Por Andrés Chaves
1.- Mi amigo de la infancia Imeldo Bello , un gran fotógrafo y pintor, me ha sometido, el martes último, a una sesión de fotos. Es la cuarta de mi vida. La primera la hice con Santiago Ferrero , en mi casa de La Laguna, y todavía esas fotografías, en blanco y negro, las contemplo con verdadero deleite. La segunda, con Roberto Ríos , mientras realizábamos un spot, de mucho éxito, siendo yo director de "La Gaceta de Canarias". El anuncio incluía una toma en la piscina de mi casa, vestido, tan real como la vida misma, de la que salí con tremendo resfriado. Era invierno cerrado, el invierno cruel orotavense. La tercera sesión de fotos fue hecha por Marta Von Porozslay , también en mi casa de La Orotava, con mi perra bull-dog, "Mentecata", como partenaire. Fabricó Marta un retrato estupendo, pendiente de enmarcar y de colocar en un lugar de honor. Y, ahora, la cuarta, en mi ático del Puerto de la Cruz. Es que me he mudado más veces que Juan Ramón Jiménez , que se cambiaba de domicilio casi todos los meses. A mí no me gusta posar, ni me gusta el maquillaje, ni me gusta lo ficticio. Me gusta lo real. Y para retratar a uno tal como es están los grandes fotógrafos, a cuatro de los cuales he citado más arriba.
2.- ¿Para qué sirve posar? Bueno, con relativa frecuencia piden fotos. Este periódico solicitó hace algunos días una reciente, la que acompaña a este artículo. Remití a los compañeros a María Pisaca , para mí una de las mejores reporteras gráficas de Canarias. María ha hecho fotos realmente geniales y ha expuesto públicamente instantáneas increíbles, con reportajes bellísimos. Como ha cubierto algún acto en el que yo era protagonista, pues ella ha sido la autora de la foto del círculo de arriba. La sesión a que me sometió Imeldo el otro día tendrá los resultados que sean, pero él no podrá hacer milagros. De lo que digo estoy seguro.
3.- Uno tiende a encaramarse en la fama efímera local de cuando en cuando. Ahora la han tomado conmigo en la Internet, lo cual es buena señal. Me ponen una cara de cochino, envían mails insultantes. Todo ello no significa otra cosa que estar en el buen camino. Es importante que lo que uno cuente cada día en la crónica no deje indiferente a la mayoría, así que el inexorable termómetro de la popularidad me señala. Hasta en una encuesta de la red, en la que tú aportas los datos que te pregunta un faquir hasta que éste da con tu nombre, ha salido el mío clarito, clarito. Menos mal, porque creí que se me estaba acabando el gas y eso sí que no. Para un individuo egocéntrico, engreído y tan idiota como yo, esta circunstancia sería terrible. No resistiría pasar desapercibido.