jueves. 28.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Acostumbro a escribir con relativa frecuencia un artículo semanal, que se publica normalmente en determinados medios de comunicación impresos y digitales. Procuro que sean de diferentes asuntos de actualidad. No me resulta fácil la tarea, lo reconozco. Sólo se da cuenta de la dificultad de escribir, aquel que tiene esta práctica saludable. El que voy a escribir hoy, soy plenamente consciente de que me va a suponer un gran esfuerzo, además de un profundo dolor. Por ello, me he resistido a iniciarlo durante varios días. Mas, finalmente me he decidido a ello por razones éticas.

El alcalde “socialista” de mi ciudad, se ha empecinado en dedicar una calle a San Josemaría Escrivá de Balaguer, por lo que se ha producido un profundo malestar, así como sorpresa, en amplios sectores progresistas de la ciudadanía, tanto a nivel local como en el conjunto de nuestra Comunidad Autónoma de Aragón. Como también en el Estado español.

Dedicar una calle a una persona no es un tema baladí, pues ello debe suponer el reconocimiento de las cualidades que el homenajeado simboliza y, por ello, ser un digno ejemplo y modelo para la ciudadanía de la población que lo incorpora a su toponimia urbana. De este modo, se honra a aquellas personas que han destacado por su esfuerzo, por su dedicación y por sus méritos en el mundo de las artes, de la política, del deporte, de la literatura o de la ciencia... Mas, como acaba de escribir con acertado criterio Antonio Aramayona, “Un personaje lleno de toda clase de prejuicios, contra la mujer, contra los pobres, además de mostrarse intransigente frente a los avances científicos, y que apoyo incondicionalmente la dictadura franquista. ¿De qué y para quién puede ser modelo Escrivá?”.

En la misma línea acaba de expresarse Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza y desde 2007 Hijo Adoptivo de Zaragoza: "Los miembros del Opus Dei y Escrivá tuvieron muchos privilegios durante la dictadura y nunca les importó que se violaran los derechos humanos".

Como era de esperar, dentro de su mismo Partido se han levantado algunas protestas, aunque deberían haber sido más numerosas, y sobre todo en el aparato del Partido. Con ser ya sorprendente la decisión tomada, lo es más todavía los argumentos esgrimidos un tanto peregrinos para justificarla: tomar una decisión como ésta es un ejemplo de “cultura”, y el oponerse a la misma supone, según nuestro alcalde, una actitud “sectaria”. Por ende, a los socialistas de su propio Partido que se opongan, entre los que me encuentro, nos ha llamado públicamente “sectarios” e “incultos”. Considero que el alcalde, inteligente que lo es, decir lo que ha dicho no puede ser más que producto de un desvarío pasajero, ya que de no ser así, sería para preocuparnos seriamente.

En el caso de que fuera una decisión perfectamente consciente y meditada, me gustaría conocer las causas auténticas de la misma: ¿Qué se esconde detrás? ¿Qué obligaciones tiene contraídas? ¿Y con quién?. Han tenido que ser muy fuertes y poderosas. Ya que, a nuestro alcalde no le ha importado enfrentarse abiertamente y de lleno a los militantes de su propio Partido, así como el arriesgarse a asumir a un grave desgaste electoral que le puede pasar factura a la hora de valorar en su justa medida su gestión municipal, lo cual podría interpretarse como que no tiene la intención de presentarse como candidato para la alcaldía de Zaragoza en las próximas elecciones. En el caso de que esta última apreciación fuera equivocada, y tuviera la intención de volver a presentarse a la alcaldía, supongo que no le habrá pasado por la cabeza la idea de que con la dedicatoria de esta calle va a rascar votos por la derecha. Al respecto, me viene a la memoria el refrán: Quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro.

Pienso que dedicar una calle al fundador del Opus Dei, a San Josemaría Escrivá de Balaguer, que tantas actitudes sectarias y connivencias con la dictadura franquista tuvo, eso sí que es una muestra de sectarismo, máxime cuando el cambio de la toponimia urbana se ha justificado como consecuencia de la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, lo cual, referido al pensamiento sectario y reaccionario de Escrivá de Balaguer, a quien el general Franco le concedió el título de “marqués de Peralta”, resulta un sarcasmo y una ofensa para los valores y objetivos que la referida Ley pretende.

Y, además, esta “alcaldada” tiene muy poco de socialista: en cambio, sí que sería socialista, además de poco sectario, el dedicar una calle a Bernardo Aladrén, Teniente-Alcalde en el Ayuntamiento de Zaragoza por el PSOE, en tiempos de la II República, que luchó durante toda su vida en defensa de la clase trabajadora, guiado por sus ideales de justicia, libertad y solidaridad, y que precisamente por ser socialista, sería asesinado en los primeros días de agosto de 1936 por miembros del ejército que se levantaron contra el Gobierno legítimo de la II República. Por lo que acabo de ver su nombre no está en el listado de 43 personas, a los que se les va a dedicar una calle en nuestra ciudad de Zaragoza, pese a que el Ayuntamiento de la capital aragonesa asumió públicamente ese compromiso para con la digna memoria de Bernardo Aladrén en el año 2008.

(El artículo lo rubrican también José Ramón Villanueva Herrero y Hermino Lafoz Rabaza)

Un socialista sectario e inculto
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