sábado. 20.04.2024

1.- Nunca como ahora se había nombrado a Roma en los periódicos isleños. Por aquello de que tanta gente fue a la canonización del padre Anchieta . En Roma se puede henchir uno de piedad y divertirse, en la misma acera. Es una ciudad llena de fuentes muy antiguas y de piedras inmemoriales. Atrae mucho, por las umbrías de sus zaguanes, las estatuas empotradas, los restaurantes. Estatuas empotradas como las de la Fontana de Trevi. Y libres de edificios, como las tres de la Piazza Navona, el antiguo stadium de Domiciano sobre el que papas y emperadores mandaron a construir sus alegorías. Uno de los Inocencios le encargó a Bernini una estatua, preciosa. Yo, antañazo, cuando viajaba, me fijaba poco en las estatuas, porque me obsesioné con las compras y las tabernas y aparqué la cultura y la historia. Pero como he estado en tantos sitios tantas veces, ahora transformo los recuerdos comerciales en recuerdos culturales y vivo las cosas otra vez, pero de distinta manera. Es como vivir dos veces el mismo viaje y creo que ustedes, desocupados lectores, me entienden.

2.- Me hubiera gustado ir a Roma con lo de Anchieta, pero nadie me invitó y yo no puedo; tampoco vi que el Imserso organizara ninguna algarabía para viejos en la ciudad eterna, así que no me pude apuntar para ir con ellos de baracalofi, o sea, muy barato. Antes me invitaban a viajar y ahora no, porque, como dice mi amigo Ambrosio , "ya tú no pintas nada". Y tiene razón, soy un mojón, como el concejal de Cuenca de Chiquito de la Calzada . Pero les hablaba de Roma, una ciudad con inmenso encanto. A mí me habría gustado vivir en la Vía Marghutta, con sus casas plurifamiliares y sus patios llenos de plantas. En esa calle, cercana a la Plaza de España y a la Vía Condotti, vivieron César González-Ruano en la realidad y Gregory Peck , en la ficción, en la película "Vacaciones en Roma", con Audrey Hepburn , del gran William Wyler .

3.- Recorrer, de noche, las orillas del Tíber es un ejercicio de sabiduría; el calor suave romano de la primavera y el más fuerte del verano choca con el fresco que trae el río y crea una nubecilla agradable que refresca el rostro del paseante. Luego te vas al Trastévere y te metes en una de aquellas covachas llenas de hornos de pizza que da gloria verlas. A mí siempre me gustó Roma; mucho más que Venecia, que también. Pero Roma la conozco más. Italia fue mi primer viaje al extranjero, en la noche de los tiempos. Me invitó la "Fiat", a la presentación de un coche en Turín. Me trataron a cuerpo de rey. Qué tiempos, cuando yo no necesitaba del Imserso para moverme, porque tenía posibles. O me invitaban.

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Roma
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