Planeta podrido
Mientras subo en el coche de Arrecife hacia San Bartolomé escucho en la radio, a las tantas de la madrugada, a alguien que se pregunta, supongo que de forma retórica y maliciosa, si se puede premiar con el primer premio del pomposo Premio Planeta (valgan las tres redundancias) a una plagiaria. También son ganas de preguntar por preguntar, valgan verdades.
Por supuesto que se puede hacer. Es más, se ha hecho. Véase no más el ejemplo nada ejemplarizante de la tal Lucía Etxebarría, la émula de Ana Rosa Quintana y de Luis Racionero (entre otros copiones ilustres; esclavista la primera porque contrata “negros” para hacerle el trabajo sucio, y “descontextualizador” el segundo).
La tal Lucía (te la regalo), ganadora en su día de tamaño y tan prestigioso Premio de Novela (sobre el que nunca se ha cernido la sombra de la duda, porque hasta la duda ofende), se había destacado antes de que le tocara en suerte la lotería literaria sin apenas haber comprado números para el sorteo como una de las reinas de España en el innoble arte o feo deporte de fusilar alegremente textos ajenos sin citar la fuente de la que se bebe o se copia, tal y como había quedado probado y demostrado en diferentes reportajes de denuncia publicados en distintos y distantes medios de comunicación. Cuando ya se sabía, en efecto, de esa manía o adicción suya a la copia, la editorial de marras le concedía ese primer premio de un concurso al que ya sólo le queda el brillo del montante económico del mismo, como es triste fama. Todo lo demás es ruido y publicidad. Prestigio literario, tanto como ninguno.
En cualquier otro país con un mínimo de vergüenza torera cultural, los nombres de todos esos caraduras que se ha comprobado y demostrado palmariamente que roban las ideas, el pensamiento o la imaginación de otros esforzados autores, desaparecerían de los medios de comunicación, de los concursos literarios (incluso de los que están amañados de antemano, como el desacreditadísimo Premio Planeta de Novela) y del panorama literario del país para los restos. En España siguen ahí, escribiendo (o haciendo como que escriben) y ganando premios que, necesariamente, hurtan a quienes sí han escrito lo que firman.
Tanto cambio climático que van anunciando los oráculos en el Planeta Azul y ningún evangelista lucha o aboga por el cambio climático que se debería producir en el Planeta Negro, allí donde se premia la mediocridad y se ganan los concursos literarios incluso antes de haber escrito la novela. (de-leon@ya.com).