Libro antiguo, timo nuevo

Se inauguraba este lunes en La Plazuela de Arrecife la novena edición de la denominada Feria del Libro Antiguo y de Ocasión. Los que van de modernos dicen que ese nombrete es una redundancia, puritito pleonasmo, puesto que todo libro ya es un objeto antiguo que tiene los días contados ante el avance de las nuevas tecnologías digitales y cuales. También es redundante hablar de modernos y papafritas, pues siempre fueron la misma cosa, como es triste fama.

Siempre resulta provechoso, a fe mía, recordar y releer lo que nos han legado los principales escritores en sus respectivas obras literarias y en sus ediciones primigenias. Nunca estuve en esa Feria del Libro Antiguo de Arrecife, pero no sé por qué extraña razón cada vez que me topo con alguna similar cuando estoy fuera de esta pobre islita rica sin gobierno conocido me acabo trayendo en el avión alguno de esos libracos con pinta y sabor a viejo, que curiosamente a mí me renueva como lector.

Aproveché el pasado puente festivo para volver a releer (otra redundancia) una especie de auto-necrológica del genial autor argentino (en algún sitio hay que nacer) Jorge Luis Borges, que se divertía retratando al hipotético profesor que él pudo ser. Ando más que seguro de que hubiese sido mejor enseñante que muchos maestros lugareños que parecen estar más pendientes de trincar más sueldos y vacaciones que de educar (“en valores”, más redundancias) a los chinijos, que van proa al marisco de la estupidez colectiva.

Borges se imaginaba a sí mismo ejerciendo de profesor de esta manera: "Una tradición repite que en los exámenes no formuló jamás una pregunta y que invitaba a los alumnos a elegir y considerar un aspecto cualquiera del tema. No exigía fechas, alegando que él mismo las ignoraba. Abominaba de la bibliografía, que aleja de las fuentes al estudiante. (...) Siempre les decía a sus alumnos: si un libro no les interesa, déjenlo. Ese libro no ha sido escrito para ustedes o todavía no les ha llegado el tiempo de ese libro. No lean por obligación; esa lectura sólo sirve para pasar exámenes que, al fin y al cabo, son bastante triviales".

Siempre que releo ese texto borgiano recuerdo a los maestros que tenían (y tienen, me supongo y malicio) la errónea costumbre de suspender a los alumnos que no recordaban -un suponer- la fecha exacta del nacimiento de Miguel de Cervantes como si ese "conocimiento" estrictamente memorístico o memorión fuera o fuese auténtico conocimiento. Borges era la antidocencia académica, y sus posturas sobre la enseñanza de la disciplina que cultivó con pasión durante toda su vida (la Literatura) no pueden llamar a engaño. La que engaña es la errada y acartonada enseñanza oficial, que el PSOE hizo todavía más inútil con su desafortunada política educativa (por llamarla de alguna manera) durante su larga etapa en el poder, que ahora ha retomado con un Zapatero cada día más entregado a la apariencia, la falsa “igualdaZ” y la total “frivolidaZ”, como pronunciaría él mismo. Otro que va de moderno (el ZP) y es más antiguo y está más visto que toditas las cosas, como dice mi abuela. (de-leon@ya.com).