viernes. 19.04.2024

Por INA

Mirando en esta dirección nos encontramos con infinidad de puertas en marcada sucesión, observando atentamente descubrimos que absolutamente todas llevan grabado nuestro nombre a fuego de hierro, somos nosotros, son parte nuestra, podemos considerarlas como una prolongación de lo que seremos, somos nosotros incluso antes de traspasarlas, estáticas nos marcan el camino a seguir por el que vamos ascendiendo paso tras paso hacia nuestro porvenir permitiéndonos algunas pasar libremente como si dispusiéramos de la llave maestra que las abre a todas forjada entre la experiencia y la razón, mostrándonos nuestro más reciente futuro convertido en presente ya, a donde accedemos porque es donde realmente queremos estar, por lo que hemos trabajado durante gran parte de nuestra vida, donde mejor nos sentimos. Sin embargo, otras se nos rebelan infranqueables, puertas que no se abren con esta llave, decididamente, necesitaremos de la ayuda de alguien para poder traspasarla, alguien, por otra parte, que por si solo tampoco podría abrirlas pues somos nosotros, los dueños indiscutibles de nuestro destino, quienes debemos hacerlo para continuar nuestro camino.

De pronto, un día cualquiera, creemos desvanecer cayendo en una profundo sueño dejándonos incapacitados de obrar cualquier reacción o impronta ante lo que se nos presenta como la mayor de las desesperaciones imaginadas con antelación, al despertar nos encontramos enmudecidos ante la visión de la más grande y bella puerta de entre todas las hasta ahora conocidas y que difícilmente volveremos a encontrar más adelante, pues a parte de sus dimensiones descomunales y su original diseño también difiere de las anteriores en que tiene dos cerraduras más, son tres las llaves que necesitaremos. Probando descubriremos que la primera cerradura al ceder nos da paso a un mundo nuevo pleno en claridad, la segunda se nos presenta al tacto tan gélida que ninguna de las llaves la puede hacer girar teniendo que tomar una decisión para poder continuar, al hacerlo habremos acertado dándonos paso hacia la tercera y última cerradura, la apertura de esta se nos presenta más dificultosa aún pues ninguna de las llaves convencionales a podido accionarla, ninguna encaja hasta que nos acercamos más dando el primer paso para intentar entrar poniendo en marcha el mecanismo escondido que la hará girar, una vez hemos empezado nuevamente a caminar ya no volveremos a verla, podremos encontrar otras pero ninguna será tan especial como aquella primera gran barrera que pudimos romper y que definitivamente nos marcó el camino.

Norte
Comentarios