Almodóvar: estreno previo en Lanzarote

“Yo soy la chica que estaba en el Golfo cuando llegó otro golfo y se llevó la historia de mi amor furtivo y de mi secreto. Ahora sé que ese golisneador era Pedro Almodóvar. Lo ha dicho él mismo en muchísimas entrevistas con motivo de su próximo estreno cinematográfico, en marzo de este año. Este tío tolete va a contar aquello en una película. ¿Quién le da permiso para contar lo que a nadie le interesa? Y lo peor es que ahora me van a poner cara de Penélope Cruz, esa sonsa”.

Con ese párrafo que acaban de leer arranca la carta que me encontré en el buzón. La firma Rosa, que no maneja el ordenador, con lo que contribuye a que el cartero justifique todavía su trabajo y su sueldo. No escribe mal, aunque su prosa es primaria, casi infantil en ocasiones. Pero coloca los signos con orden y no comete alevosas faltas de ortografía, como los académicos actuales. No me atrevo a tocar ni una sola coma de su texto manuscrito, que les transcribo a continuación:

“Llevaba 19 años casada cuando caí en la cuenta de que no creía en el matrimonio. No sé qué me llevó a cometer ese error. La inercia social, quizá. Las conocidas de mi generación, a las que nunca pude llamar amigas, se habían casado todas. Las mujeres somos muy llevaderas y miméticas, y todo lo que sea moda es dogma de fe que acatamos sin rechistar, sin cuestionarla ni un segundo. Y la costumbre de entonces era estar casada antes de los 20, o se te tildaba de solterona para los restos. No te quiero hablar de mi marido. No tiene historia: guapo, bien plantado e idiota (perdona las redundancias). Pero la más tonta de esta película fui yo. Nunca quise a mi marido. Sólo tuve ojos para el que me rechazó porque no se veía atado para siempre a una mujer. Él no se emparejó nunca con nadie. Entre nosotras circulaba el rumor de que Arcadio era raro o medio marica. ‘Marica entero', recalcaba María José, no sé si porque él también la había rechazado.

Un día mi marido desapareció, como si se lo tragara la tierra. O el mar, porque para la Policía fue uno más de los tantos que no regresaron nunca después de salir a pescar por la zona de Los Hervideros o Las Maretas, sus dos lugares más frecuentados cuando se llevaba las cañas hasta la costa oeste de Lanzarote, donde más vidas se ha cobrado esa afición. Pero yo sé que ni murió ahogado ni sus restos duermen bajo las aguas del Atlántico. Cuando Arcadio acabó su trabajo, le ayudé a enterrar el cadáver de mi marido en la zona norte del Lago Verde que ahora llaman Charco de los Clicos. Con lo años, la orilla ha ido creciendo y el charco verdoso casi se ha quedado en nada, comparado con la imagen que ofrecía la primera vez que lo contemplé, allá cuando chinija. Eso nos facilitó en parte el trabajo, pero ambos acabamos empapados en sudor. No temblábamos por la tensión provocada por el sobreesfuerzo ni por el remordimiento. Nuestras conciencias estaban tranquilas. Esta viuda ya había perdido la vida antes de matarlo a él, y ahora sólo quería recuperarla aunque sólo fuera por unos años. Temblábamos por las urgencias (había que salir de allí, cada uno por su lado y sin dejar huellas ni el más mínimo rastro de nuestra presencia) y porque, después de comprobar que nadie nos había visto, nos abrazamos y nos besamos furtivamente en el mismo lugar del crimen.

Ahora, años después, compruebo que sí quedó algún rastro: alguien había estado haciendo fotos. El intruso responde al nombre de Pedro Almodóvar, es director de cine, y ha rodado en Lanzarote una historia basada en aquella fotografía que sacó sin nuestro permiso, robándonos parte de nuestra intimidad. Ha dicho Almodóvar que cuando disparó su cámara no sabía que estábamos allí, sino que se dio cuenta de nuestra presencia cuando reveló la imagen. Yo no sé si creerle. A lo peor lo vio todo. Puede que tenga incluso fotografiada la secuencia completa del crimen.

La nuestra no fue nunca una historia de cine, pero ahora se hará una película con ella, en donde puede que se acabe contando nuestro secreto. No me gusta Almodóvar como director, pero creo que me sentiré obligada a ir a ver ‘Los abrazos rotos' en los multicines... o en la cárcel”.

[NOTA DEL AUTOR: Cualquier parecido con la realidad puede ser algo más que simple o simplona coincidencia] (de-leon@ya.com).