Rata de dos patas

Gracias al ya conocido como “el milagro de internet”, que es la caraba, una lectora que se dice mexicana de pura cepa (denominación de origen cuyo cabal significado confieso humildemente que se me escapa, pues sobre purezas de sangre no soy tan crédulo como el tal Arzalluz, a quien Dios confunda) me envía un correo electrónico desde Guanajuato (donde están las famosas momias, ya ustedes saben) a la dirección que aparece justo al final de estas líneas. La buena mujer hace referencia al artículo que publicábamos en esta mismita tribuna impresa y digital hace unos días, bajo el título “Sigue siendo el rey”, que le dedicábamos, en buena lógica y como es fácil suponer, al gran compositor y compatriota o paisano de la lectora de marras José Alfredo Jiménez (q.e.p.d). Entresaco no más unas líneas de la extensa y atenta misiva virtual: “Como mexicana y como mujer, me identifico muy poco con la mayoría de las letras de las canciones de don José Alfredo, aunque él sea una de nuestras principales glorias nacionales tanto en nuestra país como por todo el mundo donde se habla español. (...) No hay que rebuscar mucho en sus letras para comprobar rápido que la mayoría de ellas hablan siempre de la superioridad del hombre y de la maldad intrínseca de las mujeres”.

Mujer, si se pone usted así está claro que siempre escuchará esas canciones mediatizada por los prejuicios o los simples juicios (razonados y razonables, no lo discuto) actuales. Es como el director de cine -un suponer- que ve las películas ajenas deteniéndose sólo en los posibles fallos técnicos de las mismas. O como el que analiza con la moral del siglo XXI, si la hubiera o hubiese, casos como el de la colonización, por ejemplo, llevada a cabo cinco siglos atrás. Eso es tanto como sumar peras con manzanas, o como tratar por iguales cosas y casos que son desiguales. A eso antes se le llamaba sacar las cosas de quicio, o tomarlo todo a la tremenda, y tampoco es justo.

Que casi todas las letras de las rancheras o los boleros que en el mundo han sido tienen un tufillo machista lo palpa al momento hasta el más duro de oído. Entre otras razones, por la muy elemental lógica que nos avisa y recuerda que casi todas están escritas por hombres, que son/somos lo último de la creación, como es triste fama.

Para compensar el mal sabor de boca que pudo dejar en los paladares femeninos más exigentes (como el de mi sufrida lectora mexicana) las referencias hechas aquí sobre José Alfredo Jiménez, ahí seguidito reproduzco la letra de una de las más “suaves” canciones de otra mujer y mexicana, Francisca Viveros Barrados, más conocida como Paquita la del Barrio, que canta cosas tituladas “Tres veces te engañé”, “¿Me estás oyendo, imbécil?” o la delicadísima “Rata de dos patas”, que sobra decir que se la dedica al hombre, ese bandido universal, y que dice no más que lo que sigue:

“Rata inmunda,

animal rastrero,

escoria de la vida,

adefesio mal hecho,

infrahumano,

espectro del infierno,

maldita sabandija,

alimaña,

culebra ponzoñosa,

desecho de la vida,

te odio y te desprecio.

Rata de dos patas,

te estoy hablando a ti,

porque un bicho rastrero,

aun siendo el más maldito,

comparado contigo

se queda muy chiquito.

Maldita sanguijuela,

maldita cucaracha,

que infectas donde picas,

que hieres y que matas.

Hiena del infierno,

Cuánto te odio

y te desprecio”.

Hombres con poco sentido del humor, como algunas mujeres huérfanas de idéntica virtud, despidieron hace poco a la cantante Paquita la del Barrio a naranjazos en un restaurante de Michoacán. Allá, en México lindo. Qué fea es la intransigencia, venga de donde venga. (de-leon@ya.com).