casualidad de producirse, muy seguiditos en el tiempo, una serie de trágicas coincidencias no significa nada. Bueno, significa que existen las coincidencias... y entre ellas las trágicas.

Cierto es que el rey jordano amigo de Lanzarote que le regaló su mansión conejera a su coleguilla el rey español (y éste a Patrimonio Nacional, porque los Borbones no son bobos y no van a pagar ellos por un regalo que pueden disfrutar gratis total cada vez que les pete a todos, desde el cabeza de familia real hasta la última e infantil infantitas de las mil y una que ya tienen en descendencia) murió poco después de aquella cesión. Mala suerte.Y también murió, allí en La Mareta, en mitad de las celebraciones navideñas, la propia madre de don Juan Carlos I, que les aguó la fiesta a todos, la pobre. Simple fatalidad del destino. La mujer de mi cuasi tocayo Mijaíl Gorbachov, aquella rusa de risa rutilante llamada Raisa, murió poco tiempo después de pasar sus vacaciones en La Mareta. Otra funesta coincidencia. Y no es menos verdad que, mientras vacaba en La Mareta, el sonriente presidente del Gobierno español se tronchó primero la pierna suya de él, y estuvo luego a punto de morir ahogado en aguas del Archipiélago Chinijo (que chinijo disgusto promocional nos hubiera o hubiese supuesto a todos los lugareños tanta y tan importante baja en nuestra costa conejera). En hablando de chinijos, la chinija del chinijo del Rey y la periodista independiente (dependiente de lo que le dijera que dijese el no menos independiente e imparcial Alfredo Urdaci en la tele), de cuyo nombre no logro acodarme porque nunca me lo aprendí, consta que sufrió mareos en La Mareta... sobre todo cuando escuchó al abuelo ensayar uno de sus siempre originales discursos oficiales, aunque en esa ocasión no murió nadie, a Dios gracias, y ni siquiera de aburrimiento. Para que vean que no todo iba a ser malo.

Descartada, pues, la maldición diabólica o fúnebre sobre La Mareta, mucho más maldita me parece la envidia que algunos no saben disimular en hablando de esta preferencia vacacional de Zapatero por la isla de Lanzarote y no la de Merimée o la de Mallorca, mayormente. En las Baleares hay serio mosqueo por esa decisión presidencial, por lo que veo y leo en la prensa digital y tal de allá arriba. Total, que tienen al rey cuasi secuestrado verano tras verano, haciendo como que compite en sus regatas de vela por sus mediterráneas aguas durante sus merecidísimas vacaciones (sí, he escrito merecidísimas vacaciones, con dos teclados) y encima quieren a Zapatero zapateando también allí. Están muy mal acostumbrados los mallorquines, para mi gusto. Pero también por aquí abajo, sobre todo por la isla picuda y la redonda, las que ponen en práctica el doble centralismo que sufrimos en la periferia archipielágica, hay más de uno que no sabe o no quiere disimular esos celos ante la creciente competencia turística de una isla que para chicharreros y canariones sigue siendo menor a todos los efectos. Hablo con conocimiento de causa porque tengo la fea costumbre de leerme todos los periódicos de las “islas hermanas” que nos toman por primos y ya empiezo a estar hasta algo más allá de la coronilla de leer tanto articulito de tanto pobre diablo con complejo de superioridad y tanto editorial sobrado de un paternalismo del que por aquí ya andamos más que sobrados. Que se vengan también los tinerfeños y grancanarios a darse un chapuzón en la piscina de La Mareta, que es de todos... pero sin hacer olas ni andar salpicando a Zapatero y compañía, que entonces no vuelven más nunca. ([email protected]).

Misterios en La Mareta (y II)
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