“El que no se sienta nacionalista no tiene derecho a vivir”. Lo dijo, tal cual, la pasada semana Javier o Xabier Maqueda, senador del Partido Nacionalista Vasco (PNV para los amigos y demás personas piadosas, que no parece que sea su caso). O sea, un nacionalista moderado, según se autoengañan ellos mismos, aunque tamaña pretensión es un imposible (“contradictio in terminis”: contradicción en los términos): ser nacionalista moderado es tanto como estar sólo un poquito embarazada, un suponer. No quiero ni pensar lo que dirán o pensarán -si es que piensan algo- los nacionalistas inmoderados.
Un ilustre paisano del mencionado Javier o Xabier Maqueda dejó dicho, con muchísima más altura intelectual que el orador orate, que “amo demasiado a mi país (vasco) como para ser nacionalista”.
Y otro vasco no menos ilustre e ilustrado que el que más, el valiente filósofo Fernando Savater, tiene muy bien escrito que “el orgullo de los que se vanaglorian de nacer en un lugar es un mérito que comparten con muchos caracoles y varias clases de hongos”.
Al respecto de la burrada o rebuzno del senador peneuvista, el que mejor la ha analizado, sin andarse por las ramas como el mono del cuento, ha sido el joven columnista David Torres, para mi gusto. Le dedicaba su artículo de este lunes en el diario “El Mundo” a esa misma frase que soltó en Mallorca el mameluco de marras, que a su juicio “es sin duda la más terrible que se haya pronunciado jamás en Europa. Ni Hitler ni Stalin se atrevieron jamás a decir semejante salvajada, al menos en voz alta. Por mucho menos que eso, en Austria hay gente calentando el camastro de una cárcel. Queda demostrado que la raíz cuadrada de N, en PNV, es nazi”. Ah, amigo, el nazi-onalismo. Cuánta animalidad, cuánta guerra y cuánta sangre va a seguir derramando todavía...
Concluía David Torres que, “como no hay forma humana de entender que semejante afirmación haya brotado de la boca de un senador (un senador, nada menos, prefigurando un futuro asesino de masas), mejor pensar que se trata de un mutante”. Con estos bueyes hay que arar. Para que después llamen exagerado al filósofo Gabriel Albiac cuando repite, de tarde en tarde, que él no conoce a nadie más tonto que a un nacionalista. Ni más peligroso, visto lo visto. La ignorancia sigue siendo muy atrevida, como es triste fama.
Es palabra de Mario Vargas Llosa: “El nacionalismo es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo, que hace de la pertenencia a una abstracción colectiva -la nación- el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo”.
Por si alguien cree que el peruano habla de oídas o de algo que no conoce, otro novelista mucho más viejo que él y que conoce como pocos el País Vasco, Ramiro Pinilla, el celebrado autor de “Verdes valles, colinas rojas”, también lo dejaba más que claro en una reciente entrevista: “El nacionalismo es una fe que cierra las puertas a la razón. El nacionalista vive en una contradicción y es insolidario”.
En caso de dudas al respecto de esas sabias sentencias de otros tantos escritores o filósofos, repásese no más la mencionada frase del senador del PNV, a ver si encuentran por dónde cogerla... y si la cogen, tírenla después a la basura o vayan a enterrarla muy hondo, más lejos que cerca, porque consta que es contaminante. Mucho cuidadito con eso. (de-leon@ya.com).