viernes. 19.04.2024

Por Miguel Ángel de León

Va sobrado de razón Bernardo Sagastume en su columna del pasado viernes en el diario ABC (edición para Canarias): "El riesgo que se corre al publicar informaciones sobre ciertos fenómenos o personajes es el de concederles entidad, que se crean con derecho a sentirse legitimados. Pero también es cierto que, si se prefiere ignorarlos, se está recortando la imagen de una realidad de la que, en principio, aspira a dar cuenta el periodismo".

Me aprovecho de ese párrafo para dar por contestada la principal pregunta que algunos sufridos lectores de esta sección impresa y digital me han repetido en las últimas fechas: "¿Por qué le dedicas tanta atención a los racistas y xenófobos que hay en las islas?". Pues porque, aunque sean pocos y cobardes (además de malhablados e insultones cuando se parapetan en el anonimato), hacer lo contrario sería tanto como cerrar los ojos cuando te disparan en mitad de la frente: el parpadeo no evita que la bala cumpla con su misión homicida. Hay que insistir en señalar y denunciar la violencia y el odio que generan estos manifestaciones disfrazadas de buenas intenciones y que esconden lo que en el fondo y en la forma está a la vista, para evitar estallidos como el que vimos tiempito atrás en El Ejido, un nombre que ya ha pasado a la historia de la histeria reciente en España, para vergüenza colectiva de los lugareños que no estaban en esa guerra (seguramente la mayoría). Que unos pocos no nos hagan pasar tanta humillación a todos.

Sagastume hacía también referencia en su artículo a la otra manifestación previa a la de Santa Cruz de Tenerife, que había tenido lugar unos días antes en Los Cristianos: "Aun había sido menos la concurrencia en Los Cristianos, aunque el mensaje convocante tenía mayor claridad. Ese FUERA NEGROS tenía una contundencia ausente en la cobarde petición de una ley de residencia, que lo único que dejaba claro es que lo que quieren no es lo que dicen. Por eso el festejo final, frente a la Subdelegación del Gobierno, hermanados los neonazis de Democracia Nacional con los tardo guanches de Identidad Canaria. Los unió una carencia. Y es que a la hora de tratar el delicado asunto de la inmigración escasean por igual la cordura y la sinceridad. La cordura, cuando no se trata a la inmigración como un actor más de la economía. La sinceridad, cuando se la trae a cuenta de las próximas elecciones y pensando sólo en cuántos votos aportaría endurecer el discurso". ¿Por qué creen que se han sumado tantas siglas políticas a ese mal enfoque de lo que todas las encuestas señalan como la principal preocupación ciudadana? Más claro, ni el agua clara.

Javier Rioyo no es santo de mi particular devoción lectora, pues ejerce de militante de la pequeña/gran capilla del Grupo o Imperio Prisa, pero va igual de cargadito de razón en su artículo de este domingo en el diario El País cuando habla de la impresentable manifestación tinerfeña de la que casi fue testigo ocular: "Para decirlo suave, parecía un desmemoriado ejercicio de la propia historia española y, principalmente, canaria. La manifestación, que decía no ser racista, no quería que a las islas llegaran más inmigrantes. Que ya estaban todos. Que ya no cabían más. No fueron muchos, pero eran demasiados. ¿Cuántos de ellos serían familiares de aquellos otros canarios que en años de necesidad se tuvieron que ir para buscar un futuro mejor al otro lado, a Venezuela, Uruguay o Argentina? (...) Más memoria de nosotros mismos, menos manifestaciones contra los que vienen de fuera".

Se dijo. Pero no hay que hacer oídos sordos a las palabras necias, como me dicen algunos lectores bienintencionados que me recuerdan que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Al contrario: hay que vigilar muy de cerca a los necios para evitar que nos arrastren a todos hasta el fondo de su oscuro, ciego y necio precipicio. ([email protected]).

Vigilar al necio
Comentarios