viernes. 29.03.2024

Por Eduardo Álvarez

Que tristeza me entra cuando asisto, sin poder creer lo que veo y oigo, al lamentable y patético, por no llamarlo de otra forma menos educada, espectáculo que están dando nuestros políticos en el caso del niño.

El grado de deshumanización al que han llegado nuestros políticos llega a extremos realmente insospechados y hasta, cierto punto, patológicos.

¿Dónde tiene que llegar nuestra sociedad, a qué punto de locura y desesperación colectiva nos van a conducir los que nos gobiernan para que alguien tome conciencia de la absurda y cruda realidad que nos rodea?

¿Cómo es posible, en qué cabeza con un mínimo de neuronas cabe, que estemos discutiendo si hay o si no hay dineros, si es o no es competencia de nuestras instituciones el solucionar un problema vital, el alegrar la vida, en la medida en que esto sea posible, a un niño que sufre lo indecible, a una familia que padece lo que no está escrito, a una sociedad que asiste, atónita y estremecida, a una realidad cruel e injusta en la que, como siempre, los menos favorecidos de la sociedad son los que la padecen?

Lo realmente lamentable es que aquellos a los que hemos puesto en los sillones de las instituciones, con sueldos y prebendas que nunca hubieran podido soñar, son los que nos niegan sistemáticamente el pan y la sal.

Lo realmente lamentable es que mientras los dineros públicos se los gastan en nadie sabe qué, menos ellos claro, en pagar privilegios, enchufados, correveidiles, pelotas de la más diversa índole, amigos de partido, hijos, primos y demás familia, medios de comunicación que más parecen hojas parroquiales sin más criterio que el que les dicta el que les paga, buffetes de abogados con una mas que dudosa relación institucional, estudios y más estudios, pues mientras hay dinero para eso, no lo hay para lo que verdaderamente importa: LOS CIUDADANOS Y SUS PROBLEMAS.

Podría estar días escribiendo, pero cuando veo las imágenes de esta familia, de ese niño, de ese padre en huelga de hambre por lo que cree, y así lo pensamos miles, que es una absoluta injusticia, cuando veo esto es a mi al que se le encoge el alma y las órdenes de mi cerebro no llegan a mis dedos.

Dios quiera que no pase nada. Dios quiera que a estos desalmados e inhumanos que nos gobiernan no les pase nunca lo que ésta y otras familias de Lanzarote están sufriendo, aunque pensándolo cruelmente, a veces deberían pasar por esto para que se dieran cuenta de que la vida es cruel, dura, injusta. Seguramente, si los que nos gobiernan padecieran lo que los que les votan, muchas de estas cosas no pasarían, por cruda que esta afirmación pueda parecer.

Animo Martín, que aunque los políticos carezcan de él, el corazón de los conejeros está con vosotros.

Un poquito de humanidad, por favor
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