jueves. 25.04.2024

1.- Tras el achuchón sufrido, afortunadamente poco importante, me ha telefoneado legión de gente, de aquí y de fuera. Una de las llamadas lejanas fue la de mi amigo y compañero en el colegio mayor "Fernando el Santo" de Sevilla Antonio Visglerio Sánchez , natural de Alcalá de los Gazules (Cádiz), que nosotros cariñosamente citábamos en nuestras conversaciones como Alcalá de los Gandules. Una ciudad blanca, con mucha historia romana y mora. Supongo que a sus habitantes no los llamarán gazuleros sino turdetanos, o a lo mejor ninguno de los supuestos gentilicios valen para citarlos. En todo caso es un pueblo hermoso, donde el sol pega en los edificios y suelta la luz como un potente foco dirigido hacia el cielo. Otra tacita de plata que se ve en la distancia como un ascua brillante. Supongo que con esta descripción, mi amigo Visglerio convencerá a su alcalde para que me nombre mantenedor en las próximas fiestas patronales en honor de Nuestra Señora de los Santos. Ahí nacieron Alejandro Sanz y Bibiana Aído (no confundir con Bibiana Fernández ), ex ministra y autora de frases muy célebres como que un feto de trece semanas era un ser vivo pero no un ser humano. Y aquello de "miembros y miembras". Un genio.

2.- Los amigos del colegio mayor se están reagrupando, los que quedan vivos, claro, porque los otros no se pueden ya reagrupar (me voy a parecer a Bibiana Aído con mis genialidades deductivas). Se trata de reunirnos un día de estos en Sevilla para volver a probar la mortadela del Kiosco Oliva , cariñosamente llamado por nosotros El Coño de la Bernarda, por su propensión al terror gastronómico. Murió el viejo Oliva pero queda su hijo, allí en la avenida Reina Mercedes, enfilando pa Cádiz.

3.- No hay nada como la Internet para que los amigos sepan cómo está uno y mucho más si uno deja traslucir sus vaivenes de salud. Los míos, gracias a Dios, no son demasiado alarmantes, al menos hasta el momento. Todos los carrozas del colegio mayor se agarran a los recuerdos para sobrevivir, incluido un servidor. Pero será emocionante recordar los hechos, en el mismo lugar en que se desarrollaron. Espero que viva el taxista al que, por una apuesta, le mamamos los ceniceros del coche. Todos. Luego nos remordió la conciencia, lo buscamos, se los devolvimos; y encima le dimos una generosa propina. Y es que en el fondo no éramos tan gamberros.

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No hay nada como la Internet
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