A las puertas de la cárcel
En los días previos a la pasada y pesada Navidad tuve la ocasión (otros dirían que el dudoso honor) de hacerle la última entrevista que concedió a los medios de comunicación Dimas Martín Martín justo antes de ingresar en prisión a finales de 2006. La idea de esa última intervención televisiva fue, en realidad, más suya que mía. Se le había ocurrido con motivo de una anterior presencia del jefe del PIL en el mismo plató: “Cuando me llegue el aviso del ingreso, justo antes de entrar en la cárcel de Tahíche vendré aquí a contarlo, si te parece bien”. No me pareció ni bien ni mal, simplemente era una de esas entrevistas que puedes pero no debes rechazar, porque sabes del interés objetivo que la misma despierta en una isla en donde las siglas del PIL, guste o disguste, siguen teniendo el respaldo social y electoral que tiene. Para alguien que, como el que esto firma, jamás le ha dedicado una palabra amable al PIL ni a su fundador (ni a ningún otro partido que haya gobernado alguna vez, puesto que se me antoja tan obsceno como sospechoso todo elogio al poder), y que siempre que escribí su nombre fue para hacer la crítica política de su figura y de su proceder, el gesto confirmaba lo que algunos dicen de Dimas: que no cultiva el rencor. Él cumplió con su palabra y con ese compromiso al que nadie -y yo menos que nadie- le había obligado. No iba a ser una entrevista pagada ni pactada (no me he prestado nunca ni a lo primero ni a lo segundo: el único pago que acepto es el de la empresa, y las preguntas sólo las pacto previamente con mi ordenador), y Dimas sólo había puesto una condición: que se emitiera justo cuando él ya estuviera, unas horas después, en prisión. Para que esa condición se aceptara había que romper la norma de que el espacio televisivo se emitiese en eso que han dado en llamar como “riguroso directo”. La excepción que rompía esa regla estaba esta vez más que justificada, y así se hizo. Cuando acabamos la grabación, ya en horas de la madrugada, le hice saber al protagonista que una FFF (fuente femenina familiar) me había filtrado la noticia que desconocían incluso otros familiares no menos cercanos a él: su intención de entrar en la cárcel justo un día antes de lo que estaba previsto, para darle así esquinazo a la prensa y evitar una nueva convocatoria de apoyo ciudadano en Tahíche, como había sucedido en anteriores ingresos carcelarios suyos. “Entonces sólo espero que no se lo cuentes a nadie”, me dijo. No lo conté. Y él protagonizó el esquinazo a la prensa y evitó la concentración de apoyo... hasta justo este pasado domingo, que supongo que habrá contado con su visto bueno, porque en el PIL no se mueve un hilo sin su aprobación, como es fama.
Entendí a la primera aquella intención de Dimas de ingresar en la cárcel sin hacer el ruido estruendoso de ocasiones anteriores. Pero no entiendo ahora la oportunidad de la concentración del pasado domingo, ni entiendo -y mucho menos comparto- las razones que he leído que se argumentaron para justificar la misma (no hay ni una sola que sea medianamente lógica o convincente; aparte del humano y entendible deseo de los suyos de ver al reo en casa, claro, pero ocurre que no es el único preso que está en la misma o peor situación, y los agravios comparativos duelen como pocos a quienes los sufren). Recién llegado de nuevo el PIL al poder insular y además -otra vez- de la mano del PSOE, flaco favor le hace a su socio de gobierno, para mi gusto, al que coloca entre la espada y la pared (si no se le concede el indulto, malo para la salud del pacto; si se le concede, peor aún).
¿Qué se está pidiendo exactamente? ¿A quién se le está pidiendo, al Gobierno o al sistema judicial español? ¿Qué se está denunciando con el “argumento” de que ya ha pasado bastante meses entre rejas? ¿Acaso una trama -otra más- política o judicial? ¿Y lo de solicitar el indulto cuando no consta arrepentimiento del condenado tiene alguna lógica?
No entro en la habitual y tontiloca guerra de cifras: que si mil manifestantes, que si quinientos, que si sólo unos cientos, que si había más periodistas que seguidores. Tanto me da que me da lo mismo. Pero tampoco valen otras cifras esgrimidas: que si la mayoría del pueblo ha votado la mayor parte de las veces por Dimas desde hace dos décadas, que si patatín o patatán. Todo eso da exactamente lo mismo. Si todo el electorado potencial de Lanzarote (incluso los ninguneados e insultados abstencionistas, los únicos que cada vez somos más en la isla) votara o votase únicamente al PIL, ello no cambiaría nada la situación. Un respaldo total en las urnas no exime de nada ante los tribunales. Ya sólo nos faltaba eso. (de-leon@ya.com).