El País... de los ciegos

En los 33 años de historia del diario El País, Lanzarote no había merecido nunca los honores de ocupar su portada, si exceptuamos alguna llamada esquinada o alguna fotografía por la circunstancial presencia en suelo insular de algún destacado personaje de la política nacional o internacional, o la frívola imagen de algún miembro (o “miembra”, que dirían en Mararía) de la Familia Real, como si la mía fuera o fuese de mentira. La excepción que al cabo sólo venía a confirmar esa regla del ninguneo informativo llegó el pasado lunes, 17 de marzo del año en curso. De repente, el rotativo nacional con sede en Madrid entendía que la noticia principal de la mencionada fecha estaba directamente relacionada con esta pobre islita rica sin gobierno conocido, y merecía además un titular a cuatro columnas que informaba, textualmente, de que “Un tercio de los hoteles de lujo de Lanzarote son ilegales”. El antetítulo (“La lucha contra el urbanismo salvaje”) y el subtítulo (“El Tribunal de Canarias anula las licencias de 22 complejos”) tampoco eran chicos ni mancos.

Aparte del pequeño/gran detalle de que el supuesto notición no era tal (y si lo era ya llegaba desfasado porque se había venido publicando en la prensa local desde hacía meses), fue lo cierto que para el periódico de información general más leído en España y parte del extranjero, Lanzarote pasaba así de la nada informativa al total estrellato... y luego otra vez la nada. Desde aquel lunes hasta el lunes siguiente de esta misma semana, El País no ha vuelto a publicar al respecto ni un titular -ni siquiera a una columna- ni una mísera línea de información u opinión sobre una noticia que el citado periódico creyó -sólo por un día- ser merecedora de portada y de cuatro columnas. Y mira que son raras las cuatro columnas en ese periódico teóricamente no sensacionalista. De hecho, desde el Lunes de Pasión no volvió El País a imitar ese despliegue tipográfico... hasta el Domingo de Resurrección, a cuenta de lo habitual: la endogamia necionalista de los de siempre, de la que me niego a hacer publicidad en esta humilde tribuna impresa y digital. ¿Dónde está el elemental seguimiento de aquella macro-noticia? ¿Dónde queda la mínima lógica periodística? ¿Ni una mísera carta al director, con toda la escandalera política, periodística y empresarial que se ha montado en la isla que fue reina por un día en la portada?

Ese silencio editorial posterior al Día de Autos se puede entender si lo escenificaran otros medios de comunicación, por aquello de no ir a remolque de la supuesta “primicia” o “exclusiva” (no fue ni una cosa ni la otra) de la competencia. Pero resulta algo más que sorprendente el mutismo posterior del mismo rotativo que lanza la presunta gran revelación informativa... de la que seguimos esperando más detalles (se publicarán, no lo dude nadie, pero ya está tardando El País en dar más noticia sobre su noticia a cuatro columnas en portada y sobre esa comparación de Lanzarote con Marbella). ¿Cómo es que lo que mereció tanta atención editorial luego sólo merece el más absoluto olvido? No tiene lógica periodística, en efecto, que la escandalera dé paso al más atronador silencio. Y tampoco es la lógica editorial de ese periódico. Lo escribe alguien que lleva más de treinta años siendo lector del mismo (y de la competencia). ¿Qué pasó entonces? ¿Qué le falló a El País, aparte de los pequeños/grandes deslices cometidos en la información de marras por el redactor que patinó a cuenta del cuento de la demorada moratoria? ¿De verdad se publicó lo que dicen las hemerotecas que se publicó o lo hemos soñado entre todos? ¿Es Carlitos Espino un ente fantasmal, un espectro que licúa como quinceañera con los primeros picores al sur del ombligo ante la llamada de El País, esa Biblia sagrada del psoecialismo que ha trocado a los “progres” en “regres” sectarios?

Conste que no voy contra el mensajero ni pongo en duda la oportunidad de publicar algo que ciertamente puede hacer mucho daño en una isla cuya economía depende de forma directa o indirecta en un 90% del monocultivo turístico, como están intentando hacer tantos por aquí abajo. Los culpables del mal son quienes lo han creado, no quienes lo denuncian. Apenas horas después de que se conociera la portada que hoy nos ocupa, me harté de decir en la radio que los que intentan matar al mensajero recuerdan al tonto que cada vez que le señalan la Luna con el dedo se queda mirando el dedo. Cuando la información es veraz, todo lo demás es secundario. Esconder la cabeza bajo el ala, meter la basura bajo la alfombra o cerrar los ojos cuando te disparan en mitad de la frente no evita el balazo. Pero alguna pieza se le tuvo que caer por el camino al periódico que creyó haber descubierto la pólvora (mojada, de momento) para que saque de la nada informativa a una isla por sólo 24 horas y la devuelva otra vez a la nada. Eso es Lanzarote para alguna prensa: un parpadeo, un fulgor fugaz en mitad de la eternidad. En esto se nos ha quedado la islita: en nada. Y lo que es peor: una nada que además es ilegal. Casi nada. (de-leon@ya.com).