miércoles. 24.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- El otro día me preguntaba mi santa que si a mí no me gustaría volver a viajar. Pues, no. He traquinado tanto en mi vida que lo que me apetece es sentarme en el despacho a leer y a escribir; y a esperar que no me duela la pierna. También me ha dado por ordenar los armarios, aunque ya estén ordenados. Es una reiteración de viejo. En estos días de lluvia, viento y granizo pensaba en los que tienen que ir a trabajar fuera de casa y no los envidiaba, cuando antes lo que me apetecía era desafiar el tiempo. Como en casa no se está en ninguna parte y más en estos días de frío. Es curioso: a mí nunca me había afectado el frío, sino el calor, que me sofocaba mucho. Pues ahora es al revés: como el calorcito no hay nada. Ya lo sé, son síntomas inequívocos, pero quiero pregonarlos para no sentirme especial. Por mucho que lo quiera disimular, soy un viejo carrucho. Y, además, si me apetece ir a alguna parte pongo los canales de la National Geographic y estoy donde ellos dicen, aunque tenga que soportar a porteadores negros vestir la camiseta del F.C. Barcelona. El Barcelona se ha cargado hasta el paisaje de África.

2.- Ocurre que los telediarios me bajan la moral porque ahora no hablan sino de meter gente en la cárcel y eso me pone muy nervioso, sobre todo de noche. Porque sueño con las rejas y el pijama a rayas y con Del Nido y Urdangarín y esa gente de ingreso inminente. Esto, mezclado con los relámpagos que iluminan mi dormitorio, dan al ambiente un aspecto desolador. Dicen en "El Mundo" que Urdangarín está arruinado y me pregunto yo si esa gente se puede arruinar con lo que se ha metido en la buchaca. Supongo que no; desmejorado sí que está el hombre. Y cualquiera no, con la que le está cayendo encima y con su santa diciendo que confiaba plenamente en él. A Urdangarín lo va a meter en la cárcel no el juez sino Roca Junyent . Qué barbaridad.

3.- O sea, que ustedes comprenderán mi desazón y mi caserismo; aprovecho para leer los Textos Costeños de García Márquez , que compré en Barcelona el año 81, hace casi 33 años, a la tierna edad de otros 33. Joder, quién los agarrara. Ya no tengo amigos en los puestos importantes de empresas que antes me invitaban a viajar. Todos son jubiletas, como yo, o la han diñado. La realidad la marca la desaparición de los amigos. Y eso.

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No voy a ningún lado
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