La crisis que no existe

Hace ahora unos dos meses me dio por dedicarle un programa monográfico en televisión a la crisis de gobierno que no existe (y menos mal, porque de existir aquí ya habría cadáveres) en ese pacto o parto de los montes que se tienen montado el PIL y el PSOE conejero o conejo en el Cabildo y en cuatro de los siete ayuntamientos de Lanzarote. El simple hecho de dedicar el debate a esa crisis que no es tal -qué va- llevó a varios telespectadores a poner en práctica la habitual y democrática táctica o práctica de matar -o intentarlo- al mensajero. Los individuos -e individuas- más elementales entienden que si hablas de una crisis es que quieres que haya crisis. ¿No fumas, inglés? Que eso se lo digan a militantes o militontos de determinadas siglas, e incluso a periodistas partidarios o partidistas con filias y fobias declaradas y descaradas (no los critico, allá cada cual con su forma de ganarse los garbanzos y sus remordimientos de conciencia, si la hubiera o hubiese), puede tener un pase. Pero dirigido hacia alguien que se declara como abstencionista convencido, convicto y confeso, simplemente no tiene sentido ni lógica. Así y todo, acepto igualmente el reproche (va en el sueldo; gajes del oficio), aunque sepa que no es una crítica razonada sino fruto del cabreo o del canguelo ante la posibilidad de perder cargos, favores o prebendas. “Y sin embargo se mueve”, como le dijo a los inmovilistas de la Iglesia el gran Galileo Galilei, tirando por tierra la falsa creencia de que el hombre era el centro del Universo, cuando que no alcanza a ser ni la cuneta del mismo.

Negar la evidencia es fea costumbre muy política. Sobre todo, de los políticos que miran a sus propios electores por encima del hombro y los tienen por tontos (y algo tonto hay que ser a veces para votar a tamaños personajes, valgan verdades). Insultan la inteligencia de esa masa amorfa que en campaña electoral llaman “queridos ciudadanos y ciudadanas” y cuando se encaraman en la poltrona tildan y tratan de chusma manejable. Eligió un mal día Enrique Pérez Parrilla para dejar de fumar...

Para que haya crisis en un pacto a dos bandas sólo falta que una de las partes contratantes la pregone. “No hay crisis, lo que pasa es que Dimas está presionando con romper y pactar con CC para que le den el tercer grado”, me decían semanas atrás los que presumen de estar bien informados (no se me ría nadie). Y entonces va y sale Dimas de Tahíche en régimen de semilibertad y, no más le colocan micrófonos y macrófonos delante del hocico, habla de una evidente “parálisis institucional”, que haberla hayla y la perciben ya hasta los ciegos (te lo reconocen confidencial y abiertamente los trabajadores, funcionarios y demás enchufados en el Cabildo y en el Ayuntamiento de Arrecife). Horas después, Dimas es agasajado por los suyos y, entre abrazo y abrazo, acuerda con el presidente formal del PIL, Antonio Hernández (Antón para los amigos y demás personas piadosas), la “hoja de ruta radiofónica”: hay que hablar claro y decir que a lo peor el PSOE no se ha enterado aún, pero que hay una crisis como una catedral de las de antes. ¿Alguien cree que el radiofónico paseo por el dial lo decidió solito y sin encomendarse a Dimas (a Dios, quise decir) el citado Antón? Blanco, líquido y en botella transparente acostumbra a ser leche... pero verdad es también que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Tanto me da que me da lo mismo que gobierne Juana como su hermana, pues no creo ni en la una ni en la otra. Me consta de antemano que ambas lo harán igual de mal. Así de escéptico o descreído me ha hecho la realidad política insular de los últimos 20 años. Conozco bien a la bestia porque la he seguido muy de cerca, aunque siempre a prudencial distancia. A la fuerza ahorcan y me pagan para hacer ese seguimiento, aunque me provoque náuseas. Pero ni siquiera así diré que todos los políticos son iguales. Por supuesto y por descontado que no: los hay malos... y peores. Ya lo he repetido aquí una y mil veces.

Conversación de este mismo jueves por la tarde de dos viejos en un bar (uno de ellos llamaba todo el rato al todavía alcalde de Arrecife Enrique Pérez Pachorra), apenas unas horas después del matinal sartenazo radiofónico del presidente del PIL:

-Pues los socialistas están callados.

-No están callados, están cagados.

-¡Aaaaamigo! Ahí le ha dado usted, cristiano...

¿Y el secretario general del PSC-PSOE de Lanzarote, si lo hubiera o hubiese? Desaparecido en combate. Ni está ni se le espera. Claro, como no hay crisis... (de-leon@ya.com).