La presidenta menos democrática
Ya es un secreto a voces que corre por los pasillos del desnortado Cabildo de esta pobre islita rica sin gobierno conocido, así como extramuros de la primera y principal (menos mal) institución pública: la presidenta de conveniencia reina pero no gobierna. Lo intuíamos todos de antemano, pero cuentan los atónitos espectadores que se “gozaron” el pleno cabildicio de esta semana que el rumor, presentimiento o runrún quedó plenamente confirmado, no sólo por los nervios de una Manuela Armas absolutamente perdida y fuera de sí, sino por la evidencia de su incesante búsqueda de la anuencia del presidente en la sombra, cuyos gestos de aprobación o reprobación buscaba Manuela todo el rato.
Hay motivos para los nervios de la presidenta: el Cabildo absolutamente paralizado, al que sólo le alcanza el presupuesto para pagar la soldada a sus mil y pico empleados y los sueldazos recién subidos de los consejeros (primera medida tomada en el primer pleno presidido por Manuela) en plena época de vacas flacas para todos los conejeros menos para los que se aprovechan del voto de éstos para hacer eso mismo; Inalsa haciendo aguas, con el agua al cuello y con todo a media luz (valen los tres chistes, después del apagón de Unelco); las consejerías estancos más estancadas que nunca antes (los del PSOE por un lado, los del PIL por otro, y Dimas en todas partes); Zonzamas humeando a cada paso; los asesores o estómagos agradecidos de turno cobrando por vegetar; y suma y sigue en esa infinita lista/ristra de la total inacción política.
Nadie habla más de democracia que los que no saben qué vaina o qué carajo es exactamente eso, como los hermanos Castro u otros dictadores cuasi vitalicios. Nadie habla más de Dios que los que se jactan de ateos, agnósticos y por ahí seguidito. La presidenta de conveniencia es adicta a las frases hechas y hueras: “Partición ciudadana. Desarrollo sostenible. Hoja de ruta [que tiene muy mala rima]. Transparencia. Democracia”. Son conceptos hinchados que sólo conoce de oídas y que repite como un mantra, pero que no practica, aunque Manuela cree que por el simple o simplón hecho de pronunciarlos cada vez que le colocan un micrófono delante o le escriben un discurso se salva del pecado, como el creyente de pacotilla que mientras hace la putada de turno al prójimo se va santiguando todo el rato para lograr el visto bueno de Dios Nuestro Señor (ahora no hablo de Dimas).
Durante el pleno del martes, Manuela, maestra de escuela en sus ratos libres de la poltrona (ha ostentado la municipal, la parlamentaria regional y la cabildicia), no sólo mandó a callar a la manera de su colega y enseñante Enrique Pérez Parrilla (o sea, a gritos) a Ástrid Perez (que no tiene costumbre de estarse calladita ni debajo del agua, como es triste fama), sino que además la amenazó con echarla del salón plenario, de la Casa Cabildo... y casi de la isla. Tiene Ástrid (y cualquier otro consejero de la oposición) la rara habilidad de sacar de sus casillas a la presidenta que no acepta crítica alguna, porque no tiene cintura ni mano izquierda para saber encajarlas con talante (como mal dice Zapatero), mucho menos con talento. Así de profundamente democrática y participativa es Manuela, como salta a la vista.
Frase hecha y manoseada, pero que canta una verdad universal: una cosa es predicar y otra cosa -muy distinta y distante- es dar trigo. (de-leon@ya.com).