Decíamos ayer...

No vuelvo a coger vacaciones más nunca. Me refiero a este año, claro está, como supongo que se sobreentiende (a ver si me va a tomar por la palabra alguien y me voy a tener que tragar esa primera línea de esta primera columna después de las últimas semanas de descanso, no tanto mío, por cierto, que no he parado la pata, sino de los sufridos lectores de esta tribuna impresa y digital y cual, que han estado un mes sin aguantar mi habitual y batatera matraquilla). Ya sé de sobra que nadie ha sufrido síndrome de abstinencia lectora adquirido, pero a mí sí que me empezaba a entrar el “mono” de aporrear el teclado del ordenador (la computadora, como dicen en América). Después de años, lustros y hasta décadas (cómo pasa el tiempo, tan callando, que dijo el poeta) agarrado o amarrado a la columna diaria, es obvio que el vicio que te da de comer crea adicción propia... y afición ajena, pero eso sólo entre los más temerarios, que haberlos haylos, por increíble que me parezca.

En hablando del maldito/bendito ordenador, al regreso de las fugaces vacaciones me encuentro el buzón virtual casi repleto de correo acumulado. Como ya es habitual, hay mucho mensaje basura o publicitario, con el que te intentan vender -un suponer- una operación de aumento de pechos (lástima que uno los prefiera ajenos y, sobre todo, con denominación de origen no falsificada o plastificada), pastillas para el asunto, o ruedas de prensa y mociones de distintos y distantes partidos políticos. Los mando todos a la papelera más rápido que corriendo, por supuesto y por descontado... excepto las pastillas para el asunto, claro, porque se sabe desde muy viejo que hombre prevenido vale por dos. “Por si se ofrece una necesidad”, como decía mi abuela (97 años la contemplan, mucho más lúcida todavía que el peor que de sus nietos, como de aquí a Lima).

Lo que más me ha alegrado leer, sensu contrario, es la sentida epístola de cristal (todos podemos ser cursis si nos lo proponemos) de una masoquista convicta y confesa que se presenta como vecina de Fuerteventura (Fuertedesgracia urbanística; qué feo está todo aquello) y que dice ser lectora habitual, la pobre, de estos párrafos redactados siempre contra reloj (así sale luego lo que sale; no hay que pedirle peras al olmo ni duraznos a la rama de batatera). No es que la buena mujer me diga en su correo nada del otro jueves, puestos a contar verdades, pero esa sincera y sentida invitación a comer carne de cabra o de baifito en Puerto Cabras -valga la redundancia- me ha llegado al alma. Soy así de fácil, si quieren que les diga, y se me gana con cualquier detallito (detallazo en este caso, para mi gusto de animal carnívoro y depredador).

En hablando de eso que llaman la reciente actualidad (con perdón por el pleonasmo; si es actualidad es reciente por definición), que en esencia es la mismita que dejé aparcada cuando abandoné por un ratito esta tribuna, cierto es que hay mil y un asuntos a los que hincarles el diente, además de a lo que ustedes ya saben y la mencionada carne de cabra. Son variaciones sobre un mismo tema, de acuerdo, pero ya habrá tiempo en los próximos días de comentar al detalle, con el permiso y la paciencia de la audiencia lectora, como la llaman ahora los sociólogos, que hablan casi tan mal como los políticos, como es triste fama. Traigo apuntados en la agenda (que tampoco es tal agenda, porque no sé viajar con ella, sino los recortes cogidos al rajazo y al rolazo de los periódicos que he ojeado/hojeado estos últimos días de puente festivo que desperdicié en Gran Canaria) algunos de esos asuntos que tienen o merecen una columna: las fotos de la militar en Interviú casi como su madre la trajo al mando (al mundo, quise decir); la denominación de “concejala” que ya admite la Real y Vendida Academia de la Lengua; las fotos de la recluta desnuda en Interviú; el libro que Umbral le dedicó a su mujer España que está a punto de editarse a título póstumo -que lo llaman-; las fotos de la soldada en cueros en Interviú; la zozobra de Zapatero; las fotos de... bueno, ahora que las miro y remiro (las fotos de marras), queda claro que a la revista le han colado, como mínimo, dos mentiras. Ya nada es lo que parece. Que hable entonces de esa soldado malcriada su abuela, que debe estar muy orgullosa de su descarada nieta. (de-leon@ya.com).