Miss perras

Ya han sido oficialmente presentadas y presentados las candidatas y candidatos a “misses” y “missos” de la provincia de Las Palmas. Todas y todos parecen la misma persona (gracias a los peinados encrestados de ellos y las cirugías de ellas), pero es sólo una engañosa sensación óptica. La broma de esta enésima competición cultural le saldrá al teóricamente desperrado Ayuntamiento de Arrecife por un buen pico de euros, duro arriba o abajo. Paga, pueblo, paga. Todo para el pueblo (pan y circo, “misses” y “missos”), pero sin el pueblo. Ya pueden ustedes y ustedas (lectores y lectoras) ver los respectivos rostros y rostras de los chinijos y chinijas que competirán por ver quién es el más guapo o guapa de la provincia más oriental y desorientada de Canarias, a juicio de los miembros y miembras del jurado. Las fotos y fotas de los concursantes y concursantas ya están publicadas en la prensa, junto al concejal del ramo y la rosa.

Como no entiendo de belleza masculina (es más, no creo en ella), no opino al respecto. Y como no voy a ser miembro (ni miembra) del jurado por Dios, tampoco me pronuncio sobre la merecedora o merecedor de tan alto galardón. En lo que sí me mantengo, hoy como ayer, es en la idea y la convicción, cada día más firme, de que no hay nada más triste que un concurso de belleza. Ni más patético, ni más cutre ni más hortera. Ni más cruel, si encima hablamos de chinijas que pueden estar muy formadas por fuera pero algo menos por dentro, a la altura de la azotea. De ahí salen después traumas psicológicos para el resto de la vida, como es triste fama. No digo nada nuevo ni nada que no hayamos repetido aquí mismo en varias ocasiones anteriores. Llueve sobre mojado. Pero mientras tengamos los políticos que tenemos, que pierden el culo por colocar una banda y agenciarse la foto de turno, tendremos concursitos de belleza hasta en la sopa. Es más, lo que antes era un mercado de carne al que sólo se prestaban y presentaban las mujeres, ahora (gracias al feminismo igualitario, ágrafo y retrógrado que padecemos, aunque se tenga por muy “progre”) es un mercado de carne en el que también participan ellos. No sé en qué hemos salido ganando en esta presunta evolución que huele que apesta a involución.

Si la belleza es mentira, como dijo el sabio, los concursos de belleza son mentiras sobre mentiras. Lo más aburrido y lo más cansado que se ha inventado nunca. Para mal de males, en Lanzarote las últimas ediciones de estos concursos que causan vergüenza ajena sólo a unos pocos (nadie dijo que la mayoría ande en posesión de ninguna verdad por el simple hecho de serlo) han sido tan escandalosas como descaradas. Las más guapas, aunque la belleza sea tan subjetiva como relativa, no se han llevado ni una etiqueta de Anís del Mono. Para mayor gracia o delito, lo de la compra previa del jurado es un secreto a voces, una suerte de tradición/traición que hay que mantener y fomentar como seña de identidad. De hecho, el jurado de turno siempre lo tiene mucho más difícil para deliberar que para poner la mano y recoger el sobre.

Los ayuntamientos no tienen un duro. Pero sobran euros para pagar gansadas infraculturales para elegir la cresta de gallo más engominada o la teta de plástico más turgente. El concejal de Festejos está en todas las fotos. El de Cultura, si lo hubiera o hubiese, no aparece en ninguna y no lo conocen ni en su casa a la bendita hora de comer. Fiel retrato de estos tiempos de perdición y bobería institucionalizada. (de-leon@ya.com).