PAGAR POR DETERMINADOS SILENCIOS
Don Pepa, al que todos vamos conociendo muy bien en Lanzarote, es un personaje que iba de luminoso e iluminado pero que brillaba gracias al talento de cerebros ajenos, todo hasta que se dio un monumental batacazo que lo dejó más trastornado de lo que ya estaba. En cuanto tuvo que dar el do de pecho la pifió. En cuanto tuvo que remar en solitario y exponer sus ideas sin apuntador se puso en evidencia ante todo el mundo. Don Pepa creyó, el muy desdichado, que con pagar y pagar silencios lo tenía todo arreglado, que con dinero se podía solucionar todo. Al final se encontró con que la ambición de otros -muy ambiciosos, vive Dios- ha puesto en riesgo la supervivencia de su imperio. Ahora no tiene ni tan siquiera el aliento del Picudo Rojo, que también deambula por estos pagos de Dios en compañía de Don Pepa intentando atravesar el sendero de la podredumbre y de las carencias. Nosotros al menos lo tenemos claro: todo esto le sucede a aquellos que se encumbran en altares que no les corresponden, en altares ajenos. Les contaremos más, otro día.