Miss Machanga

Los pesimistas, que son unos pazguatos que pretenden decir no más que lo que ven, siguen arremetiendo contra los concursos de belleza. Y sobre todo los pesimistas plastas que van de muy cultos y, sin embargo, ignoran que esos certámenes enseñan mucho (sobre todo carne). Enseñanza y cultura son cuasi sinónimos, aunque no lo parezca cuando hablamos de los profesionales de la primera, más conocidos en Canarias como profesionales de la huelga. Pero la llevan clara esos cenizos que denominan despectivamente como puro y duro mercado de la carne a lo que en el fondo (muy, muy en el fondo) es una competición cultural, aparte de escultural.

Algunas amables lectoras me tildaban ayer mismo, en correos enviados a la dirección que aparece justo al final de la columna, de machista para arriba por culpa del artículo anterior a éste, titulado “Miss-terio”. De todo lo cual se deduce e infiere, en buena lógica, que lo feminista y lo progre ahora es elogiar precisamente ese aparente (ejem) comercio de la carne femenina (de último también masculina, pero nunca será lo mismo un chinijo haciendo el ridículo sobre una pasarela que una muchacha, principalmente porque también esta última tiene mucha más “cultura” que enseñar, salvo contadas y raras excepciones).

Ignoran los pesimistas, entre otras muchas cosas, que esta batalla la tienen perdida de antemano, pues la van ganando -de largo- los que tienen la vara de mando: los políticos, que trabajan para el pueblo, como a estas alturas no ignora nadie medianamente informado (aguante usted la carcajada, por favor, que se le va a escapar). Y por eso le dan al pueblo lo que el pueblo (el vulgo que contaba y cantaba Lope de Vega, la masa descerebrada) quiere. Si la masa estuviera o estuviese cultivada, las audiencias televisivas no serían las que son, ni la histérica Merceditas Milá, estercolera mayor del reino catódico o catatónico, tendría el dinero que tiene.

Otros enterados de la caja del agua, para seguir intentando desprestigiar (como si se pudiera quitar prestigio a algo que nunca lo tuvo) estos concursos calientabraguetas, van dejando caer que se ha descubierto empíricamente que en los mismos siempre hay tongo, engaño, apaño o camelo previo. Mucha envidia es lo que hay, para mi gusto. No se puede (o al menos no se debe) despreciar así, por las buenas y frívolamente, un concurso cultural (de belleza, de acuerdo, pero profundamente culto, porque las chinijas enseñan cada día más, tanto lo propio como lo extraño comprado en el quirófano). Hay que ser justos, aunque luego el jurado no lo sea con las muchachas, y hay que entender también a los miembros y miembras del jurado, que pasan muchas horas de difíciles deliberaciones, en un sobreesfuerzo intelectual que no debe ser bueno para la salud de la persona humana. Otro respetito ahí, por lo tanto, para ellos, que se juegan la vida en su difícil y poco reconocida labor socio-cultural. Menos guasa con esta gente, que ya va estando bien de tanta suspicacia y tanta mala uva, por muy mala que haya sido la cosecha este año.

También se ha censurado el hecho de que en las durísimas pruebas culturales (sigan aguantando la risa, que ya termino) a las que son sometidas las sufridas participantes, las preguntas más imaginativas no van más allá de saber el color favorito o el signo del horóscopo de la chinija de turno. Se ha llegado al punto de afirmar que los cuestionarios están hechos para descerebradas, y ahí ya me parece que se roza el insulto y la falta de respeto, porque un respetito siempre es muy bonito. Que las muchachas no aprendan nada en esos concursos de belleza no es ningún delito. Lo que cuenta es que nos enseñan bastante a los demás, como ya queda dicho. Otros cobran muchísimo más por enseñar (no señalo a nadie), y sólo enseñan la mano para pedir más dinero. (de-leon@ya.com).