jueves. 18.04.2024

Sabedora de mi nula querencia por las modas, los trapos y toda esa subcultura, una sufrida lectora me envía a la dirección del correo electrónico que aparece al final de esta columna las imágenes que desde el pasado fin de semana ya circulan por medio mundo en internet: en ellas aparece un afamado cómico inglés abortando el pase de las pobres modelos que llevaban la colección (te la regalo entera) de la tal Ágatha Ruiz de la Prada, esa intelectual. Como lo que no es serio hay que tomárselo a broma (frase que siempre me viene a la cabeza y al teclado cada vez que me hablan de moda), el actor se sumó a la tomadura de pelo y recorrió toda la pasalela (pasarela, perdón), entorpeciendo y ridiculizando a las ya de por sí ridículas modelos trocadas en heraldos de la anorexia asexuada.

No le hizo gracia a la tal Ágatha las gracias del gracioso profesional. De hecho, la modista perdió un poco los modales y montó en cólera, según leía este sábado en El Mundo, el magnífico periódico que toca la casualidad que dirige su propio marido, al que también y tan bien disfraza ella, con ese gusto tan exquisito que se gasta la filósofa del trapo coloreado. Ustedes ya se habrán fijado en que los modistos de las últimas hornadas son como los peluqueros o los herreros (los primeros visten para matarlos, los segundos se peinan para fusilarlos y los terceros gastan cuchara de palo, según dice el dicho). Predicar con el (mal) ejemplo, que se llama la figura.

Confieso que no puede atajar la carcajada después de ver las imágenes de la pasalela (pasarela, perdón) de Milán, o de por ahí afuera. Ver primero a los profesionales del camelo tomándose tan en serio algo que obviamente no lo es (excepto para ellos mismos y para el infraperiodismo que ha cambiado a los filósofos por las filosas asexuadas o andróginas), y ver finalmente cómo el actor que interrumpe el esperpento interpreta esta vez al niño del cuento que avisa y advierte que en realidad el rey o la emperatriz de la moda van desnudos, convierte a la aparente anécdota en bofetada en toda regla a este magnífico negocio para necios.

Incluso los periódicos teóricamente serios le dedican páginas a puntapala a la matraca consumista de la moda y entrevistas a los modistos más listos como si éstos fueran o fuesen filósofos principales que tienen cosas importantes que decir sobre política, cultura y por ahí (la misma ridiculez que repiten en algunos concursos de belleza, cuando se les pregunta a las intelectuales que van en bragas sobre el escenario por el sentido de la vida, si lo hubiera o hubiese). Coges diarios supuestamente serios y prestigiosos y ves más espacio dedicado a esa simplonada de la Pasarela Cibeles 2008 (rebautizada ahora como “Madrid Fashion Week”; ¿cabe mayor ridículo o papanatismo?) que a otras cuestiones de cierta o teórica enjundia. Como vivimos en la era de la estúpida y estomagante corrección política, no está de moda decir verdades evidentes. Verdades como esa que sentencia que la autoridad de la moda es tan absoluta que obliga a ser ridículo para evitar el riesgo de parecerlo. En realidad, nunca se ha puesto de moda decir la verdad, valgan verdades.

NOTA AL MARGEN: Con motivo de la anterior columna publicada en esta misma tribuna digital, este miércoles por la tarde me llama desde Madrid Loly Luzardo, toda ella senadora por la Comunidad Autónoma de Canarias (con lo eso impone y supone) y me echa la bronca la siglo (es que donde hay confianza...). Cómo sería la cosa de grave que se queda sin batería y le levanta el móvil a su correligionario y sin embargo compañero, el congresista conejero Cándido Reguera, para seguir diciéndome de todo menos batatero, que es el único título que puedo llevarme a la boca, aparte de la etiqueta de Anís del Mono. Ella dice que no se ha dedicado a apoyar a una candidata en contra de otras posibles candidaturas a la disputada presidencia del PP de Lanzarote, y mucho menos a lanzar bulos contra ningún otro posible candidato a candidata. “Tú sabes que yo no soy mala persona, Miguel Ángel”. Dicho queda. ([email protected]).

Pasarela Masdache
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