miércoles. 24.04.2024

Víctor Corcoba Herrero

Todas las vanguardias históricas, clásicos contemporáneos y arte actual, por estas fechas febreriles, cuando en el sur de la madre patria despiertan los almendros la claridad de su pureza trazando horizontes de nieve y, por el norte, empiezan a adormecerse los fríos fraguándose la suavidad de las luces, suelen darse cita en la feria internacional de Arco, una multitud de galerías procedentes de todos los mundos, arropados por el encuentro de sensibilidades, bajo el universo expositivo del arte: pintura, escultura, instalaciones, fotografía, vídeo, new media, dibujo y grabado. Sin duda, es una buena ocasión para adentrarse en ese abecedario de sensaciones y, después de esa contemplación, quizás surja el deseo de aprender el arte de pensar y vivir creativamente.

Está visto que cuando nos sorprendemos, descubrimos y atrapamos las inmensas posibilidades creativas que nos ofrece esta vida que nos ha tocado vivir, evidentemente nos cambia la forma de hallarnos y de reencontrar el camino. ¿Qué es el arte, sino una manera de orientarse en la existencia? Por ello, me parece sumamente interesante que el Ministerio de Cultura haya activado, con motivo de la XXVII edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo Arco, un proyecto de ideas y propuestas para el arte. Transmitir al mundo ideas expresivas del arte, por parte de los propios cultivadores, es como invitar a vivir lo que no se vive, es sobre todo participar un estado de luz que nos pone alas para ver al mundo desde otras alturas más estéticas, distintas a este inseguro y esclavizado sistema productivo, de agobiante y jerarquizado poder que aplasta a las personas más vulnerables, dejándolas insensiblemente tiradas en la cuneta del olvido, bajo la etiqueta de la exclusión.

Nuestro siglo exige otra estética y el arte, cuando es puro, puede instruirnos para llevar a buen término proyectos compartidos en torno a un mundo más cohesionado. Bien es verdad que también, a veces, asistimos a la teorización de un arte incapaz de hablar una lengua universal, un lenguaje común, optando por lingüísticas egoístas y egocéntricas, tribales y mediocres, que para nada comunica. También este arte, que pongo en duda que lo sea, cuando menos debe huir de matarse asimismo, puesto que la finalidad del arte siguiendo la idea aristotélica, es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia o el inventarse, en vez de la belleza, el mal gusto. Además, lo que paulatinamente ha perdido el actual mundo electrónico y consumista, es justo el estupor, dando paso a la vulgaridad. Para salir de ese letargo de simpleza y terquedad, lo más sensato es racionalizar la belleza cultivada y contemplada, que será aquello que visto place. La persona debe saber guiarse. El arte y el razonamiento son dos inestimables herramientas de conducción para un mundo que no es del todo claro.

Seríamos injustos, a pesar de que nos apasione todo lo que se aproxime al talento, sino dijésemos que son muchos los observadores que piden un retorno a la verdadera belleza. Algo que parece, a juzgar por algunos críticos, le falta al arte moderno. Quizás debiéramos pensar que la inspiración es el destello del mundo. Si el mundo es aterrador, el reflejo también lo es. Sin embargo, a mi me parece una sensata idea potenciar un encuentro de sensibilidades, como es Arco al fin y al cabo, para ofrecer al mundo un despertar en el arte, o sea en el orden. Seguro que se puede mejorar la feria, pero ahí está fiel a la cita un año más, llamándonos y llevándonos a ese baile de colores y calores, para inyectarnos níveas sacudidas, para dejarnos el alma en el sueño de la obra pictórica y que, el asombro, si es que nos sobrecoge, acabe injertándonos pensamientos nuevos en un mundo viejo y de viejos.

Arco nos debe hacer ver la belleza. Nos la hará sentir en la medida que aglutine talento artístico. El mundo necesita saborear la indescifrable hermosura y hacerla suya, antes de perdernos en el rumor y en la ira, en el galopar y en la incompetencia, en la negación de los verdaderos valores, en el vacío y en un laberinto que no conduce a ningún sitio y que marca el fin de toda esperanza. Haría falta reencontrar el modo de trabajar con la pureza como compañera de viaje, extraer su respiración, llevar consigo la paciencia de los artistas, un arte de vivir que ennoblezca al ser humano. En cambio, se instrumentalizan las cosas, se sacan de quicio, se confunden las semánticas, arropando y confundiendo lenguajes que nada tienen que ver con el lunar del arte.

Entendemos que el éxito comercial de Arco está asegurado, pero precisamente por su posicionamiento privilegiado en el panorama artístico internacional, debería suscitar algo más que un simple interés de mercado. Hay que dejar oír la voz del artista, tanto a través de su obra como de sus gestos, su manera de mirar hacía sí y hacia los demás, hacia el paisaje y hacia el universo, sólo así se pueden entender las historias de la vida y comprender el valor artístico.

A mi juicio, los tiempos actuales caminan ausentes de auténtica belleza, sin entusiasmo alguno, lo que dificulta un naciente resurgir. La presencia de los grandes mercados artísticos de Nueva York, Londres y Alemania, además de Brasil como uno de los ejes internacionales más emergentes y de mayor efervescencia artística en la actualidad, puede ser un motivo extraordinario para el análisis, en un mundo hambriento de artistas, pues únicamente ellos son capaces de transmitir la potencia del bien refugiada en la naturaleza de lo bello. Sólo desde el olimpo de los verdaderos cultivadores del arte, el crecimiento de la persona es un seguro de por vida. En relación con las obras pictóricas, los humanos de todos los tiempos y espacios, alumbraron destinos, encendieron el gusto por la vida y el sueño futuro. Esperemos que también a los de ahora, podamos escucharles y nos resuciten con el salvavidas de lo bello, un presente más saludable y un porvenir más humano. Sería la gran lección de Arco 2008.

Un encuentro de sensibilidades
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