“Clítorix”
El morro o la jeta que le echa a la vida el deslenguado académico de la Lengua Juan Luis Cebrián, consejero delegado a la sazón del Imperio Prisa, es digno de mejor causa, a fe mía. El lunes de esta misma semana, en la docta Casa que limpia y ensucia al mismo tiempo el idioma español, va el tío y acusa a Zapatero -textualmente- de “asesinar la ortografía”. Que el actual presidente del (des)Gobierno español es un asesino de su propia lengua lo sabe ya, a estas alturas del esperpento, hasta el más tolete de la clase y el menos avisado del pueblo, y es innegable que está haciendo un daño posiblemente irreparable en las nuevas generaciones de periodistas llevaderos que ejercen de meras cajas de resonancia del poder de turno y que se deslumbran con su infralenguaje políticamente estúpido (correcto, quise decir) del “ciudadanos y ciudadanas, concejales y concejalas, taxistas y taxistos” y demás cancaburradas. No hemos tenido nunca un presidente tan mal hablado ni con un discurso tan pobre en todo lo que llevamos andado de la actual etapa política que los más cándidos llaman democrática. Pero una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas, si no mienten las matemáticas. Y no es el más indicado para afearle lo obvio a Zapatero el mismísimo Cebrián que viste y calza, el académico digital (puesto a dedo) que escribía allá cuando ejercía de director de El País disparates tales al “pienso de que” o “clítorix” en lugar de “clítoris”, y cuyo periódico empezó llamando al Defensor del Lector con un nombrete en inglés y alberga todavía en sus páginas a los reyes del vomitivo “spanglish”, encarnados principalmente en Maruja Torres y Juan Cueto, columnista y columnisto que ejercen de verdaderos asesinos lingüísticos a sueldo.
“No confundan lexicográficamente al personal”, fue lo que dicen los periódicos que le dijo el tal Cebrián al presidente por accidente, en una Real Academia Española repleta, delante de todos los ministros del Gobierno y ante los directores de las 22 Academias del idioma español repartidas por todo el mundo. Áteme usted esa mosca por el rabo, cristiano. ¡Fuerte cara...dura!
Testigo presencial de la contienda dialéctica fue el anfitrión de la casa y la cosa cada día menos docta, don Víctor García de la Concha, hombre al que le perdí definitivamente el poco respeto que me merecía cuando tuve noticia de que daba el visto bueno al disparate mayúsculo de aceptar como válida la forzada y ridícula fórmula de “concejala” (¡ala!), un cáncer que ya ha hecho metástasis por todas las redacciones periodísticas, incluyendo ahí a las cabeceras teóricamente más serias. Hasta mi adorada Rosa Belmonte ha tenido que tomarse a chacota lo que está claro que sólo parece una broma de mal gusto. ¿No era el artículo determinado lo que determinaba, como su propio nombre indica, el sexo? ¿Concejal es masculino si no lleva artículo previo? ¿Desde cuándo? ¿Y fiscal? ¿No es igual de disparatado, ridículo y forzado decir “concejala” que “concejalo”? ¿A dónde nos lleva esta política pazguata que quiere hacer electoralismo hasta con el idioma, que no tiene ni debe culpa de modas pasajeras?
“Señor presidente del Gobierno, no hace falta asesinar la ortografía para ganar unas elecciones”, le dijo también Cebrián al mal hablado leonés. Y lleva ahí toda la razón del mundo y parte del extranjero, sí, pero lo que fastidia es que tenga que ser precisamente unos de los mayores criminales del léxico español el que haga esa certera crítica. Nunca es tarde si la dicha llega.
Y la guinda de Cebrián, el de la faz granítica: “No confundan [el presidente y sus ministros] lexicográficamente al personal, ya bastante absorto ante el aluvión de nuevas palabras de bárbaro origen que inundan los medios de comunicación”. Algunos, por cierto, anegados y con el agua de ese aluvión al cuello, como es el caso del mayor introductor en España de esa jerga del mencionado “spanglish”, que no es carne ni pescado sino comida basura que ha llenado de grasa y colesterol del malo/malísimo la mente, la pluma o el micrófono de miles de jóvenes periodistas que se han amamantado a las ubres, principalmente, del mismo periódico que hace unos días dejó de ser el “diario independiente de la mañana” y se acaba de acordar que EL PAÍS lleva tilde o acento gráfico en la i.
Lo tienen dicho y avisado los más viejos del lugar: “Siempre habla el que más tiene que le digan”. (de-leon@ya.com).