Mis elecciones americanas

Es bueno gozarse lo de las elecciones de Estados Unidos en suelo de Estados Unidos al menos una vez en la vida, aunque sólo sea para ser plenamente conscientes de las mentiras que sobre esos comicios nos cuentan los medios europeos en general y españoles muy en particular. En España, la corrección política nos ha vendido la burra de que una posible, probable, presunta o presumible victoria del candidato demócrata supondría tanto como una victoria moral (¿?) de Zapatero. ¿No fumas, inglés? Esa trola, que se la han tragado incluso personas teóricamente bien informadas y formadas, la viene vendiendo desde hace meses el PSOE y todas sus terminales mediáticas o mediocres (o sea, toda la prensa psoecialista, e incluso la de derechas, porque con Obama también van por aquí el ABC o el Mundo, que se escribe pronto y fácil). Todo eso sin caer en la cuenta de que en España el programa electoral del candidato negro (con el que yo también voy, porque a la fuerza ahorcan y por aquello del mal menor) no lo asumiría la inmensa mayoría de los dirigentes o votantes del PP... ¡por excesivamente conservador!

El P$OE quiere trocar esa cantada victoria de Obama en un triunfo en toda regla de ZP, ignorando -adrede- que el candidato demócrata se manifiesta en contra del aborto y que apoyó en su día la intervención militar en Irak, por poner no más que dos ejemplos asaz significativos. Y El País, que en las pasadas elecciones gringas dio en portada como ganador de las mismas al perdedor (por fiarse de las encuestas a pie de urna, también conocidas como sondeos de mentiras instantáneas), no ha hecho hincapié todavía en pequeños/grandes detalles como que Barack Obama está a favor de la pena de muerte, o que no apoya los matrimonios homosexuales, ni descarta tampoco futuras intervenciones militares en el exterior. ¿Pero a quién le importan esas minucias en mitad de la orgía de la gran mentira política y mediática?

Me gocé -o sufrí- las penúltimas elecciones presidenciales de Estados Unidos en Estados Unidos, entre Nueva York y Washington, durante justo los diez últimos días de la campaña de aquellos comicios que, pese a mi mala memoria, todavía recuerdo muy bien por varias razones: porque los viví en el lugar de los hechos, porque fueron los del famoso e interminable recuento de votos que acabó dando la victoria raspada y no muy clara a Bush (el hijo de... Bush, padre), y porque aquellas elecciones se celebraron precisamente un 7 de noviembre, que toca la casualidad que es mi natalicio. Las que se celebran este martes, lógicamente, también son nuestras elecciones. Pero esta vez nos obligan a abstenernos de votar tanto a los que nunca votamos como a los que están locos por hacerlo. Da igual, porque ocurra lo que ocurra habrá ganado ZP... (de-leon@ya.com).