jueves. 18.04.2024

Por J. Lavín Alonso

Ciertas medidas políticas, adoptadas con precipitado talante más que con ponderado talento, y sobre todo, si están arropadas por una progresía alcanforada con ribetes de puritanismo trasnochado, se me antojan condenadas a un fracaso a corto plazo, circunstancia esta que, por otra parte, ni me preocupa ni predispone, como en la canción aquella; cosas de más enjundia reclaman en estos días mi atención. Casi siempre se trata de argumentos políticos de dudosa solidez, poco elaborados y siguiendo a rajatabla los postulados de la enfermedad intelectual de nuestro tiempo: la corrección política.

Las cruzadas morales, o moralistas, cualesquiera sean sus propósitos, no suelen tener buena prensa, tal vez porque enseguida se les ve el plumero. Si estas empiezan cargadas de buena fe y loables intenciones - que no tanto - acaban, por lo general, desembocando en pura demagogia electorera, o cosas peores. Hablo, naturalmente, de democracias. En regímenes de corte dictatorial, teocrático o totalitario, estas cruzadas suelen llevarse a cabo por el procedimiento de ordeno y mando, o el de palo y tente tieso, cuando no a sangre y fuego. Los tratados de Historia ilustran perfectamente muchos de estos casos.

En 1920, en los EE.UU se promulgó la Ley Volstead, más conocida como Dry Law o “Ley Seca”, con los resultados de todos conocidos y que tan prolijamente han mostrado al Mundo Hollywood y los autores de la llamada novela negra. Duró hasta 1933 y el gobierno useño se vio obligado, ante la magnitud que habían tomado los acontecimientos y su pérdida de control sobre ellos, a derogarla en 1933. Aquí se pretende ahora algo similar con el llamado pomposamente “Anteproyecto de Ley de Medidas Sanitarias para la Protección de la Salud y la Prevención del Consumo de Bebidas Alcohólicas por Menores”, sin tener en cuenta, o eso parece, la tradición vitivinícola de España. El todo es prohibir por prohibir, sin pararse a medir las consecuencias. Luego pasa lo que pasa. Conste que lejos está de mi ánimo el convertirme en apologista de la “priva”, afición esta que prevalece desde que Noé, el pionero de la viticultura y la enología, cogió la primera cogorza de la que existen referencias documentales, pero hay cosas que claman al Cielo; como si por el mero hecho de promulgar una ley tan larga de titulo como previsiblemente escasa de eficacia - y si no, al tiempo - vaya a cortar de cuajo siglos y siglos de darle al morapio: Además, se da la paradoja de que mientras el Ministerio de Agricultura promociona un producto en el que España es país señero en el ámbito mundial, el de Sanidad se empeña en ponerle cortapisas por aquello de la salud. Empiecen por coordinar las acciones reguladoras o legislativas, evitando así desconcertar al personal con tiranteces y crispaciones interministeriales.

A estas alturas, nadie en su sano juicio duda ya del peligro inmediato para la salud que es el tabaco, o del peligro a más largo plazo que es la ingesta de alcohol sin orden ni mesura. Tampoco es ningún secreto que los gastos que causan anualmente a la seguridad social su nocivo consumo son astronómicos. Pero también son catastróficas para la salud las emanaciones del parque automovilístico en su ya disparato crecimiento y nadie se planteado aun seriamente una reducción drástica del mismo, así como fuertes controles sobre sus emanaciones... o las de la industria en general, que no solo llena de productos tóxicos la atmosfera, sino las aguas terrestres y marítimas (Protocolo de Kioto y otros).

El bien sabido que el vino tinto tiene propiedades antioxidantes y cardiosaludables, si es ingerido en cantidades de unos 300-400 c.c. al día, de acuerdo con las principales corrientes dietéticas en boga. Superadas estas cantidades, entra en juego el otro componente del mismo: el alcohol etílico, de efectos muy dañinos para la salud. Una posible solución sería una amplia campaña de concienciación e información a la población en general. Seguro que daría mejores resultados que una prohibición drástica. En todo caso, y vistos los intereses que están en juego - no es cuestión de perder votos así como así - me malicio que la cosa acabará suavizándose todo lo posible, siendo entoices de aplicación el dicho aquel de que “para ese viaje no hacen tamañas alforjas”. Permanezcan atentos a la pantalla, gracias.

¿Una nueva Ley Seca?
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