Chávez: el arte de provocar
No hay tirano que se precie que no tenga -o se invente, tanto monta- un enemigo exterior con el que adormecer a las masas más desinformadas con una bien mezclada dosis de populismo, demagogia y miedo al coco foráneo. Franco decía ver encarnado a ese enemigo externo en la conspiración judeomasónica y comunista; el “amigo marroquí” llama potencia colonizadora a la misma España que le entregó el Sáhara por la cara y por encima de los legítimos derechos saharauis; Fidel Castro si no hubiera existido el enemigo gringo imperialista se lo habría inventado porque le vino siempre que ni pintado para meter bajo la alfombra la miseria doméstica mientras señalaba con el dedo acusador al malvado foráneo. Y hay gente -mucha gente, incluso- que cae en esa repetida y burda trampa de estos consumados maestros en desviar siempre la atención hacia un malo malísimo forastero.
En Venezuela andaban el pasado fin de semana acallando, incluso a balazos, protestas estudiantiles contra el Gobierno (igualito, casualmente, que lo que pasaba en la España pre-democrática allá cuando el tardofranquismo, y en otros regímenes comunistas hasta el otro día), y entonces entró el elefante en la cacharrería e hizo tanto ruido que nadie volvió a hablar en la prensa internacional de las protestas de los estudiantes venezolanos. Se siguió hablando del presidente Hugo Chávez, sí, pero porque el elefante (otros lo llaman gorila) armó toda la bulla que pudo para que el foco de atención se centrara en lo accesorio (el chusco episodio de la Cumbre Iberoamericana) más que en lo importante. Y a fe mía que lo logró... con la ayuda de la prensa, la misma que en su país persigue y acosa.
Muchos periodistas han picado en ese anzuelo. Y hasta se diría que no tienen memoria. Hay hemerotecas, sí, pero nadie las consulta casi nunca. En caso contrario, alguien le habría recordado al momento al tal Chávez que no es un antiguo golpista el más indicado para hablar de otros golpes de Estado (intentona, en el caso del que sufrió él, con el apoyo, conocimiento o consentimiento de don José María Aznar López o no).
El ex golpista del país que en Tenerife llaman “la octava isla canaria” (supongo que con el permiso de La Graciosa) ya había dado, años atrás, su particular aviso a navegantes: "Mi revolución no tiene marcha atrás". Habrá que recurrir entonces al preservativo, supongo, para no joder más a la nación que ya va más que jodida (con perdón) por obra y gracia de los gobernantes que ha tenido que soportar en las últimas décadas. Este antiguo coronel de paracaidistas y eximio golpista terminó convirtiéndose (urnas mediante, como cuando Hitler, Gil y otros populistas demagogos que se sirven de la democracia para circarse en ella) en el presidente de aquel riquísimo país de pobres. Su victoria electoral fue contundente y aplastante, y dejó hablando solos a los mal llamados partidos tradicionales. Años después, en Venezuela se sigue viendo lo de siempre en las últimas décadas: miseria sobre miseria. La riqueza se concentra en muy pocas manos, y los pobres de solemnidad son mayoría, con la total ausencia de una clase media medio desahogada que pueda hacer de colchón y evitar que se repitan fenómenos como el recordado “carachazo”. Con la llegada del populista y efectista Chávez se suponía que los desheredados de la fortuna y los hambrientos iban a poder alimentar su espíritu con la grandeza patriótica, republicana y bolivariana. Si las grandes palabras quitaran el hambre, en Venezuela ya no quedarían pobres... excepto los de espíritu. (de-leon@ya.com).