Latrocinio y lucro fácil

Alguien que quiere ejercer de juez y parte interesada me reprocha que lleve casi una semana hablando exclusivamente del exagerado e injustificado aumento de los sueldos que se han regalado a sí mismos los desvergonzados políticos que padecemos en esta pobre islita rica sin gobierno (real) conocido, y en otros partes de España:

-¿Tú crees que es para tanto?

-Yo creo que es para mucho más. Y creo, además, que si los conejeros no fuéramos tan conejos, si la sociedad insular no fuese tan poco crítica (entre otras razones porque la han anestesiado ustedes, con sus romerías, sus concursos de belleza y demás imbecilidades institucionalizadas), tú no irías por la calle como vas, a cara descubierta.

-Hay que ver cómo te pasas...

-No, lo que hay que ver es lo pasivos que somos aquí. Da gracias por ello.

Hasta los tecnófobos convictos y confesos como quien esto firma tenemos que rendirnos ante la evidencia de las mil y una ventajas de la informática, aunque sea a regañadientes. Una de esas virtudes virtuales es saber al instante que no estás solo en el enojo ante un concreto asunto, o que no eres el único que comparte la misma o idéntica opinión con respecto al escándalo de las subidas salariales que se atuoadjudican los políticos que sufrimos. El correo electrónico me hace partícipe del enfoque, al estilo de la más famosa carta que le dirigen los indios americanos a los gringos, que le da alguien que firma como Desencantada: “Tanto el PIL como el PSOE prometieron durante la campaña electoral que anularían el Plan General de Arrecife en unos días, y no lo han hecho. Ni el PIL ni el PSOE dijeron durante la campaña electoral que tenían pensado subirse escandalosamente los sueldos si llegaban a gobernar, y es lo primero que han hecho”.

El ya famosísimo alcalde de Mijas, miembro del mismo PSOE de “los cien años de honradez pero ni uno más”, se asignó una soldada superior a la que cobra el mismísimo presidente del Gobierno, su correligionario Zapatero, con el incontestable argumento de peso de que así, cobrando ese pastón, no tendría que corromperse (más todavía, se sobreentiende). Un argumento tan peregrino, el del caradura psoecialista, como el de los consejeros cabildicios conejeros, que se igualan por arriba con lo que cobran los majoreros, nunca a la baja con otros peor remunerados, que haberlos haylos. Se las saben todas. “Lo que saben es demasiado. Más de la cuenta, para mi gusto”, como te dice el viejo en el bar.

La prensa insular canaria ha pasado muy de puntillas sobre toda esta escandalera salarial política. Los psoecialistas, arte y parte interesada en la orgía obscena, han dicho que la polémica salarial se ha desorbitado (no tanto como los sueldos, claro). Allá cada cual con su conciencia y sus silencios. Pero la prensa nacional sigue recordándonos a diario que podemos pero no debemos seguir permitiendo tanto relajo y tanta impunidad. Ignacio Camacho, ex director y excelente columnista de ABC, paisano andaluz de los austeros concejales del PSOE que han decidido rebajarse los sueldos al límite del que cobra el presidente, escribe que a lo peor “lo verdaderamente preocupante no son tanto las impúdicas remuneraciones incluidas en nómina, sino la creciente sospecha de pagos en especie de que dan fe ciertos sumarios instruidos en los municipios litorales. Detrás de cada urbanización irregular, de cada recalificación salvaje, de cada zona verde reconvertida en bloques de viviendas, de cada guardería que no se construye para que en su lugar crezca el cemento residencial, se intuye el plan de pensiones de alguien que no va a necesitar, cuando se retire de la política, ir de vacaciones con el Inserso. Nuestra costa es el testimonio de un inmenso iceberg de latrocinio del que los casos malayos son sólo la punta visible. Es metafísicamente imposible que ese agresivo disparate se haya podido consumar sin corrupción, porque es tan irrazonable que sólo podría haber salido adelante a través de una derrama ilegal capaz de ablandar voluntades políticas. Los sueldos desmesurados son apenas la fachada indecorosa de una forma demasiado extendida de entender el poder como instrumento de lucro fácil”.

Verdad es también que los ladrones de nuevo cuño no han inventado nada. Se limitan a seguir la tradición de la que ya nos habló el gran Julio Camba, uno de los mejores articulistas -si no el mejor- que ha gozado la prensa en nuestro país: “En España se dice que los concejales roban como se dice que los toros mugen o que las gallinas cacarean”. (de-leon@ya.com).