Allá cuando chinijos
Para los maestros, cualquier excusa es buena para no dar clase, como es triste fama. Y nosotros preocupados, claro. Hoy nos van a llevar al Puerto (Arrecife), al Castillo de San José, que César Manrique ha convertido en Museo de Arte Contemporáneo, o nombrete parecido. La maestra de Sociales da por hecho demasiadas cosas, la muy optimista:
-Supongo que todos ustedes ya saben de sobra quién es César Manrique...
-Claro, señorita, ni que fuéramos tontos. César Manrique es el que escribió las “Coplas por la muerte de mi padre” -responde Néstor como una bala, creyendo que por fin sabía al menos la respuesta de una pregunta en todo lo que ya llevábamos andado del curso.
-Ése fue Jorge Manrique, no César. Y su obra se llamaba “Coplas por la muerte del maestre de Santiago don Rodrigo Manrique”, que era su padre.
-Más o menos es lo que dije yo, caracho -masculló Néstor en voz baja, sin que la mujer lo escuchara.
Una vez en el interior del Castillo de San José, la maestra nos animó a preguntarle al artista lanzaroteño cualquier duda que tuviéramos o tuviésemos. Y Néstor volvió a tomar la palabra.
-Don Manrique...
-Se dice señor Manrique, Néstor -corrige la tutora.
-Ah, sí. Señor César, yo sólo quería preguntarle si estos cuadros que están colgados en las paredes valen mucho
-Dime tú mismo cuánto crees que valen, mi niño...
-Es que no sé si puedo decir la verdad de lo que pienso, don Man... señor César...
-Claro, bobito -le animó el pintor conejero.
-A mí no me gustan nada. Yo no pagaría ni un duro por ellos...
-Pues estás viendo obras de Pablo Picasso y de Joan Miró, que son los pintores contemporáneos españoles más importantes y de reconocido prestigio mundial -le recordó el artista lanzaroteño.
-Pues será así, don Manrique, pero es que yo en ese cuadro sólo veo pintada una raya negra y un punto encarnado. Y yo creo que eso lo sabe hacer hasta mi hermano pequeño, que es un chinijito de tres años y poco.
-Cállate ya, Néstor -gritó, enfadadísima y casi desencajada, la maestra, que se había puesto colorada como un tomate- Y usted perdone, don César...
-Nada, mujer, no se preocupe. Casi todos los chinijos de otros colegios que han venido hoy por aquí dicen más o menos lo mismo que él. Pero es lógico, todavía les falta una mayor cultura visual y pictórica.
En la guagua, de regreso a San Bartolomé, la maestra se lo advirtió a Néstor al mismo tiempo que le tiraba de la oreja derecha:
-Has dejado al colegio Ajei, a todos tus compañeros y a tu profesora en ridículo. Pero tú mañana me vas a escuchar a mí, mamarracho...
Acurrucado en el último sillón, al fondo de la guagua y con lo oreja más encarnada que un rábano, Néstor no paraba de lamentarse en voz baja:
-Pues yo no vengo más de excursión con esta tipa. Encima que no nos lleva a la playa, como don Pancho, casi me arranca las orejas. Como si la culpa de que Picasso no sepa pintar fuera mía... (de-leon@ya.com).