viernes. 29.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

La ONU designó el primero de octubre, Día Internacional de las Personas de Edad. “Hacia una sociedad para todas las edades” es el tema elegido para la conmemoración. La verdad que me parece muy acertado, no en vano toda actividad que realizamos cualquier persona, en cualquier edad, transcurre dentro de un colectivo, sin que pueda nadie abandonarse a su influjo. Vivimos momentos de muchos cambios y, desde luego, debemos replantearnos que las relaciones entre las diversas generaciones, lejos de separarse, deben reforzarse, estableciendo vínculos más fuertes, más comprensivos de todos para con todos. Si queremos una sociedad justa, ésta debe oír, asistir y acompañar a todos sus miembros. Precisamente, el grado de civismo de una comunidad se mide por el diálogo entre culturas y por la protección prestada a las personas más débiles del entramado social.

Para todas las edades hay que reinventar una sociedad globalmente acogedora, inclusiva y no excluyente. Sería mezquino parcelar la humanidad por los años vividos. Cada vida es un mundo y un mundo necesario para compartir. El mayor mal es la indiferencia de unos para con otros, la ausencia de amor y generosidad, la terrible apatía hacia nuestros convecinos y la no escucha generacional. La vida de cada uno, por ínfima que nos parezca, es en sí misma el máximo valor en cualquiera de sus etapas. La infancia como la juventud, la edad adulta o la ancianidad, tienen sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada sería más absurdo que obviar lo mucho que puede aprender un adulto de un niño o un niño de un adulto.

Es el momento de educar para la equidad intergeneracional. Toda persona necesita su espacio social, sentirse aceptado. Cualquier marginación de la sociedad multigeneracional, va en detrimento del propio ser humano. Para ello, hace falta el respeto por la vida en todas sus fases. Algo, que por desgracia, tantas veces queda en entredicho. Ha llegado el tiempo de comenzar a actuar con miras a un efectivo cambio de mentalidad respecto a las etapas que vive todo ser humano. Para empezar, hay que tomar en serio la humana aspiración a la felicidad, servirla y dejarse servir por ella. Un buen deber ciudadano. Está visto que nadie puede ser feliz si no se aprecia a sí mismo y no aprecia a los demás, considerándolos como parte de sí. Acción, pues.

Una sociedad para todas las edades
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